Gorgas Galantes

Así es el invierno, caprichoso, imprevisible. Apenas hace unos días la nieve parecía no llegar nunca. El camino desde el aparcamiento de Estós hacia las Gorgas Galantes,  era una pista de hielo, donde las raquetas se hacían casi inútiles, sólo para sujetar los pies con los hierros en alguna placa de cristal. Sin embargo también tenía su encanto. 
El agua ha formado un velo de cristal blanco.














El hielo y el deshielo parecen desafiar a la física. Hongos de cristal se forman colgando de los maderos que ayudan a pasar un barranco.












Hay un inmenso silencio en estas riberas, sólo se oye el crujido del cristal bajo nuestros pies. El agua del riachuelo sólo pronuncia un leve susurro.












Poco a poco va creciendo el fragor que produce la cascada que sale de las Gorgas Galantes. Espuma y hielo se confunden. 
El sol aparece por primera vez  en las laderas próximas a la cabaña del Turmo. El agua comienza aquí el recorrido salvaje por las gargantas.


















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