camino de El Pueyo. Ajuga chamaepitys subsp.chamaepitys




Es esta pequeña planta una más de la familia de las labiadas.
En el Pueyo encontraremos algunos ejemplares viviendo discretamente en rellanos de rocas y fisuras, en las zonas caldeadas de la parte superior. 
En apenas 15 centímetros desarrolla una desgarbada mata de hojas divididas en tres segmentos lineares, largos y velludos. 
Entre las hojas sale directamente de sus axilas una menuda flor amarilla.
Es planta anual que comienza pronto la floración y la irá continuando durante una buena parte del año hasta que al llegar el invierno muera.
Como el caminante casi seguro  se tendrá que haber agachado para verla detenidamente, hará bien en frotar ligeramente los dedos en las hojas. En la piel quedará un ligero aroma resinoso, agradable, que pronto se disipa. Es casi instantáneo. Tan inmediato como la palpitación de produce la  poesía. Tan fugaz como la música. Es una de esas  realidades inconmensurables, pero tan unidas a la esencia humana como la danza, como cualquier arte. En estos tiempos en los que se destruye obras de arte por fanatismo, o en los que la educación la mide un organismo económico, o incluso ministros del ramo creen que el arte es materia que distrae de lo esencial, bien está pararse un momento en algo tan pequeño, tan fugaz como es Ajuga chamaepitys y repetirse, con absoluta seguridad, que ellos no tienen razón, que andan muy equivocados.













Camino de El Pueyo. Erophila verna




En la más temprana primavera vamos a encontrarnos con esta diminuta flor, que en condiciones óptimas no alcanza más allá de los 15 cm. Su vida está estrictamente vinculada a la disponibilidad de agua, de tal manera que el tamaño de su porte depende de este elemento. Su ciclo vital es tan breve que no llega a cumplir el año, y tan pronto florece, rápidamente comienza a madurar el fruto, que incluso vemos crecer entre los pétalos.
Tan exclusiva es de la primavera que Linneo la denominó verna, incluyéndola en el género Draba. Augustin Pirame de Candolle discrepó en el género creando uno específico llamado Erophila (amante de la primavera). Finalmente fue el botánico francés François Fulgis Chevallier quien la identificó como Erophila verna,acepción comunmente aceptada en la actualidad, redundando sobre la querencia primaveral de esta planta.
Pertenece a la familia de las crucíferas, por lo que hay que aproximarse mucho a la flor para descubrir que no son ocho los pétalos que luce, sino  cuatro. Cada pétalo está muy escotado, sujetos ambos labios en la base.

Veremos que las hojas las tiene agrupadas en la base formando una roseta, y que las hojas están recubiertos de blanquecinos pelos. En nuestro territorio predomina la subespecie spathulata, que se caracteriza por no desarrollar más de dos tallos (escapos) florales, y tener el fruto elíptico.







Erophila verna es una planta ruderal y arvense, no desdeña los márgenes de camino y se hace especialmente prolífica allí donde la rosada primaveral aporta diariamente la humedad suficiente. Es una planta oportunista de suelos poco profundos. La hemos visto crecer junto al musgo, sobre el hormigón, aprovechando el mínimo suelo que el briófito creó. Su pequeño tamaño hace que pase desapercibida, pero embellece las fisuras de la roca caliza de El Pueyo, ilumina los márgenes del camino cuando todavía apenas otras plantas han despertado, y lo que es más importante, aporta su grano de arena para la formación de suelo. Estos pequeños colonizadores van construyendo milímetro a milímetro, pero con la perseverancia que sólo la Naturaleza tiene, el apoyo para especies mayores.  
En las últimas décadas se ha ido formando un movimiento agrícola que practica el cultivo sin agresión al suelo. Evitan el laboreo excesivo de la tierra, la labra, en tanto que destruye el suelo  Defienden que la siembra directa es tan productiva o más  que el sembrado en surco, y sobre todo, insisten en que si no se cuida el suelo vegetal, la tierra empobrece.  No podemos olvidar que las siempre denominadas "malas hierbas", las arvenses y ruderales que acompañan a campos y caminos, forman parte del sistema de creación del suelo. Quizá tengamos que aprender a integrarlas en nuestros cultivos. Si el hombre y su cultura crea los paisajes agrarios, las plantas, con la concurrencia de insectos y microorganismos,  forman el suelo que los mantiene.

Piracés. Peña del Mediodía y Torreta Roque

Día absolutamente invernal. Está nevando en la montaña, y se anuncia día ventoso y muy frío. Como hay ganas de salir al monte, optamos por el sur.  Ingenuos, no nos quitaremos el frío hasta que no nos tomemos un chocolate bien caliente en casa. Nos acompaña José Vicente Ferrández.

Es la Hoya de Huesca, cerca de Novales, un refugio de pastor. Formas básicas, construcción robusta.





Piracés, mirando al mediodía, cobijado de los fríos serranos tras las terrazas de arcillas y areniscas. Detrás del pueblo, la peña del Mediodía.


La peña del Mediodía.



La erosión mecánica y química hacen mella en las débiles areniscas.


La Peña del Mediodía, desafío de equilibrio.






























Todo está facilitado para subir a la parte superior de la Peña del Mediodía.


La parte superior de la Peña del Mediodía muestra las marcas de haber sido utilizada como atalaya. Ha sido datado este asentamiento en época musulmana. Desde la atalaya se divisan a la izquierda las terrazas  que dan término a la Hoya, y a la derecha la llanura que marca el comienzo de los Monegros.




















Desde la atalaya se ven los anfiteatros que han sido excavados en las terrazas por la erosión.




















El valle  y los cerros que atestiguan los niveles de superficie antiguos.

Olivares en una rinconada, al abrigo de los vientos del norte, y recogiendo la preciada lluvia que baje por las pendientes. A la derecha la torreta Roque, hacia donde ahora nos dirigimos.

Paisaje humanizado en un entorno agreste.




















Laderas de bloques, rinconadas, cerros testigo.

Ramillas segmentadas de Ephedra fragilis


Sobre las arcillas, una franja de arenisca con fondo inclinado nos revela el antiguo lecho de un cauce de agua que fue depositando las arenas que luego se convertirían en roca.


La torreta Roque, vigilante sobre la llanura monegrina.




Las nubes cargadas de nieve se desgajan del frente que azota el Pirineo, de vez en cuando el cielo se cubre y algún copo de nieve cae arrastrado por el gélido viento.



De cerca la torreta tiene otro aspecto, se alarga y una ventana aparece en su centro.


Alternan las bandas de arenisca, más resistentes, y arcillas


En dirección de nuevo hacia Piracés, la torreta de Roque va cobrando nuevos aspectos.

Si visitáis el blog de José Vicente:
http://jvferrandez.blogspot.com.es/2015/02/piraces-huesca-1-de-febrero.html,   veréis unas magníficas fotos de este día. También encontraréis esta chumbera que identifica como Opuntia lindheimeri subsp.linguiformis


Otra muestra de alveolos en las areniscas.

Un poco alejado del pueblo, la fuente de Piracés, que recoge el agua filtrada por las areniscas y retenida por un substrato de arcillas. La bóveda sigue los mismos patrones de una iglesia románica, arcos fajones y terminación en ábside. La planta de la fuente revela su origen telúrico: asimetría y curvatura.


Antes de volver a casa, y aguantando un intenso frío, nos acercamos a la escultura colocada cerca de la ermita de la Corona, obra de Fernando Casás.