En la más temprana primavera vamos a encontrarnos con esta diminuta flor, que en condiciones óptimas no alcanza más allá de los 15 cm. Su vida está estrictamente vinculada a la disponibilidad de agua, de tal manera que el tamaño de su porte depende de este elemento. Su ciclo vital es tan breve que no llega a cumplir el año, y tan pronto florece, rápidamente comienza a madurar el fruto, que incluso vemos crecer entre los pétalos.
Tan exclusiva es de la primavera que Linneo la denominó verna, incluyéndola en el género Draba. Augustin Pirame de Candolle discrepó en el género creando uno específico llamado Erophila (amante de la primavera). Finalmente fue el botánico francés François Fulgis Chevallier quien la identificó como Erophila verna,acepción comunmente aceptada en la actualidad, redundando sobre la querencia primaveral de esta planta.
Pertenece a la familia de las crucíferas, por lo que hay que aproximarse mucho a la flor para descubrir que no son ocho los pétalos que luce, sino cuatro. Cada pétalo está muy escotado, sujetos ambos labios en la base.
Veremos que las hojas las tiene agrupadas en la base formando una roseta, y que las hojas están recubiertos de blanquecinos pelos. En nuestro territorio predomina la subespecie spathulata, que se caracteriza por no desarrollar más de dos tallos (escapos) florales, y tener el fruto elíptico.
Erophila verna es una planta ruderal y arvense, no desdeña los márgenes de camino y se hace especialmente prolífica allí donde la rosada primaveral aporta diariamente la humedad suficiente. Es una planta oportunista de suelos poco profundos. La hemos visto crecer junto al musgo, sobre el hormigón, aprovechando el mínimo suelo que el briófito creó. Su pequeño tamaño hace que pase desapercibida, pero embellece las fisuras de la roca caliza de El Pueyo, ilumina los márgenes del camino cuando todavía apenas otras plantas han despertado, y lo que es más importante, aporta su grano de arena para la formación de suelo. Estos pequeños colonizadores van construyendo milímetro a milímetro, pero con la perseverancia que sólo la Naturaleza tiene, el apoyo para especies mayores.
En las últimas décadas se ha ido formando un movimiento agrícola que practica el cultivo sin agresión al suelo. Evitan el laboreo excesivo de la tierra, la labra, en tanto que destruye el suelo Defienden que la siembra directa es tan productiva o más que el sembrado en surco, y sobre todo, insisten en que si no se cuida el suelo vegetal, la tierra empobrece. No podemos olvidar que las siempre denominadas "malas hierbas", las arvenses y ruderales que acompañan a campos y caminos, forman parte del sistema de creación del suelo. Quizá tengamos que aprender a integrarlas en nuestros cultivos. Si el hombre y su cultura crea los paisajes agrarios, las plantas, con la concurrencia de insectos y microorganismos, forman el suelo que los mantiene.