"La vida se abre camino" es la frase lapidaria que el protagonista matemático de Parque Jurásico (Ian Malcom) lanza como argumento ante sus dudas de que se pueda controlar totalmente la naturaleza. La teoría del caos aplicada a la biología.
En la evolución de las especies botánicas algunas plantas ejemplifican esta máxima vital. Todo se aprovecha, todas las posibilidades entran en el juego de la vida. La cuscuta podría ser un buen ejemplo de esta idea.
La máxima de que las plantas obtienen su energía mediante el proceso de fotosíntesis es contradicha por las plantas que no desarrollan ningún órgano verde. Me refiero a las plantas parásitas. La cuscuta nace de una minúscula semilla, y al germinar desarrolla un finísimo y débil tallo. La vida del tallo depende de la energía acumulada en la semilla. El tallo no tiene hojas, no puede obtener mediante fotosíntesis nutrientes extra. A no ser que encuentre en su breve crecimiento otro tallo, preferentemente de una leñosa como el tomillo o la aliaga. Si este contacto se produce, la cuscuta desarrolla un finísimo chupón que penetra en la planta hospedante hasta que encuentra las células que transportan los nutrientes.
Una vez establecido el primer contacto, la cuscuta prospera y se enreda en el arbusto parasitado cubriéndolo con una enmarañada red rojiza de tallos delgados como cabellos. El primer tallo, unido a tierra, se seca y la planta parásita vive enteramente suspendida del hospedante.
En estos primeros días de abril, Cuscuta epithymum ya ha desarrollado las flores. Se agrupan en apretados grupos que hacen más visibles estas pequeñísimas flores rosadas de tan apenas 5 mm. Es fácil ver las madejas de filamentos rojizos en tomillares o renuevos de aliagas. Es una ocasión para detenerse y contemplar una más de las múltiples formas de la combinatoria vital de la naturaleza.
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