Camino de El Pueyo: Celtis australis (litonero)

Hojas y drupas de Celtis australis
Es el litonero un habitual árbol de robusto tronco que llega a medir considerable altura, aunque también es cierto que cuando se corta de joven echa muchos bordencos a su alrededor tomando el aspecto de un enmarañado grupo de delgados troncos. Ha formado parte de la actividad agrícola de manera que proveía de materia prima para fabricar diversos útiles de labranza, desde los mangos de las jadas, hasta la construcción de yugos , dada la dureza de su madera. Además de resistente es también flexible. Para la preparación de las horcas se trabajaba en el mismo árbol. Se elegía una rama bien derecha y grueso adecuado y se podaban las ramillas dejando en el extremo de la rama  las puntas que se quisieran obtener en la horca. Con cuerdas y palos se curvaban "en vivo" forzando así un crecimiento controlado. Cuando la horca estaba lo suficientemente formada, entonces se podaba del árbol y se dejaba secar para su posterior uso.  De la fuerza y flexibilidad de las ramas también dan fe su uso como flejes para los barriles. Hace años vimos en Enate, en casa Bestué, grandes barriles ( para más de 500 litros) en los que sus duelas estaban ajustadas con ramas de litonero. 
Los cacinglos, hermosa palabra aragonesa, también se hacían con ramas de litonero.
En mi recuerdo infantil, como en el de tantos otros, los litones tienen un especial rincón. La holganza del verano había terminado y comenzaban las tediosas horas escolares, pero todavía quedaba la época del litón. Salir a recoger estos frutos ya maduros, tener preparado el canuto (primero fue de caña, después se impuso el pvc) y probar puntería con lo que venía al paso, eran la diversión otoñal de nuestros tiempos libres. Naturalmente el litón se rosigaba bien antes de ser lanzado. Los más habilidosos llevaban varios litones en la boca para poder lanzar uno detrás de otro, sin perder comba. No nos daba tiempo de saborearlos mucho.  Con la distancia del tiempo, es ahora cuando los saboreo, y no sé si lo que percibo son sabores o recuerdos. Cierto es que olores y sabores son los sentidos más ligados a los recuerdos.
flores de litonero recién fecundadas

Es el litonero propio de nuestras tierras meridionales. Su específico "australis" indica su presencia en el sur de Europa, mientras que el genérico Celtis procede de Plinio el Viejo, naturalista latino del siglo I, quien da cuenta de un árbol denominado celtis en tierras africanas, y que algunos asocian con el litonero. A Linneo debemos la denominación científica actual, englobada dentro de la familia de los Olmos (Ulmaceae)

Las flores del litonero salen bien temprano,en primavera, al mismo tiempo que brotan las nuevas hojas. Las flores cuelgan de largos rabillos y aunque enseguida se engrosan tardan hasta el otoño hasta que el fruto esté maduro. Las hojas, que en otoño son verdeoscuras y ásperas, en primavera tienen el tacto de la seda.
tronco de litonero


Punta Tosquera por el barranco de la Selva

Este paseo por la Selva de Sallent hasta la punta Tosquera nos permitió disfrutar de los colores del otoño , y de paso otear una buena parte del Valle de Tena.
Así como la subida al Pacino es muy frecuentada durante todo el año, su vecina, la Punta Tosquera es mucho más tranquila. A excepción de un pastor que volvía de echar un vistazo al ganado que todavía se mantiene en los pastos altos, no encontramos a nadie. Y eso que estábamos en pleno puente de Todos los Santos.


La Selva es un extenso bosque de hayas dentro del término de Sallent. La expansión de los pastos respetó este enclave, y aunque ha sido siempre un lugar de carboneo, la renovación con jóvenes hayas permite que nos aproximemos a lo que fueron estos parajes antes de la presión humana.

Antes de entrar en el bosque pasamos junto a algunos ejemplos de maravilla otoñal:

El serbal (Sorbus aucuparia) despliega una gran paleta de colores a lo largo del otoño, desde el amarillo intenso hasta los carmesíes y tostados.

Este  mostajo (Sorbus intermedia, si interpreto bien los lóbulos de las hojas) está en la fase dorada, en contraste sus racimos de frutos. Forma copas ovaladas que se proyectan casi desde el suelo.

