En las gleras del Cinca, aprovechando los limos que se acumulan entre las piedras ferrancas encontramos fácilmente esta hierba de la familia de las compuestas, inconfundible por el indumento blanco que la recubre.
Andryala ragusina es una especialista de terrenos soleados. La fina borra blanca que prácticamente la recubre por completo evita un exceso de transpiración. El blanco refleja los rayos solares y evita que éstos penetren en las hojas, que dañarían sus estructuras fotosintéticas.
En el término de largos cabillos se agrupan las flores en capítulos , como ya estamos acostumbrados a verlo en otras especies de la misma familia.
Las flores exteriores tienen amplias lígulas terminadas en cinco o seis dientes paralelos, otras flores, las internas, concentran los órganos sexuales que permitirán su reproducción.
Las flores exteriores tienen amplias lígulas terminadas en cinco o seis dientes paralelos, otras flores, las internas, concentran los órganos sexuales que permitirán su reproducción.
Se le conoce por yerba del besque. Hace no muchos años se exhumaban sus raíces para extraer unos canutillos pegajosos formados por larvas que viven asociadas con esta yerba. Con estos canutillos de larva se preparaba una liga que era utilizada para pringar las berguetas, palitos hechos normalmente con ramas de retama o similares y que se repartían por las ramas de una barraca. Era la barraca normalmente un grupo de carrascas que se acondicionaban para poner en su centro el reclamo. El reclamo era un pájaro cantor enjaulado que con sus trinos atraía a otros pájaros de su especie. Éstos al poner patas o alas sobre las berguetas quedaban atrapados por la liga del besque. Era el momento en el que el cazador, al acecho en algúna barraca vecina, se apresuraba a coger con la mano los pajarillos y tras liberarlos del besque, los introducía en la jaula donde allí pasaría el resto de sus días el pajarillo, si no es que iba destinado a la cazuela. Cuando era yo un crío, era frecuente ver cardelinas en jaula. Eran tiempos de poca televisión y mucha radio. En las casas se buscaba el trino de los pájaros, el chirrido de los grillos. Unos y otros eran atrapados para llevar esos sonidos de la naturaleza a las casas. Siempre me llamó la atención la bravura de las cardelinas, que siempre se mostraban ariscas con quien las mantenía encerradas. Eran animales para estar libres, no en minúsculas jaulas de madera y alambre. Afortunadamente la práctica de caza con besque no está permitida, y lo que es mejor, socialmente dudo que esté aceptada. La sociedad se ha tecnificado, vivimos bastante lejos de la naturaleza, pero quizá hallamos ganado más en sensibilidad respecto a estos animales que nos rodean, y que preferimos verlos, aunque sea fugazmente, en las pequeñas bandadas que a veces recorren, nuestros campos. Cada vez hay menos pájaros en el cielo, dicen los mayores. Los pesticidas, y la caza indiscriminada les han hecho mucho daño. Dejemos para el recuerdo y para la etnología una práctica que ya no es acorde con nuestros tiempos.