Queríamos ver lo más cerca que pudiéramos el pico Fitz Roy, tanto por su fisonomía como por la aureola épica que le rodea. Además nos atraía su entorno. Es así como emprendimos acercarnos a la Laguna de los Tres desde el río Eléctrico.
Desde Chaltén tomamos un transporte que nos acerca al puente que atraviesa el río Eléctrico. Una alambrada nos marca el límite de una de las enormes haciendas que rodean el parque Nacional de los Glaciares. Desde aquí enlazaremos con la ruta del Pilar para llegar al lago de los Tres. Los valles tienen una anchura excepcional.
El sendero está marcado aunque algún tramo queda desdibujado al ser inundado por el río.
Sabemos que la ruta normal está siempre muy concurrida. Por esta otra alternativa nos vamos encontrando con algún excursionista, pero muy pocos.
Después de unos kilómetros caminando por el fondo del valle entre matorrales, entramos paulatinamente en los bosques de Nothofagus. El sendero gana altura y muestra algún rincón escondido que invita a la contemplación. El Glaciar Piedras Blancas aparece cayendo en seracs y sus aguas alimentan un lago de color azul blanquecino. Detrás aparecen las agujas que acompañan al Fitz Roy, pero éste todavía no se deja ver.
Simpática advertencia la alusión a las "fuerzas de la Naturaleza"
Hemos conectado con el sendero del Pilar, que a su vez conectará con el sendero principal. Desde un otero despejado de arbolado tenemos ante nosotros la sucesión de agujas que rodean al Fitz Roy, éste sigue envuelto en la nube. Sí se ve claramente la aguja Poincenot.
Como nuestro destino está allá enfrente, deberemos bajar al valle y subir la ladera opuesta para llegar a la Laguna Los Tres. Desde aquí ya vemos en el bosque de enfrente el corte de la ancha senda que después sube muy pendiente por la roca. El Fitz Roy sigue parcialmente oculto.
Tomando más altura, tras las lagunas aparece el paisaje patagónico más allá de las montañas: vastas extensiones de formas llanas. El gran lago Viedma.
Ya quedan unos pocos metros más para llegar. No sólo la subida acelera el corazón, el escenario que se va abriendo a cada paso también contribuye. Los perfiles de estas montañas tienen su propia personalidad y son irrepetibles.
Casi de repente, se abre semejante escenario ante nosotros. Es difícil que no se sobrecoja el corazón ante paraje tan indescriptible.
El glaciar superior llamado Ventisquero Piedras Blancas llega hasta el borde de los verticales acantilados que se desploman sobre el glaciar inferior, el glaciar de Los Tres. La aguja Poincenot rivaliza con el Fitz Roy.
El mapa nos dice que no debe estar lejos un segundo lago, la Laguna Sucia. Basta con caminar un poco más hacia el sur y subir un pequeño resalte rocoso para que aparezca el segundo lago y se amplíe el escenario.
Supone un gran esfuerzo dejar un lugar así, pero el camino de vuelta es largo. Nos esperan unos diez kilómetros y casi mil metros de desnivel hasta El Chaltén, volviendo por la ruta normal. Debemos cruzar nuevamente el río Blanco, atravesar el bosque donde está el campamento Poincenot. Bordear la laguna Capri y seguir descendiendo entre el bosque y onduladas colinas hasta el río Las Vueltas donde se asienta El Chaltén.
La ventaja es que volvemos por ruta diferente y llena de atractivos. El cartel del puente avisa que hay que pasar de uno en uno.
Siempre peculiares los bosques patagónicos.
Las líneas horizontales dominan Patagonia. Las montañas son el perfecto contraste.
Unas flores aisladas de Perezia linearis, de la familia Compositae (Asteraceae) que habita en las zonas de montaña del cono sur de América..
Contraste de vegetación y tonos ocres de los estratos.
Todavía tenemos ocasión de ver alguna flor: flor de capachito o como le llaman aquí topa-topa. (Calceolaria biflora)
Tras más de 23 kilómetros y 900 metros de desnivel tanto de subida como de bajada, llegamos al inicio del camino en El Chaltén. Día de intensas emociones que siempre recordaremos.