Ya metidos en el bosque, como testigo de la actividad de los carboneros, queda parte de lo que fue su cabaña refugio. La falsa cúpula de esta vivienda de circunstancias ha sido destruida por el vigoroso tronco de un haya. A juzgar por el grueso de la misma, mediará más de un siglo desde que fue abandonada. 
La claridad de un claro del bosque la aprovecha este abedul (Betula pendula), que se resiste a teñirse de amarillo. 
Pero sin duda, la reina de este bosque es el haya. En las zonas bajas todavía mantiene el follaje, y a medida que vamos ascendiendo, las hojas pasan de las copas al suelo.Es un disfrute caminar sobre un lecho que cruje bajo los pies, al tiempo que despide el aroma de los fermentos del bosque.


Una vez superado el bosque, vuelven los campos de pastoreo. Hemos ascendido lo suficiente como para tener una buena vista de las inmediaciones de Sallent, en primer  término las dos jorobas de la Peña Foratata. Ya nevadas  las crestas que van de Infiernos a Argualas.
Mirando hacia el Sur, ya en subidos a la Punta Tosquera, podemos contemplar el estado del escondido embalse de Escarrilla, tras él la punta Cochata, con su gran derrubio de piedras y la punta Pimindalluelo. Abajo tenemos el colladito por el que hemos venido y siguiendo el cordal de la sierra la Punta Pacino. Volvemos a ver las cimas de Argualas, y detrás la sierra Tendenera, entre las nubes, y el comienzo de la Sierra de la Partacua.

Continuación de la anterior imagen es ésta en la que vemos platear el riachuelo que alimenta el embalse de Escarrilla. Los pastos se ven otoñales pero todavía pastan vacas y caballos. Pronto los tendrán que bajar.Al fondo la sierra de la Partacua.  Mirando hacia el norte, la vista alcanza a ver, semicubierto, el Midi d'Ossau, así como las urbanizaciones de Formigal y Sallent.














Datos de la ruta:
desnivel acumulado 533m

Track de la ruta:
http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=8234122

Camino de El Pueyo. Sorbus doméstica. Zerollera

frutos de Sorbus domestica, zerollas
No cojas las acerollas
déjalas para el verano,
toma el camino de casa
que allí te espera tu hermano
y entre los dos hay que levantar (bis).

Una arboleda en el río,
una huerta en el secano
y al amigo que está lejos
atraelo de la mano
y entre los tres hay que levantar (bis).

Sobre la cueva una casa,
sobre el erial un paisaje
y al que se va a la vendimia
pagarle el último viaje
y entre los cuatro hay que levantar (bis).

Una esperanza segura
de que todo va adelante
y si alguien queda parado
decirle que es caminante
y entre los cinco hay que levantar (bis).

De toda la tierra entera
un lugar en donde quepan
los que caminan y esperan,
los que vuelven y se quedan,
y entre todos hay que levantar (bis).


flores de Sorbus domestica, primavera
Poco me atrevo a escribir después de tan contundentes palabras de José Antonio Labordeta, perfectas y estimulantes palabras para un momento en el que todos avisan de la llegada de un "invierno" duro.
Es el zerollero un modesto arbolillo, pero que en su escaso porte es capaz de llenar la primavera con sus racimos de flores blancas, y en otoño ilumina los caminos con el amarillo anaranjado de las hojas. Sus frutos son más humildes todavía. Aunque algo jascas, las zerollas desprenden un sabor que nadie debería perderse, pues evoca en el paladar la  fuerza de la tierra, la edad de la madera, los fermentos otoñales.
Pocos ejemplares nos quedan, alguno se ve por el camino que lleva al Pueyo. Todavía algunas personas lo mantienen en los lindes de sus huertos. El mundo cambia, hay otras soluciones para atajar las diarreas antes que comer las zerollas. Hace tiempo que no se ven pasar las bestias con las tablas de zerollera para alisar el campo después de labrar. 
tronco de Sorbus domestica
Tiene la zerollera un hermano montañés. Es Sorbus aucuparia otro árbol semejante en las hojas, diferente en los  racimos con numerosos frutos rojos. Espectacular en otoño.