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Vinca major y Vinca difformis "flores de cementerio"

Hace unos días volví una vez más a Alquezar para dar un paseo por el río Vero. Seguí la senda que baja por el barranco hacia el recorrido de las pasarelas. Es un espacio atractivo en el que los litoneros (Celtis australis) y viburnos (Viburnum tinus)  crean una atmósfera agradablemente sombría, como de selvática espesura en la que de las lianas trepadoras de la nueza negra (Tamus communis) cuelgan racimos de frutos rojos  y la "oreja de oso" (Ramonda myconi) colorea las rocas con pinceladas rosadas. Los conglomerados sirven de apoyo para los arrocetes de flores blancas (Sedum dasyphyllum) y zerbunas (Polypodium cambricum) de grandes y triangulares hojas. Entre tanta exuberante vegetación me llamó la atención la amplia expansión de las vincas.
Vinca difformis. Detalle de los sépalos.














La especie que estaba viendo es Vinca difformis, una más de las "plantas de cementerio" que proceden de las zonas costeras mediterráneas y que se ha cultivado en pueblos como ornamental. La magia que estaba viviendo hasta ese momento, creyendo estar caminando por un paraje de pureza natural, entró en crisis al instante. No pude menos que sentir una pequeña decepción, producida por la magnitud de la extensión de esta planta en un lugar que hasta ese momento creía original. Si se había escapado del cultivo y se había naturalizado en el barranco eso significaba que se estaba deteriorando el equilibrio de este espacio natural. 
Es difícil encontrar un lugar donde no aparezca la mano humana en el paisaje. Es muy difícil no encontrar plantas alóctonas que en ocasiones invaden y desequilibran un hábitat. No sé hasta qué punto el gran público es consciente de esta situación y de la importancia de implantar hábitos que impidan que cada vez los espacios se degraden más y se pierda la biodiversidad. Porque cuando una planta importada prospera invadiendo un espacio, otras plantas que quizá llevaban allí milenios habitando ese lugar retroceden o desaparecen.
Vinca major. Detalle de los pelos que contornean la hoja en esta especie

Sedum acre "arrocetes"

Sedum acre es una pequeña planta de la familia de las crasuláceas que en el entorno de Barbastro encontramos en arenas  y guijarros de espacios secos y soleados junto al río Vero, pero que también veremos en rellanos de roquedo, y  muros construidos con  mampostería  de sillarejo en seco. 
Habitualmente forma conjuntos apretados de individuos, creando cojines vistosos en primavera por sus tonos brillantes. Cuando el verano avance, las hojas se tornarán más oscuras al tiempo que termina la floración.

Las flores son estrelladas, de pétalos agudos y sépalos libres.
Los tallos aparecen cubiertos de pequeñas y ovoides hojas carnosas imbricadas entre sí. 
La forma globosa de las  hojas se debe a que contienen unas células especializadas en la acumulación de agua. Este agua, además de servir de reserva propia para las épocas secas, parece ser que también permite un sistema de refrigeración al más puro estilo del botijo. Controlando la apertura de los poros que se distribuyen en la superficie de la hoja provocan una transpiración y evaporación regulada del agua contenida. La evaporación en superficie supone el enfriamiento en el interior de la hoja, y mediante este proceso se mantiene estable la temperatura interior de la planta, protegiendo así la estructura interna de las células de su destrucción por la exposición prolongada al sol estival.
Estas hojas contienen alcaloides que las hacen levemente tóxicas, pero que tradicionalmente han sido utilizadas, previamente machacadas y en cataplasma, como cicatrizante. El nombre común de la planta, "arrocetes" alude a la forma de las hojas y a los juegos de los niños en la edad predigital. Esa época en la que los infantes disponían de mucho tiempo sin programar y que en ocasiones dedicaban, sobre todo en verano, a corretear sin excesivas tutelas. Hoy en día, en la edad de la "realidad aumentada", se da la paradoja de que muchos niños no conocen la sensación que produce una hoja tridimensional entre los dedos, ni la textura sedosa de su cutícula, ni el olor agrio del líquido que rezuma, ni han sentido al caminar  el suave chirriar de las guijas crujiendo bajo los pies. Estas son realidades que no requieren la tecnología  del silicio para ser disfrutadas y que desarrollan sensibilidades fuera del alcance del mundo bidimensional que se maneja con dos de los veinte dedos que tenemos.


