Camino del Pueyo. Eryngium campestre.(hierba santa)

capítulo floral de Eryngium campestre
Este cardo, perteneciente a la familia de las umbelíferas, disimula discretamente las flores verdosas, todas ellas agrupadas en unos capítulos globosos, bajo los cuales se abren las espinosas brácteas de características similares a las hojas. Florece en pleno verano, y con el calor llegará a secarse, de manera que cuando soplen los vientos que avisan del otoño podremos ver la mata correr por los campos, propiedad que le ha valido el apelativo de cardo corredor. Un único tallo sujeta toda la masa globosa al suelo, tallo que al partirse oportunamente permitirá que la mata al rodar por los campos disperse las semillas las semillas en su carrera por cunetas y baldíos. Es en los tallos secos  que quedan en tierra y que volverán a reverdecer en la siguiente primavera donde se desarrollan los deliciosos hongos de cardo.
Desconozco el porqué del apelativo tan generoso de cardo santo que se le aplica en las tierras del Somontano y también del resto de Aragón; se ha empleado su cocción como diurético, y alguna aplicación mágica se le atribuía como planta protectora. En cambio, si sé que  debió cautivar al pintor checo Alfons Mucha, quien incluyó a este cardo en uno de sus carteles modernistas allá por principios del siglo pasado. Y es que su forma estrellada, y la disposición abigarrada de sus ramas dan para más de un motivo decorativo, de suerte que una planta tan humilde llegó a formar parte de una obra de arte que triunfaría en el París de la Belle epoque. 
Mucho más prosaico es el uso que se le dio como planta para producir yesca. En la actualidad el fuego se obtiene muy fácilmente. Pero hasta el siglo XIX no existieron los fósforos. Por aquel entonces la producción del fuego pasaba por la obtención de una chispa  con pedernal y hierro, y el encendido de una materia especialmente combustible. Uno de estos materiales era este cardo, el cual una vez  machacado,trenzado y desecado cumplía esta función en las economías autárquicas de muchos pueblos.
No tendrá dificultad el caminante para encontrar al cardo santo caminando hacia el Pueyo; abunda en cunetas y algún barbecho, más todavía si el suelo está algo nitrogenado. Deténgase quien quiera junto a él. Observe  las estilizadas líneas de sus coriáceas hojas, cómo describen curvas los márgenes acabados en afiladas púas. Piense en la mano hábil de ese pintor que con precisión de botánico utilizaba la naturaleza para acercarla al hombre y así introducir la belleza en la cotidiana vida de las personas.

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