Pocos días dispone el caminante si quiere disfrutar de la belleza de esta flor. A pesar de crecer en la quietud del genuino bosque de carrascas, su floración es apresurada. De una engrosada raíz sale un tallo que casi a ras de suelo desarrolla unas características hojas profundamente pinnado-divididas. El vástago floral crece erguido, elevando hasta el medio metro un grupo de llamativas flores, de un blanco impoluto que contrasta con la oscuridad del bosque. Mirando con detenimiento las flores observaremos que carecen de cáliz. Es característica en la familia de las ranunculáceas carecer de pétalos. En morfología botánica, a las hojuelas que forman el cáliz se les denomina sépalos.
Cuando estos sépalos, al abrirse el cáliz, se extienden y crecen formando la envoltura floral adquieren el aspecto de pétalos sin serlo. En el caso de Thalictrum tuberosum los sépalos toman admirables tonalidades blancas donde se mezcla el verde pálido y los tonos marfil. Cromatismos cambiantes según la luz que pasa a través de las hojas de los árboles. Colores que juegan con las sosegadas sombras.No necesitamos más.
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