Camino de El Pueyo. Portulaca oleracea "verdolaga"

 Como la vegetación comienza a languidecer, los yermos aparecen más despejados, las grandes plantas se van agostando. Es un buen momento para encontrar, con mayor facilidad, esta planta rastrera, muy frecuente en baldíos, pero también en huertas y cultivos, que ya desde principio de verano nos acompaña.
La verdolaga pertenece a la familia de las Portulacaceas. Quizá por ser una especie invasora, procedente de oriente en épocas muy antiguas, es la única especie de esta familia que por nuestras tierras podemos encontrar.

Tiene los tallos y la hojas carnosas. Produce pequeñas flores de amarillo muy llamativo sentadas en las axilas de las hojas. Como hecha numerosas semillas, se reproduce y extiende con facilidad. Esta facilidad de propagación hace que se la incluya entre las "malas hierbas". 
Ángel Lorente, colega musical en la Banda de Barbastro y amigo de gustos naturistas, me recordaba hace unos días los valores nutritivos y medicinales de esta planta. Yo recordaba que Font y Quer le otorgaba valores diuréticos. Mirando en internet parece ser que contiene abundantes antioxidantes. Yo recuerdo, que en los años 80 era habitual ver en los mercados de calles y plazas de Italia la versión cultivada(Portulaca sativa) de nuestra verdolaga  e incluso la servían en algunos restaurantes en las ensaladas junto con flores de calabacín. Ángel me informa de que el rey Enrique VIII era tan aficionado a esta hierba que no tomaba ensalada que no la contuviera, y anteriormente , los romanos hacían encurtidos de verdolaga para comerla también en ensaladas, así como para obtener un vinagre gelificado, pienso yo que será por su alto contenido en mucílago. El sabor de la  verdolaga es atractivo, aunque quizá un tanto fuerte para los delicados paladares actuales, pero sin duda le da carácter a una ensalada tomándola en crudo , aliñada con aceite y vinagre de la tierra, y bien fresca, que es cuando más propiedades tiene. Con estas virtudes ¿quién se atreve a decirle en la cara "mala hierba"?


Punta baja de Napazal

Esta es la segunda entrega de nuestra estancia en Lizara este verano. Tras subir al Bisaurín apetece dar un paseo sin cansar demasiado el cuerpo. Así pues, decidimos subir al collado del Bozo,  y ver qué se divisa desde allí. Una vez en el collado  cuesta poco  encaramarse a la punta Napazal, redondeada loma, producto del esqueleto rocoso formado por los flysch,  las facies rocosas sedimentarias que forman el armazón de estas montañas.


El llano de Lizara es un espacio para la historia. La historia geológica ha dejado las huellas de las cicatrices sobre la roca caliza que, aunque oculta por el prado alpino, muestra la forma de numerosas dolinas. La historia humana ha dejado sus huellas en el dolmen, muy deteriorado, que nos habla de gentes que ya practicaban la ganadería en esta tierra hace milenios.


En las proximidades de una cabaña de pastores hacemos acopio de agua fresca. Está bien resguardada del ganado, por lo que la bebemos con confianza. Al tiempo que nos refrescamos, observamos el llano de Lizara, y el camino recorrido ayer para ir al Bisaurín que se extiende frente a nosotros.




 Gracias al frescor y humedad que le proporciona el fondo de una pequeña sima en la roca caliza crece, rodeada de helechos,  una megaforbia propia de ambientes húmedos: Adenostyles alliarae.




Un rebaño de ovejas juega a simular los estratos de la roca. Van con la cabeza gacha. Más tarde los encontraremos sesteando, amodorrados,  con el morro apoyado en la reseca roca, inmóviles, pasando como pueden la hora de calor.

La humedad de un pequeño regato es suficiente para que Parnassia palustris prospere a pesar de la dureza de este verano.

Hemos superado el collado de el Bozo y nos dirigimos a la punta baja de Napazal. Un empedrado natural sigue fielmente la curvatura de la loma. Posiblemente, la gelifracción ha hecho el capricho de cuartear geométricamente la roca.

Con poco esfuerzo, este rincón del Pirineo nos regala tan espectacular visión, una barra caliza que cierra de oeste a este los valles de Aragüés y de Aísa. Frente a nosotros tenemos el macizo de Bernera y la Sierra de Aísa.

Una pequeña umbilífera, Bupleurum ranunculoides da una pequeña nota de color en estos pastos agosta

Gypsophila repens ,encespedante planta de hojas glabras,  muestra las últimas flores de la temporada. La mayoría de ellas ya marchitas.

El día es caluroso, pero la altura mitiga el agobio y permite una contemplación detallada de la barrera caliza. Con el mapa en ristre comenzamos a nombrar las cimas. Mirando hacia el Norte,comenzamos por el flanco Oeste, dominado por el Bisaurín y  el Macizo de Bernera.
y seguimos por el lado Este, contemplando la sierra de Aísa , el llano de Nazapal y el dominio del refugio Rigüelo:

Hacia el sur las formas se suavizan. Son las sierras exteriores del Pirineo, de geología totalmente distinta. La cuerda que parte del collado del Bozo se extiende hacia el sur culminando en la Punta de Mesola, máxima altura de la sierra de la Estiba que separa el valle de Aragüés del Puerto del de Aísa.


Camino de El Pueyo.Osyris alba."escobizo, junquillas"

Ya hace unas semanas que nos acompañan los frutos de este pequeño arbusto que coloniza los taludes del camino que conduce a El Pueyo, aunque también lo podremos encontrar en los claros de carrascales. Ocupa rápidamente aquellos lugares donde  hubo fuego, quizá por esta razón es tan común en las cunetas, donde antes la costumbre era prender fuego para hacer la limpieza de las márgenes. Es planta que pasa desapercibida, excepto en esta época de fructificación, debido a su escaso porte y lo poco llamativas que son sus ramas y pequeñas hojillas. 
flores de Osyris alba, abril.
Florece en primavera, momento en el que una mirada atenta nos permite descubrir las pequeñas flores verde amarillas que se distribuyen a lo largo de toda la rama, sentadas sobre los tallos con tan apenas un pequeño rabillo.
Aunque su aspecto es el de una retama pequeña, razón por lo cual se le llama en algunos lugares retamilla o retama loca, Osyris alba no tiene nada que ver con las grandes retamas que también encontramos por los linderos del camino. Las flores delatan el alejamiento de la retama (leguminosa) y nos muestran las características de la familia de las Santaláceas. Al ser un arbusto dioico, tiene pies con flores masculinas y otros con flores femeninas. Dotadas las flores de discos nectaríferos es frecuente ver las matas de Osyris alba visitadas por insectos que se alimentan de néctar.
El aspecto ramoso ha sido inspiración en algunas ocasiones para utilizar un manojo de estas ramas, que son rígidas y flexibles, para formar toscos escobones, que se utilizaban en tiempos para barrer eras y graneros.