Para que nadie se lleve a engaño, he puesto la primera foto en el entorno donde está el acebo. Así se podrá comprobar que no es un ejemplar que haya salido espontáneamente, sino que la intervención humana ha sido decisiva para que este hermoso ejemplar muestre en estas fechas los frutos. Crecen un par de acebos bien arrimados al muro de la iglesia de El Pueyo, junto al vano gótico de una de sus ventanas (la iglesia es del gótico inicial, de decoración cisterciense, en torno al 1.300). El lugar está bien elegido, pues aprovecha el frescor de estos muros orientados hacia el norte. En condiciones naturales, El acebo vive en compañía de hayas y abetos subiendo hasta los 2.000 metros, y también en barrancos de umbría donde conoce al quejigo, llegando a presentarse en algunos puntos del prepirineo, en torno a los 700 metros. En estas tierras del prepirineo se le acostumbra a llamar "escardón".
En El Pueyo veremos frutos sólo en uno de los ejemplares. El acebo es árbol dioico, esto es que tiene pies masculinos y femeninos. En El Pueyo hay de los dos, con lo que la polinización está asegurada.
En El Pueyo veremos frutos sólo en uno de los ejemplares. El acebo es árbol dioico, esto es que tiene pies masculinos y femeninos. En El Pueyo hay de los dos, con lo que la polinización está asegurada.
Como los del El Pueyo ya son ejemplares añejos ya no tienen preocupación por protegerse de herbívoros, y así las hojas de las ramas más antiguas carecen de las espinas marginales que vemos en otros acebos de menor porte.
Los frutos son purgantes, y producen vómito. También hay que advertir que su acción puede ser muy peligrosa por su alta toxicidad. Deben extremarse la precaución de que no ingieran los frutos los niños.
Me gusta ver estos acebos en lo alto de El Pueyo. De crío subía con mis padres y hermanos y contemplábamos el Pirineo, tan lejos y tan cerca. Con la mesa de orientación que estaba esculpida en mármol nos guiábamos por las siluetas de las montañas que se recortaban en el horizonte. La gente del Somontano tenemos sangre de montañeses. En cuántas familias hay un antepasado que bajó de la montaña. Yo tengo el mío. Mi abuela paterna, Matilde, que bajó de Fragen con su apellido Cazcarro. Era menuda y frágil cuando la conocí. Yo era muy pequeño y no tuve ocasión de preguntarle sobre su vida en la montaña. Esta unión entre el llano y el Pirineo, ese telón de fondo que vemos todos los días, quizá sean el motivo de que tantas veces hagamos el camino de vuelta para recorrer los senderos de la montaña.