Ecballium elaterium "pepino amargo"

Esta primavera he estado pendiente de una pareja de palomas torcaces que anidaron en la terraza de mi casa, resguardada su intimidad tras una jardinera de geranios. Tras la puesta, dos polluelos eclosionaron de sus huevos y han ido creciendo y cambiando plumón, hasta que hace apenas dos días, uno de ellos levantó el vuelo y sólo de vez en cuando  vuelve a visitarnos. El otro polluelo parece que tiene menos arrojo y aquí lo tenemos entre familiar y temeroso, mirándonos de reojo (si es que un ave puede hacer tal cosa con su inmóvil ojo) cada vez que nos acercamos. Hay una parte de la naturaleza salvaje que parece que busca la proximidad humana, o quizá sin saberlo les proporcionamos algún vital elemento que les hace vivir con nosotros. Es también el caso de muchas plantas a las que es difícil ver fuera de un entorno humano. El pepino amargo o también llamado, como recopiló José V. Ferrández para la zona del Cinca Medio, amargón, carbazeta borde, pepiné, pepinetes, pepinillo, podenco y pudenco, es una de esas plantas que vemos asociadas a las tapias y muros más vetustos de los pueblos. Esos muros donde el tiempo acumula suelos profundos y bien nutridos a base de procesar los restos vegetales y otros detritos que se van acumulando. 
Las flores nos orientan claramente sobre su filiación con calabazas, pepinos y otras cucurbitáceas, aunque en el caso del pepino amargo ninguna de sus partes es comestible.
Son flores con corola acampanada dividida en cinco agudos lóbulos amarillentos de vistosas venas verdosas,  y recubiertos de un aterciopelado vello. De las dos subespecies que hay en la península aquí encontramos la subespecie elaterium, que se caracteriza por ser monoica, esto es con flores masculinas y femeninas diferenciadas pero en el mismo pie. Las masculinas aparecen en racimos y las femeninas solitarias, distinguibles porque nada más abrirse ya tienen el ovario engrosado con la forma del pepino que después aumentará y formará el fruto.
La aspereza de toda la planta se manifiesta más rotundamente en el fruto, recubierto de rígidas cerdas.
Si la ley de la gravedad enunciada por Newton se asocia a una manzana, bien podría asociarse la tercera ley de Newton al pepino amargo. Esa ley por la que "todo cuerpo que ejerce una fuerza sobre otro cuerpo experimenta una fuerza de igual intensidad en la misma dirección pero en sentido contrario". En la aparente quietud del fruto del pepino amargo se esconde un equilibrio precario. Dentro de la cápsula hermética que forma el pepino se va concentrando una fuerza de presión elevada producida por los jugos que va produciendo y que no encuentran salida. Esta presión contenida hará que cuando ésta sea máxima, al más leve roce sobre el pepino, éste se desprenderá del rabillo que lo sostiene dejando libre un breve orificio por el que saltará a presión un chorro de zumo que arrastrará las semillas a varios metros de distancia, a su vez el pepino saldrá disparado por la fuerza de reacción. 
La naturaleza y sus leyes nos gobiernan y rodean. Descubrir sus secretos cotidianos es sumamente gratificante. Quizá eche de menos a ese palomo cuando se atreva a levantar el vuelo y nos deje.

Fraxinus ornus "fresno de flor"

Hay plantas, y especialmente algunos árboles, que son capaces de estimular varios sentidos simultáneamente, uno de mis preferidos es el fresno de flor, Fraxinus ornus. 
En los primeros días de mayo los fresnos de flor de Castillazuelo cubren su copa de racimos blancos, dulcemente olorosos. Las tiernas hojas tienen el tacto de la seda. El tronco invita a acariciarlo por su textura firme y tersa. Sus leves arrugas conducen los dedos en el sentido de la fibra y anticipan al tacto los cambios de tono, del gris al blanco. Con los ojos cerrados, la algarabía de aves que pueblan sus frondosas ramas añaden la música perfecta.











