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Sestrales Bajo y arco geológico

De nuevo por Sestrales. Aunque este pico de fácil acceso ofrece unas bellas panorámicas sobre las Tres Sorores y el cañón de Añisclo, siempre me había parecido una ascensión un tanto sosa y monótona: seguir la herbosa pendiente y llegar hasta Sestrales Alto para desde allí contemplar las vistas. Sí es cierto que siempre he procurado salir del camino y asomarme al nacimiento de las canales que jalonan el camino. Pero esta vez dos ocasiones me han hecho cambiar de opinión: la primera cuando subí con Marisol y mi hija Aurora a Sestrales Bajo. Se me ofrecieron perspectivas nuevas interesantes. La segunda cuando el objetivo fue visitar el arco geológico que se esconde cerca de Sestrales Bajo. En esta ocasión José Vicente me condujo por el paisaje kárstico que alberga rincones sorprendentes. Ambas subidas a esta modesta montaña me han hecho cambiar su valoración, aunque ahora ya no me contentaré con subir al Sestrales.

Ya hay en este blog una entrada dedicada a este pico, ( Sestrales en otoño ) evitaré repetir fotografías y centrarme en aquellas que añadan algo nuevo. 


Para acercarse a Sestrales Bajo se pasa por atractivos lapiaces

Acinos alpinus



Entre Sestrales Alto y Sestrales Bajo también se forman canales que bajan vertiginosamente hasta Añisclo.




Para fotografiar algunas habitantes especiales, hace falta estirarse un poco.

Androsace pyrenaica
Androsace pyrenaica



Narcissus assoanus de altura.


Polypodium vulgare pende de los extraplomos

A medida que caminamos más al sur se va descubriendo el perfil curvo de Mondoto, excepcional anticlinal.

Alto valle de Vio con Fanlo-Nerín

En el relieve en cuesta de las faldas de Mondoto se asienta Nerín.


Al otro lado del valle de Añisclo el espeso bosque deja paso al valle plano de Vio y Buerba

Desde Sestrales Bajo, la exótica figura de la Peña Reloch y acontinuación la peña Garrot del diablo. De telón de fondo los pliegues verticales del Tozal de San Miguel.

Visto en conjunto, los pliegues del tozal de San Miguel se prolongan y reconstruyen en la imaginación para unirse a la continuidad de la sierra de Sestrales, ambas partes divididas para siempre por el Bellós.

Embalse de Mediano entre la bruma.

Cambiamos de rumbo y nos dirigimos hacia el este para descubrir los rincones de esta montaña en la vertiente opuesta.




Las calizas se entremezclan con las cuarcitas, mostrando modelados diferentes producto de la diferencia de dureza de las dos rocas.


Anthyllis vulneraria

Oxytropis foucadii, leguminosa endémica del Pirineo.



Hacia el oeste, Castillo Mayor de Puértolas aparece como un inmenso campo de caliza. 

En las duras cuarcitas cuarteadas se forma una sima.




Pinus uncinata (pino negro) con porte de cojín.


Arenaria  moehringioides

La tendencia de fractura en poliedros de la cuarcita crea formas caprichosas como el arco geológico. José Vicente se dirige hacia la base de esta imponente figura.



Track y detalles de la ruta en 

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Paisajes vegetales del Somontano. Las chesas

 Es tradición secular en Japón celebrar la fiesta del hamami. La gente se concentra a los pies de los cerezos y contemplan la exuberante  floración de multitud de especies y variedades de cerezo japonés. Es una fiesta muy popular que congrega a las gentes al pie de estos árboles para celebrar el renacimiento de la vida acompañando la contemplación de los árboles con la alegría de la comida y la bebida. Yo tengo mi particular fiesta del hamami, muy discreta, no para mirar un árbol sino una pequeña y delicada flor solitaria.

