Pico Mondoto

 13 de junio de 2021. El pico Mondoto comparte con Sestrales ser guardián  de entrada al cañón de Añisclo. Es la orilla occidental del abismo que se abre en el anticlinal que constituye la estructura tectónica de esta sierra que anticipa el espectáculo visual de Monte Perdido. Hemos iniciado la ruta en Nerín, por sendero perfectamente balizado y cómodo.


Desde el mirador instalado a un costado de la carretera que viene de Puyarruego se puede disfrutar de una visión completa del frente sur del cañón de Añisclo. Siempre que hemos pasado por aquí hemos parado para contemplar la brecha que parte en dos el anticlinal y separa las cimas de Mondoto y Sestrales. 


Nerín, con la característica organización de casas en los pueblos de montaña.

El recorrido discurre por ladera sur, por tanto la vegetación es termófila: predomina el boj y el escarpín. Este último en avance a medida que la presión ganadera  va disminuyendo. Al fondo quedan recortadan la siluetas de Sestrales y  Peña Montañesa.




Nerín y Fanlo.

Erodium glandulosum crece en roquedales y gleras. Es un endemismo del Pirineo, Cantabria y el Sistema Ibérico, con escasas localizaciones en Huesca.  En el recorrido vemos este pequeño geranio muy pronto, desde los 1.500 metros hasta la misma cima.

El carácter termófilo de esta ladera que asciende a la cima viene corroborada con la presencia de esta bella orquídea, Anacamptis pyramidalis que es frecuente en el Prepirineo pero escasea a mayor altura aunque asciende hasta los 2.000 metros siempre que la ubicación responda al área mediterránea.


Miramos hacia el sureste y observamos el trazado de la carretera que desde Puyarruego se asoma al cañón de Añisclo, es la amplia Collata de las Fuebas, soleada planicie de altura donde se asientan Vió y Buerba, al costado del Tozal de San Miguel.

Pasado el barranco Batallar, vemos el efecto del incendio que se produjo en 2017. Como era de esperar el erizón se recupera bien, los incendios ayudan a su propagación. No se puede decir lo mismo del arbolado que había. Individuos aislados quemados  no presentan signos de rebrote. 


A 1.800 metros el paisaje se abre hacia Añisclo y las Tres Sorores. Bellos lapiaces se forman en este suave valle elevado.


La naturaleza básica de la roca caliza que predomina en esta montaña permite la aparición de Androsace villosa.

Entre la vegetación del prado encontramos esta orquídea. Como no se aprecia ningún aroma, debe ser Gymnadenia gabasiana.

Marisol se toma un respiro junto a una mata de rododendro y aprovecha para contemplar tan magnífico lugar.







Desde esta posición, mirando hacia el oeste vemos el comienzo de la sierra de Tendenera, desde el pico del mismo nombre hasta peña Sabocos.

El tajo que realiza el río Bellós sobre las rocas calizas crea el magnífico cañón de Añisclo. Ambos lados de la misma unidad tectónica quedan separados abruptamente. 

Monte Perdido preside la escena, acompañado a un lado por el Cilindro de Marboré y al otro por el pico de Añisclo/ Soum de Ramond.

En algunos lugares el lapiaz crea curiosas formaciones.

Gymnadenia conopsea.

Próximos a la cima, nos asomamos a una canal que desciende vertiginosamente hasta el fondo del cañón.

Al ganar altura ampliamos la vista occidental para ver casi toda la sierra de Tendenera.



La cima es amplia y con un largo desarrollo horizontal. Su posición sobre el cañón ofrece unas interesantes vistas hacia el norte. El collado de Añisclo separa las Tres Sorores de las Tres Marías. En primer término, la montaña de Sensa, con su collado de Plana Canal que se asoma al cañón.

El collado de Añisclo, y a un costado la cascada de la Fuen Blanca

Fuen Blanca, surgencia que nace a 1.800 metros en la pared de caliza del cañón de Añisclo.

Sestrales, zona pastos y cubilares. Garrot Campana, en el centro de la imagen, muestra una fractura sobre la que se deslizan  ligeramente los estratos. A las paredes verticales cubiertas de bosque se contraponen los suaves relieves superiores convertidos en pastos.  

Detrás divisamos el macizo de Posets .

Así como hemos empezado este reportaje con una fotografía de Mondoto y Sestrales enfrentados, lo terminamos, pero con la perspectiva inversa. 



Track de la ruta y detalles en  https://es.wikiloc.com/rutas-senderismo/pico-mondoto-75800421
Powered by Wikiloc
en 






























Paisajes vegetales del Somontano. Por el camino de la Ferrigala desde el congosto de Olvena.