Desconozco cómo llegaron estos fresnos aquí, Fraxinus ornus es árbol natural de las sierras levantinas y del curso medio del Ebro. Posiblemente plantado como árbol ornamental, ha escapado y naturalizado en las proximidades del río Vero allí donde encuentra mayor resguardo del calor y se mantiene más alta la humedad. Lo encontramos nada más salir de Castillazuelo por el sendero que conduce al Poyet. 
En la umbría junto al río, una vez recorrido alrededor de un kilómetro por este bello camino, aparecen sus copas redondeadas entre los chopos y pinos; es allí donde crecen los más bellos ejemplares.
El tronco recuerda algo al del litonero. Es columnar en los ejemplares más viejos y sanos. La corteza grisácea está festoneada de estrechas bandas blancas.










Cada hoja de Fraxinus ornus está formada por un impar número de hojuelas. Los foliolos son más anchos que en el fresno habitual del Vero (Fraxinus angustifolia). El contorno está levemente ondulado y recorrido por tenues dientes.

Las flores se disponen en largos racimos. Las corolas están formadas por unos larguísimos pétalos blancos, tan largos como los pedúnculos de los estambres que llaman la atención por el grosor de las anteras.


















La facilidad de dispersión de este fresno se debe a los frutos. Como en los otros fresnos, son sámaras: contienen la semilla rodeada de una estructura plana a modo de pala que le permite ser diseminada por el viento.

Linneo puso el nombre científico a este fresno, y por lo decorativo de su copa florida le dio el específico "ornus", raíz latina de la que proceden en nuestro idioma palabras como ornato, ornamental, adorno, etc.
Como en los demás fresnos, las hojas y corteza  tomadas en infusión son laxantes. En el fresno de flor, la savia que exhuman las incisiones que se hacen en el tronco tiene sabor dulce, aunque tiene efecto purgante. 
Si se quiere cerrar el compendio de sensaciones con el que abría este artículo, añadiremos la posibilidad de comer sus semillas maduras.



Linaria micrantha y Linaria simplex

La espinosa cuestión de la longevidad no es exclusiva del ser humano. La naturaleza también debe gestionar la finitud de la vida, aunque se lo plantea desde otra perspectiva. Entre las plantas nos llaman la atención aquellas especies que superan los siglos, incluso los milenios. Normalmente pensamos en árboles cuando nos referimos a plantas longevas, pero estos ejemplos son superados cuando consideramos la capacidad de reproducción  en el reino vegetal; entonces se abre una nueva perspectiva: algunas plantas, al reproducirse asexuadamente, prolongan su vida a través de clones que perpetúan las características genéticas del individuo. 
Linaria micrantha
Con esta solución, un individuo, por ejemplo un helecho que produce continuamente vástagos vegetativos, puede prolongar la vida de su dotación genética particular  a lo largo de milenios, siempre que no sufra una catástrofe. Desde una óptica humana, cabría pensar si ese helecho es un individuo o una colectividad de clones. El dilema está en que el ser humano enfrenta la inmortalidad de manera diferente al resto de los seres vivos. Cuando los seres humanos hablamos de inmortalidad lo hacemos a título individual, pero no como especie. El resto de la naturaleza gestiona la inmortalidad a título de especie y no de individuo. Si llevamos este pensamiento más allá, tal y como hace Richard Dawkins, ni siquiera está en juego la inmortalidad de la especie sino la de los genes que dirigen todos nuestros procesos biológicos.
Como nos atrae más la longevidad que lo efímero, pasan  desapercibidas aquellas plantas que viven durante breve tiempo. Una gran parte de la vegetación que nos rodea, algo más  del 25% en nuestro entorno mediterráneo,  está formada por especies que no sobrepasan el año de vida, incluso algunas vivirán sólo unos pocos meses. Es el caso de las siguientes especies pertenecientes a la familia Scrophulariaceae.

Linaria micrantha
La primera, Linaria micrantha,  ocupa tempranamente pradillos y herbazales, cunetas y márgenes de cultivo. La segunda, Linaria simplex, es más frecuente en arenales, graveras y pastos secos. Ambas las podemos ver  en La Boquera  y otros lugares de similar ecología en nuestro territorio. Para localizarlas será preciso agudizar la vista, puesto que las dos son de porte menudo: entre 10 y 30 centímetros.

