Castillo de Montearagón.

Aprovechando que teníamos una tarde libre en Huesca, nos hemos acercado al castillo de Montearagón. Ocasión para fotografiar la Hoya y Guara.


Hemos dejado el coche cerca de Quicena, por aquello de andar un poco, aunque la carreterilla llega hasta la misma fortaleza.

Una vez en el recinto del destartalado castillo nos asomamos por uno de los vanos que todavía resisten el tiempo. Quizá el Salto de Roldán ya despertaba la imaginación de los moradores del castillo en aquellos años del siglo XI 

Construido el castillo con materiales del lugar, la marca del tiempo deja su huella en los sillares de arenisca. Alveolos excavados por la erosión, como ya vimos antes en la Gabarda.

El pico Gratal, junto al valle del Isuela, a la derecha la sierra del Águila.


Entre la Peña de San Miguel y la Peña de Amán, se forma el Salto de Roldán. Detrás, con algo de nieve, el pico del Águila y sus torres de comunicaciones.

Los estratos plegados que forman la Sierra de Guara han quedado expuestos  y exfoliados, creando los cantiles que bordean el barranco de San Martín, donde se esconde la ermita de San Martín de la Val de Onsera. Sobre ellos la loma redondeada del Matapaños.

La Sierra de Guara con sus tres cimas, Tozal de Guara, Tozal de Cubilás y Cabeza de Guara, todas ellas con nieve. A la izquierda, asoma el Fragineto.

El castillo de Montearagón está construido como avanzadilla de la montaña. No llega a la Hoya ni está en las sierras. Aprovecha los sucesivos escalones sedimentarios, ya muy abarrancados por una red fluvial que desgasta los taludes y muestra las sucesiones de arcillas y areniscas.

Dejamos el castillo y paseamos siguiendo una de las pistas que recorren las terrazas.

Desde una de estas terrazas nos asomamos a la Hoya. Los cereales de invierno verdean el llano. Hace casi mil años las gentes de la montaña se asomaron a estos cerros con la mirada codiciosa sobre Huesca y sus almunias.













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