Hay lugares que actúan como refugio para determinadas especies vegetales, lugares que suponen una excepción y crean islas que nos transportan a otros espacios y tiempos. He pasado los túneles de Olvena, a un centenar de metros del puente de la Sierra me he detenido en un aparcamiento junto al que nace el sendero que asciende a la Sierra de la Carrodilla por su cara norte. Una baranda de madera marca el inicio del camino de la Ferrigala, incluido en la GR-45. 




















El frescor y humedad que acompañan al río Ésera, junto a la orientación en umbría, crean las condiciones adecuadas para el establecimiento de una cubierta vegetal que sorprende al poco de iniciar el camino.



 A cubierto de la densa foresta de quejigos, fresnos y algún que otro pino, crece un denso sotobosque de durillos (Viburnum tinus sp. tinus).

Viburnum tinus


Frutos de Viburnum tinus

 Aquí y allá asoman las hojas del azirón (Acer monspessulanum), pero es el predominio del durillo lo que confiere al lugar un ambiente especial.

Acer monspessulanum

 La forma lauroide de sus hojas, el alto porte de los ejemplares que aquí crecen, y la alta densidad de estos arbolillos me hacen olvidar por un momento que sigo en el Somontano de Barbastro. Me siento transportado a un lugar exótico. Los sentidos no me engañan, el durillo es un arbusto con pasado subtropical. Las hojas anchas, brillantes y correosas guardan similitud morfológica con los formadores de la  laurisilva canaria o con cualquier otro bosque de similar clima. En un pasado remoto, cuando la Península Ibérica se situaba miles de kilómetros al sur, próxima al Ecuador, el clima cálido y húmedo predominaba en estas tierras. La flora termófila y adaptada a una reducida sequedad en verano poblaban estos lugares. Sigo caminando y me encuentro ejemplares de oreja de oso (Ramonda myconi), mata aficionada a los roquedos calizos y que guarda la misma filiación primitiva con el clima paleotropical que el durillo. 


 Ambas especies superaron como pudieron  los periodos glaciares refugiándose en rincones con sol y al resguardo del intenso frío. A la oreja de oso la recibo como lo que es, con alegría por contemplar un endemismo pirenaico que, si bien es frecuente en el Pirineo, no conozco subsista en Aragón más al sur de  donde ahora me hallo. Sigo ascendiendo por el sinuoso camino, la hepática (Hepatica nobilis) y la primula (Primula veris) añaden argumentos para hacerme pensar que estoy en la montaña.

Hepatica nobilis

Primula veris


Las cornicabras (Pistacia terebinthus) han abandonado su aspecto arbustivo de la tierra llana y aquí adquieren un porte arbóreo.

Pistacia terebinthus


 La emborrachacabras  (Coriaria myrtifolia) enseña sus flores femeninas de rosados y glandulosos estigmas.

Flores masculinas de Coriaria myrtifolia


La ascensión me ha alejado del río y sus angosturas. La luminosidad aumenta a medida que la pendiente disminuye. El clima mediterráneo se impone y la vegetación se va transformando gradualmente. Poco a poco la magia de ese bosque de durillos va cediendo, y en su lugar comienza a dominar el boj, la carrasca y el chinebro.  Largas varas de la aliagueta fina (Cytisophyllum sessilifolius) cubren los pequeños claros.

Cytisophyllum sessifolium

 El suelo pedregoso impone su selección y prospera el talictro (Thalictrum tuberosum).

Thalictrum tuberosum


 Aethionema saxatile adorna los resquicios de algunas rocas. 

Aethionema saxatile


Aparecen letreras (Euphorbia flavicoma) de hoja menuda. 

Euphorbia flavicoma


Me detengo en un resalte rocoso que como un balcón se asoma al estrecho que traza el Ésera.

Anthyllis vulneraria

 

Junto a una mata de vulneraria (Anthyllis vulneraria) respiro profundamente intentando captar la mezcla de aromas que ascienden desde el fondo del congosto mientras un impasible buitre planea bajo mis pies.

Congosto de Olvena desde camino la Ferrigala




























Nota:Artículo publicado en Rondasomontano, edición impresa, y ampliada aquí con fotografías.

Paisajes vegetales del Somontano de Barbastro. Del Salto de Bierge a la fuente de la Tamara.

 

Al salir del aparcamiento que está junto al Salto de Bierge se percibe el frescor que genera la ribera del Alcanadre, pero al poco de comenzar a caminar hacia la Tamara uno se da cuenta de que hasta el final del camino esa frescura quedará como un eco, en su lugar sólo sentiremos  el aliento cálido del monte mediterráneo. El río describe curvas inverosímiles tallando el rojizo horizonte rocoso dejando a su paso una cinta verde de chopos y fresnos. 

Curva del Alcanadre inmediatamente después del Salto de Bierge.