 Es un azafrán silvestre (Crocus nevadensis spp. marcetii)  que nace en los yesos al sur de Barbastro y , aunque no tiene valor culinario, muestra una sencilla belleza.  La primera vez que vi esta flor en el Somontano  fue hace unos cuatro años, cuando comencé el seguimiento pormenorizado de algunas especies que habitan el duro ambiente de los yesos, nuestras chesas. Me sumé al proyecto  creado por el Instituto Pirenaico de Ecología (IPE-CSIC) cuyo fin es establecer una red de monitorización de plantas de la Comunidad autónoma de Aragón. Entre las plantas que serían objeto de estudio durante no menos de diez años  no estaba este azafrán, pero antes de iniciar los recuentos en abril pensé que sería interesante catalogar toda la vegetación que  hubiera en la zona. Ese año me acerqué una fría mañana de febrero pensando que la vegetación estaría todavía dormida. En efecto, poca cosa había por anotar, pero de lejos vi en un rellano unas motas blancas que me llamaron la atención. El suelo estaba salpicado de flores recién abiertas de este azafrán de flores blancas con venas violetas en su cara exterior. Desde entonces saludo a la primavera cada año con mi rito de contemplación de esta flor. Con ella doy por iniciada esta estación que tantas satisfacciones me aporta. Tengo que reconocer que esta flor me ha hecho cambiar la manera en cómo veo y valoro estos terrenos dominados por los yesos. Contemplo las suaves ondulaciones blancas de las colinas de yeso. Son como erupciones juveniles en la epidermis de la Tierra, algunas blancas, otras levemente cubiertas de ralos arbustos  pardos, otras densamente pobladas por carrascas y chinebros, diversos grados de densidad vegetal que relatan las vicisitudes que han llevado cada una de estas colinas.  Me sitúo en un lugar que domina el horizonte. Vistas en perspectiva, estas suaves colinas son la antesala de los escalones tectónicos de las sierras que constituyen lo que llamamos Guara, y detrás, contemplo extasiado el Pirineo nevado extendiéndose como telón de fondo. 

Distintos  niveles (chesas, sierras exteriores, sierras interiores y Pirineo axial ) que sirven de hogar a  la fabulosa biodiversidad vegetal que nos rodea. Este año he vuelto otra vez, ritualmente.  Jirones de niebla se arrastran y destilan gotas de agua sobre el suelo reseco, la única agua que han recibido estas colinas desde hace casi dos meses.  La niebla se levanta y forma una pátina grisácea sobre  las colinas y montañas lejanas que comienzan a desvelarse. La brisa que acompaña a la bruma levanta aromas renovados de tomillos y genistas. Los asfódelos comienzan a formar verdes macollas de hojas apretadas.  Algunos cristales de yeso brillan tímidamente cuando un rayo de sol atraviesa la menguante niebla. Entre los resquicios de estos cristales sale retorcido el tronco del  romerillo (Helianthemum syriacum).

Costras de líquenes en lenta labor preparan el suelo donde luego crece la mermasangre (Lithodora fruticosa).

  Compitiendo con el denso lastón (Brachypodium retusum) , la badallera (Gypsophila struthium  subsp. hispanica) se impone por su altura. 

Ahora ya no se recolectan sus tortuosas raíces para elaborar lejía.    La rabaniza blanca ( Diplotaxis  erucoides ) ha florecido durante lo más crudo del invierno allí donde el ser humano le ha labrado el suelo o lo ha dejado en barbecho. 

 En oquedades y rellanos que miran al norte, el musgo tapiza de intenso verde (en contraste con el resto de vegetación de tonos pardos) y entre sus estrelladas hojas nacen plantas efímeras, diminutas, como Hornungia petraea



o Erophila verna 

que alcanzan a vivir mientras la humedad primaveral las sostenga hasta morir al llegar el verano. Las primeras hojas  de Plantago albicans  ocupan los lugares de suelo polvoriento,


 y donde más duro y seco se muestra el suelo se arrastra la Herniaria fruticosa.

 En un prodigio de adaptación  Helianthemum  squamatum afronta los duros inviernos y los inclementes veranos, pequeño arbusto especialista de los yesos de los que extrae el agua contenida en sus cristales, ahora en invierno tan apenas muestra las carnosas hojas, pero en mayo lucirá luminosos ramilletes de flores amarillas. Larga sería la lista de las plantas que habitan las chesas a pesar de su apariencia estéril. No todas caben aquí. En conjunto componen un paisaje vegetal rico en adaptaciones, sorprendente por su resistencia.


La biodiversidad es garantía de calidad y sostenibilidad de un lugar. Las chesas del Somontano de Barbastro albergan la suficiente biodiversidad vegetal como para que valoremos la importancia de este enclave natural. Crocus nevadensis, pequeño azafrán endémico del Prepirineo  y que baja hasta nuestros yesos, nace  todos los años para recordármelo.

La lista de especies que podemos encontrar en estos lugares es larga, valga aquí una breve selección:

Crucianella angustifolia


Campanula fastigiata

Avellinia michelii

Helianthemum salicifolium

Astragalus monspessulanus

Bupleurum baldense

Desmazeria rigida

Brachypodium distachyon

Polygala monspelliaca

Linum suffruticosum

Reseda stricta

Agropyron cristatum

Narcissus assoanus

Asterolinon linum-stellatum

Ononis tridentata

Asphodelus cerasiferus

Lithospermum apulum

Euphorbia exigua