Linaria simplex
Linaria simplex

Comienzan a aparecer ya en abril, aprovechando la sazón de la tierra, y escasamente sobreviven hasta mitad del verano, época en la que las semillas están maduras y la planta se seca y muere. 
Son fugaces, efímeras, pero marcan con su constante nacer y morir el ritmo de las estaciones. Y año tras año colaboran en la perpetuación de la especie.

Salgueras del Vero

Amento masculino de Salix purpurea
La familia de los sauces está bien representada en los diez últimos kilómetros del río Vero. 
Salix purpurea es la que más desafía las periódicas crecidas del río. Hunde las raíces en el lecho del río y merced a sus tallos y ramas extraordinariamente flexibles soporta el arrastre del río. Florece antes de que salgan las hojas, entre marzo y abril, en estrechos amentos de lanas doradas punteados por anteras que cambian de color a medida que maduran. Salix purpurea crea una madeja arbustiva en los márgenes más comprometidos del río y hace de peine de las aguas. Cuando éstas bajan crecidas, las ramas de esta salguera frenan la velocidad del agua.
Hojas y flores femeninas maduras de Salix purpurea
Si el río quiere llevarse el suelo, la salguera lo retiene y aún más le roba parte de la materia que lleva en suspensión y hace que  las orillas del río se enriquezcan con nuevos sedimentos. En ocasiones parece que el río gana la partida y arranca parte del tronco y ramas, pero esta salguera se reproduce vegetativamente con facilidad , es probable que arraigue allí donde  descanse entre el limo.
Cuando avance la primavera brotarán las estrechas y lanceoladas hojas de esta mimbrera, más anchas en el extremo que en la base. La superficie de las hojas está repleta de poros (estomas) que traspirarán el exceso de agua que capta en sus raíces.
Las ramillas, delgadas y muy flexibles están recubiertas de una fina corteza rojiza.

Amentos masculinos de Salix alba
Salix alba es el otro sauce constructor del paisaje vegetal en el río Vero. Su porte arbóreo le permite competir por la luz con sus parientes los chopos (Populus nigra y Populus alba) y los álamos temblones (Populus tremula). Todos juntos forman auténticos bosquetes en galería en algunos enclaves entre Castillazuelo y Barbastro.
Se acerca mucho más al agua que chopos y álamos, y por eso presenta troncos inclinados en la dirección de la corriente de las crecidas. La maraña de ramas les da seguridad a pobladores del Vero como son la garza, algunas  anátidas o la nutria.
Salix alba
La corteza de salix alba a medida que va envejeciendo se abre en delgadas estrías verticales. La corteza del sauce es muy delgada y flexible. La corteza más antigua,que es la que está en el exterior del tronco, va cediendo al empuje de las sucesivas capas de corteza que desde dentro van estirando las finas capas exteriores. Cuando el ejemplar es adulto estas capas exteriores van cediendo a la expansión y se abren siguiendo la línea de fibras.  Los ramillos jóvenes son delgados y flexibles como los de Salix purpurea.
Hojas de salix alba
Los amentos son cilíndricos, estrechos y a menudo arqueados.
Las hojas nacen al mismo tiempo que las flores. Las hojas del sauce blanco son lanceoladas y con la base más ancha que el extremo. El borde está finamente dentado. están cubiertas de unas plateadas cerdas finas y pequeñas, sobre todo en el envés. Este aspecto blanquecino sirve de motivo para su nombre específico.
Las ramillas jóvenes también se han utilizado como en S. purpurea para trabajos de cestería.
Detalle de hoja de Salix eleagnos
Además de las dos especies anteriormente citadas, que son las más abundantes y características de la ribera del Vero, podemos encontrar otras especies de salgueras cuya presencia es sólo ocasional:

Salix eleagnos tiene porte de arbusto alto, lo caracterizan las estrechas hojas con el nervio central muy marcado y el envés recubierto de una borra densa y cenicienta. Frecuentemente las hojas se estrechan mucho, con bordes paralelos y de  margen revoluto, que unido a la recia cutícula del haz dan a las hojas un aspecto algo coriáceo. Aunque es frecuente encontrar esta sarguera en las cascajeras de los torrentes pirenaicos, más al sur es arbusto raro. De esta especie sólo he encontrado unos ejemplares en La Boquera.
Hojas de Salix viminalis
Salix viminalis es un sauce cultivado hace unos años para la producción de mimbre, hoy en día este cultivo ha desaparecido.
Hay algún ejemplar naturalizado en la orilla del Vero entre Castillazuelo y Barbastro.
Sus hojas son también de envés ceniciento ,como Salix eleagnos, pero con menos densidad.