Todavía la humedad del río ayuda a formar pradillos donde florece Prunella laciniata.
Prunella laciniata



  Recorro con pies ligeros los primeros tramos de pista bordeados por campos de labor y esparcetas. La pista por la que camino  me  separa más del río y termina en un  tramo acondicionado para personas con movilidad reducida. Durante unos metros estas personas podrán disfrutar de la conjunción de río y bosque, de roca y cielo.  Puedo ver cómo el río queda encorsetado entre la roca y a su alrededor crece un denso bosque.  Es un bosque dominado por la encina generosa que comparte espacio con pinos, chinebros y sabinas.  Forma un tejido denso, impenetrable, epidermis que parece antigua, primigenia y nos narra el ascenso de los bosques cálidos por las sierras prepirenaicas al término de la última glaciación. Los Quercus se hicieron dueños y desplazaron a Pinus y Juniperus. Desde un mirador contemplo un paisaje donde todo es agua roca y bosque. No aparece más huella humana que alguna estrecha vereda. El aire se llena con los ruidos del bosque y el río. No lo interrumpe ningún sonido extraño.   El bosque entero se me antoja como una comunidad de árboles que se hablan con el susurro de las hojas y la química de sus raíces, en tan estrecha proximidad que se comportan como un único ser que respira y crece.  Quiero adentrarme lo antes posible entre los aromas resinosos de pinos y sabinas,  acariciar las hojas de la alborcera, o contemplar el terso limbo del lentisco. 
Pistacia lentiscus


En el suelo reseco, en pequeños claros, crecen las cucharetas (Leuzea conyfera) que atesoran en las escamas de sus cabezuelas el brillo del sol. 


En la semisombra de estos suelos caldeados  nunca arados crecen algunas Epipactis de pequeñas corolas en forma de artesa que almacenan los dulces jugos que atraen  a las hormigas. 

Flor de Epipactis helleborine




Entre los cascajos soleados forma extensos tapices el camedro (Teucrium chamaedrys)
Teucrium chamaedrys



 y la rara Ononis rotundifolia luce sus bellas hojas redondeadas. Esta planta es indicadora de los bosques frescos submediterráneos. Vista aquí junto a otras plantas termófilas nos muestra que los gradientes térmicos producidos por los cambios de orientación de las laderas producen esta rica biodiversidad. 
Ononis rotundifolia

El camino se amolda a los  contornos del paisaje, sube, baja, gira mil veces. Al pasar junto a una pared de conglomerado veo colgadas las flores de Petrocoptis guarensis, que por su exclusividad bien podría servir de emblema para este territorio: austera y resiliente, bella en su sencillez. Las flores, al madurar, buscan la proximidad de la roca para curvar sus tallos. En los resquicios de las rocas  depositan las semillas intentando evitar que caigan al suelo y se pierdan. 
Petrocoptis guarensis


Cápsulas maduras de Petrocopsis guarensis flexionadas hacia la roca y las todavía en flor separadas.


Camino ahora sobre terreno despejado, suelo desnudo donde a pleno sol crece Convolvulus lanuginosus, muy escaso en nuestras tierras. Compruebo el tacto sedoso de los largos cilios  que cubren  la base de sus flores. Una araña cangrejo, mimetizada por su color cerúleo, usa las campanas de las flores como campo de caza.


Cistus salviifolius se intercala ocasionalmente en el matorral y le añade color.
Cistus salviifolius

El camino me asoma a los riscos ocultos entre la vegetación, a lo lejos veo la pared rocosa del Huevo de Morrano, vestigio de cauces extintos que crearon relieves fosilizados tallados en aluviones traídos de las montañas del norte. Me detengo un rato para contemplar la última curva del río antes de llegar a la fuente de la Tamara.

Huevo de Morrano


 Desciendo con rapidez al río, con ansia espero refrescarme en sus aguas y cobijarme del sol a la sombra de sus altos chopos. A mi lado, en la orilla arenosa del río, crecen grupos de Linum campanulatum,  y la hierba falangera (Anthericum liliago) desafiantes ante las impetuosas crecidas de este río.
Linum campanulatum
Anthericum liliago


Hay varios mundos en el lugar de la fuente de Tamara. Arcillas rojas y areniscas están pobladas de pino de Alepo en las repisas de la pared, y chopos y sargueras junto al río. En la orilla contraria, las grises calizas están colonizadas por las sabinas negrales. 
Poco antes de iniciar el regreso me acerco donde el río se encaja entre las calizas y esculpe gorgas y ollas. Allí entre las grietas crecen pequeñas sabinas negrales. La grisácea caliza recibe todo el poder del sol. Me cobijo como puedo bajo una pequeña sabina. Su tronco se abre paso sobre la roca desnuda. Entre tanto, mis ojos vagan por las esmeraldas ondas del Alcanadre.

Fuente de la Tamara




Nota:Artículo publicado en Rondasomontano, edición impresa, y ampliada aquí con fotografías.