La piedra de los moros de Ayera

Javier Sazatornil, persona inquieta donde las haya, nos invita a acompañarle en la visita a este peculiar yacimiento arqueológico situado en Ayera, en el somontano de Huesca.

El somontano de Huesca,  sucesión de escalones en la amplia vallonada que poco a poco desciende desde las sierras exteriores del Pirineo, donde la Sierra de Guara marca el fin de la montaña y el comienzo del llano. Acumulación de sedimentos de margas arcillosas y areniscas depositados aquí cuando la cuenca del Ebro formaba un mar cerrado. En cuanto se abrió al Mediterráneo a través de la cordillera Costero Catalana se organiza una red de  ríos , como el Guatizalema que vemos  a lo lejos cortar   lo que fueron en otro tiempo planos fondos marinos y lacustres. 


La primera parada la hacemos en las ruinas de la ermita de San Esteban. De la ermita sólo queda la serie de arcadas góticas de la bóveda y los muros exteriores. Dovelas bien trabajadas en roca arenisca de la zona.










La ermita está situada en lo alto de un resalte rocoso. Tierra sagrada, como atestiguan los sarcófagos antropoformos que la rodean.









Junto a la ermita, aprovechando el zócalo rocoso, se excavaron depósitos para almacenar grano.Iban provistos de apertura superior, con rebaje para ajustar una tapa. De los depósitos sólo queda la mitad, quizá se utilizó más tarde esta zona para extraer piedra de construcción.







La firma del pico queda dibujada en el interior de la cilla.












Apenas un kilómetro y medio después de la ermita, y tras seguir las indicaciones que conducen al yacimiento,encontramos un pequeño bosquete de encinas. Caminamos por la margen de un cultivo y entre los árboles vemos aparecer unas moles rocosas.
No sabemos el aspecto que tendría este paraje en sus orígenes.La mayoría de las encinas no son ancianas.  Si estuvo deforestado, la roca se vería desde una amplia zona en derredor, pero si el bosque ya existía, el paraje despediría un intenso halo  misterioso.

El yacimiento está formado por tres unidades bien diferenciadas. En primer lugar, una singular forma vertical, tallada en la roca madre. La segunda unidad es una estancia en forma de corredor. La tercera, continuando la alineación con las anteriores, una gran roca con numerosas cillas de almacenaje.




























Javier nos había proporcionado el día anterior un documento escrito por Manuel Benito, quien  años atrás estuvo investigando este conjunto y muchos otros distribuidos entre los somontanos de Huesca y Barbastro. Manuel Benito interpreta estos conjuntos como lugares construidos alrededor de los siglos IX y X por canteros musulmanes. Desde su perspectiva se trata de monumentos dedicados a ritos de fecundación, y así interpreta el monolito como un gran falo esculpido. Junto a este monolito, la estancia rectangular tiene un nicho protegido por dos muretes que serviría para ritos fecundantes femeninos.  El tercer elemento, destinado a almacenar agua y grano tendría también utilidad ritual para favorecer las cosechas.
El segundo elemento está invadido por encinas e higueras que dificultan ver el conjunto en su totalidad. Sí que llaman la atención la altura y verticalidad de los flancos. Contiene una cilla ocupada por una higuera, y el resto está bastante deteriorado.







El tercer elemento quizá sea el más llamativo por el tamaño y la cantidad de cillas que contiene. Se accede a la parte superior por una escalera tallada jalonada con cillas a los lados.











La parte superior de este tercer elemento está dividido en varias alturas y tiene dos tipos fundamentales de depósitos: unos comunicados entre sí en el interior de la roca, y depósitos individuales. Los comunicados tienen tallados alrededor un murete, lo que podría indicar que servía para recoger el agua con mayor eficacia, también se explicaría así que estén comunicados entre ellos, al estilo de las cisternas romanas.








En un borde de la piedra se encuentra lo que Manuel Benito interpretó como huella de la reina mora, elemento de las creencias tradicionales enraizado con los ritos de fertilidad. La huella consiste en la huella de un pie normal, y la otra huella de un pie quebrado o de madera. Aparecen los pies cambiados.







Parte de la piedra se ha perdido, y han quedado dañadas algunas de las cillas.









Sea cual sea la utilidad que tuvo este conjunto tallado en las arenicas, el lugar atrae por su monumentalidad y por transportarnos en el tiempo.















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