Y llegarán las primaveras

 Salgo a caminar siguiendo a contracorriente el río Aguas Limpias. Entro en la región donde el tiempo, lejos de detenerse, se multiplica por la presencia de múltiples ritmos que este lugar, como cualquier otro  del Pirineo, alberga. El río fluye con sus contracantos, voces claras y voces graves que susurran diferentes melodías. Pero no son éstos los ritmos que voy buscando. La nieve todavía  cubre las laderas y en el camino crujen los cristales de hielo. Me acerco a la Selva de la Laña, donde las hayas desnudas cubren la ladera. Allí entre la nieve busco la primera primavera. No tardo en encontrarla reflejada en los blancos pétalos de la “perforanieves”. Con esta delicada flor inicio cada año el ritual de las múltiples estaciones.  Aunque las retahílas escolares pregonan que son cuatro las estaciones, cualquiera que haya vivido el paso del tiempo sabe que hay muchas primaveras, varios veranos, algunos otoños y un invierno. Con la “perforanieves “ se despereza la primavera en los hayedos. 


Más tarde, la hepática (Hepatica nobilis) avisará que la primavera de quejigares y pinedas sale de las sombras.


 Los narcisos (Narcissus pseudonarcissus) revelarán que la primavera corretea por  el valle cuando  las grullas ya han completado su viaje de retorno. 


Queda la primavera que vive allá arriba, en los pastos de altura, y que todavía dormita. Su despertar será proclamado con las trompetas de la soldanela  (Soldanella alpina).



Estoy junto a la perforanieves. Derrito entre mis dedos los granos de hielo que la rodean. El hielo me habla de otros ritmos. Miro alrededor y contemplo las laderas que ascienden hasta los garmos. El hielo, en su parsimonia, modeló estas montañas en lentas lametadas. Las laderas pulidas por desaparecidos glaciares me hablan de los ciclos pasados y futuros. El ritmo de los hielos tampoco se deja atar por las exactas medidas de años o milenios. El hielo todavía sigue triturando las montañas a golpe de quiebro. Quién no se ha sobrecogido al oír el crujido de las rocas  partidas por el hielo en el helado silencio de la madrugada.  Es un continuo trabajo que está anclado en el ahora. 

Paso junto a grandes losas redondeadas donde las uñas del hielo han dejado surcos grabados en la dureza del granito. Cada cristal encerrado en estas moles me transporta a las edades de la tierra, a cordilleras desaparecidas, a mares perdidos en la oscuridad del tiempo. El pulso de la Tierra lo percibo en cada tonalidad pétrea. Su respiración, en los ondulantes pliegues que modelan cada una de las montañas. Es un aliento que hace ridículo el compás que marcan mis pasos.

En la naturaleza el tiempo se manifiesta en ritmos múltiples y variados, alejados del monótono uniforme  racional  del tiempo humano.


Nota: perforanieves es una planta llamada por los botánicos  Galanthus nivalis. Crece en contados lugares del Pirineo y se despierta del letargo invernal cuando la capa de nieve que la cubre es lo suficientemente delgada como para que los rayos solares la atraviesen y activen su ciclo vital.

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