Fraxinus ornus "fresno de flor"

Hay plantas, y especialmente algunos árboles, que son capaces de estimular varios sentidos simultáneamente, uno de mis preferidos es el fresno de flor, Fraxinus ornus. 
En los primeros días de mayo los fresnos de flor de Castillazuelo cubren su copa de racimos blancos, dulcemente olorosos. Las tiernas hojas tienen el tacto de la seda. El tronco invita a acariciarlo por su textura firme y tersa. Sus leves arrugas conducen los dedos en el sentido de la fibra y anticipan al tacto los cambios de tono, del gris al blanco. Con los ojos cerrados, la algarabía de aves que pueblan sus frondosas ramas añaden la música perfecta.











Desconozco cómo llegaron estos fresnos aquí, Fraxinus ornus es árbol natural de las sierras levantinas y del curso medio del Ebro. Posiblemente plantado como árbol ornamental, ha escapado y naturalizado en las proximidades del río Vero allí donde encuentra mayor resguardo del calor y se mantiene más alta la humedad. Lo encontramos nada más salir de Castillazuelo por el sendero que conduce al Poyet. 
En la umbría junto al río, una vez recorrido alrededor de un kilómetro por este bello camino, aparecen sus copas redondeadas entre los chopos y pinos; es allí donde crecen los más bellos ejemplares.
El tronco recuerda algo al del litonero. Es columnar en los ejemplares más viejos y sanos. La corteza grisácea está festoneada de estrechas bandas blancas.










Cada hoja de Fraxinus ornus está formada por un impar número de hojuelas. Los foliolos son más anchos que en el fresno habitual del Vero (Fraxinus angustifolia). El contorno está levemente ondulado y recorrido por tenues dientes.

Las flores se disponen en largos racimos. Las corolas están formadas por unos larguísimos pétalos blancos, tan largos como los pedúnculos de los estambres que llaman la atención por el grosor de las anteras.


















La facilidad de dispersión de este fresno se debe a los frutos. Como en los otros fresnos, son sámaras: contienen la semilla rodeada de una estructura plana a modo de pala que le permite ser diseminada por el viento.

Linneo puso el nombre científico a este fresno, y por lo decorativo de su copa florida le dio el específico "ornus", raíz latina de la que proceden en nuestro idioma palabras como ornato, ornamental, adorno, etc.
Como en los demás fresnos, las hojas y corteza  tomadas en infusión son laxantes. En el fresno de flor, la savia que exhuman las incisiones que se hacen en el tronco tiene sabor dulce, aunque tiene efecto purgante. 
Si se quiere cerrar el compendio de sensaciones con el que abría este artículo, añadiremos la posibilidad de comer sus semillas maduras.



Polvo del Sáhara en el Pirineo

22 de abril de 2018

A Europa han llegado varias masas de aire cargadas de polvo del Sáhara, y el resultado es la nieve teñida de color ocre que podemos ver en el valle de Tena. Subimos al pico Tres Hombres y pasamos por punta Tosquera. Comprobamos cómo las vertientes sur son las más afectadas por este fenómeno, y cómo la nieve que ha caído recientemente ha tapado parcialmente este polvo y devuelve el blanco a las montañas.


El Pico de los Tres Hombres con algunas de las manchas de polvo sahariano.


 

 El macizo de Argualas.

 Los picos Arriel y Palas, con tonos ocres en zonas altas, más visibles en la base de la Foratata

 El collado de Pombie y el Midi d'Ossau en tonos ocres.

Frondellas y Pico Moros, las empinadas laderas del Musales canalizan la nieve coloreada

Garmo la Mina, Pondiellos y Picos del Infierno


En las laderas del pico Royo el efecto se acentúa por la orientación y el menor espesor de las reciente nevada que al derretirse deja al descubierto la nieve coloreada.

Punta Tosquera


Desde punta Tosquera, el embalse de Escarra y los picos Cochata y Tarmañones

Vista más ampliada desde el mismo lugar, con la Sierra de la Partacua.
























Punta Escarra, hasta los 2600m se  aprecia el polvo del Sahara en la cara sur.





Tres Hombres desde el bosque de hayas antes de bajar el último tramo.

Ya puedo decir que he esquiado sobre arena del Sahara.

El bosque de hayas, último tramo de bajada desde punta Tosquera.

Mi hija Alicia me pasa esta foto que hizo hace unos días. Es un corte en la nieve de Astún en el que se aprecia en la parte inferior una franja oscura (entre las marcas naranja y roja) que es testigo del depósito de polvo sahariano que cayó hace casi un mes.
Me gustaría saber si en los registros de los glaciares, testigos de las variaciones climáticas del Pirineo en los últimos miles de años, se han encontrado  muestras de este tipo. En el caso de que no las hubiera ¿se podría decir que el desierto está llegando?


Linaria micrantha y Linaria simplex

La espinosa cuestión de la longevidad no es exclusiva del ser humano. La naturaleza también debe gestionar la finitud de la vida, aunque se lo plantea desde otra perspectiva. Entre las plantas nos llaman la atención aquellas especies que superan los siglos, incluso los milenios. Normalmente pensamos en árboles cuando nos referimos a plantas longevas, pero estos ejemplos son superados cuando consideramos la capacidad de reproducción  en el reino vegetal; entonces se abre una nueva perspectiva: algunas plantas, al reproducirse asexuadamente, prolongan su vida a través de clones que perpetúan las características genéticas del individuo. 
Linaria micrantha
Con esta solución, un individuo, por ejemplo un helecho que produce continuamente vástagos vegetativos, puede prolongar la vida de su dotación genética particular  a lo largo de milenios, siempre que no sufra una catástrofe. Desde una óptica humana, cabría pensar si ese helecho es un individuo o una colectividad de clones. El dilema está en que el ser humano enfrenta la inmortalidad de manera diferente al resto de los seres vivos. Cuando los seres humanos hablamos de inmortalidad lo hacemos a título individual, pero no como especie. El resto de la naturaleza gestiona la inmortalidad a título de especie y no de individuo. Si llevamos este pensamiento más allá, tal y como hace Richard Dawkins, ni siquiera está en juego la inmortalidad de la especie sino la de los genes que dirigen todos nuestros procesos biológicos.
Como nos atrae más la longevidad que lo efímero, pasan  desapercibidas aquellas plantas que viven durante breve tiempo. Una gran parte de la vegetación que nos rodea, algo más  del 25% en nuestro entorno mediterráneo,  está formada por especies que no sobrepasan el año de vida, incluso algunas vivirán sólo unos pocos meses. Es el caso de las siguientes especies pertenecientes a la familia Scrophulariaceae.

Linaria micrantha
La primera, Linaria micrantha,  ocupa tempranamente pradillos y herbazales, cunetas y márgenes de cultivo. La segunda, Linaria simplex, es más frecuente en arenales, graveras y pastos secos. Ambas las podemos ver  en La Boquera  y otros lugares de similar ecología en nuestro territorio. Para localizarlas será preciso agudizar la vista, puesto que las dos son de porte menudo: entre 10 y 30 centímetros.

Linaria simplex
Linaria simplex

Comienzan a aparecer ya en abril, aprovechando la sazón de la tierra, y escasamente sobreviven hasta mitad del verano, época en la que las semillas están maduras y la planta se seca y muere. 
Son fugaces, efímeras, pero marcan con su constante nacer y morir el ritmo de las estaciones. Y año tras año colaboran en la perpetuación de la especie.