Salix atrocinerea
Mucho más alejado del cauce del río, pero en el ambiente húmedo que da la acequia, encontramos en el camino de la Boquera varios ejemplares de Salix atrocinerea.
Este es un arbolillo que produce flores tempranas anteriores a las hojas.
Los amentos masculinos son globosos, con escamas plateadas y estambres sobre largos y delgados filamentos.

Amentos masculinos de Salix atrocinerea
Las hojas son abovadas, romas en el ápice y en cuña en la base, más anchas en la parte superior. El envés está recubierto de pelos dispersos blanquecinos entre los que se aprecia en ocasiones alguno rojizo.
Hoja de Salix atrocinerea
Por último, el sauce llorón, árbol importado de Asia como ornamental, y que encontramos naturalizado en La Boquera. Es característico de este sauce el porte abierto de las ramas, formando amplias copas redondeadas y  las largas ramillas colgantes que llegan hasta el suelo.
Hojas de Salix babylonica

¿Dos orquídeas?: ¿Ophrys fusca u Ophrys lupercalis?

Hace un tiempo publiqué una entrada refiriéndome a lo que creía eran dos especies distintas de Ophrys que nacen junto al curso del Vero. En ese caso presentaba a dos pequeñas orquídeas que ocupan las terrazas adyacentes, más alejadas del agua, y donde la temperatura primaveral permite la floración temprana, ya que son especies que gustan de espacios medianamente soleados, en claros de carrascal, yermos secos y matorrales altos. Ambas orquídeas pertenecen al género Ophrys, que fácilmente identificamos por el labelo densamente cubierto de vello y decorado con una mancha de diferentes coloraciones y formas según la especie de que se trate. El aspecto del labelo motiva que popularmente se llamen a las flores de este género  "abejetas", en el que se engloban otras orquídeas ya aquí citadas anteriormente como son Ophrys sphegodes, Ophrys incubacea  y Ophrys passionis, así como otras que a medida que avance la primavera irán apareciendo.

Me parecía que podía indicar la presencia de Ophrys fusca y Ophrys lupercalis que son plantas afines, algunos autores subordinan la segunda a la primera, en tanto que las diferencias son sutiles. Flora ibérica tímidamente reconoce la separación entre ambas, aunque otorga más valor como taxón a Ophrys fusca sobre todas las demás, que otros autores engloban en un grupo del que separan numerosas especies. Es así como recibí en este mismo blog el generoso comentario de José María quien me corregía, e indicaba que lo que yo tomaba como dos especies, bien podría ser considerado como una sola: Ophrys lupercalis. Siguiendo su consejo, enmiendo la antigua entrada en este blog y dejo aquí constancia de la corrección. Para quien quiera abundar en mayores conocimientos le invito a que lea el exhaustivo comentario de José María que aparece a continuación de esta entrada. Agradezco aquí su colaboración.

Flor de Ophrys lupercalis

Aspecto general de Ophrys lupercalis

La especiación de las orquídeas es un ejemplo curioso de la prisa que puede tomarse la Naturaleza a la hora de provocar la evolución. Recordemos que las orquídeas son el último giro evolutivo producido en el mundo vegetal, y que al parecer hace pocos millones de años aparecieron sobre la Tierra. En este pequeño espacio de tiempo (geológicamente hablando ,baste comparar que si a las orquídeas se les atribuye una antigüedad de unos 20 millones de años, las coníferas llevan al menos unos 300 millones haciendo sombra en el planeta) las orquídeas  se han convertido en una de las  familias con más diversidad de especies, entre 25.000 y 30.000 especies con una distribución cosmopolita. Quizá la clave de su éxito y su diversificación estribe en que, como ninguna otra planta anteriormente, las orquídeas se han insertado en el encaje global de los hábitats uniendo su destino al resto de seres vivos.
Hoy en día se sabe que en esta familia los insectos son claves para su reproducción, pero también para el transporte de las semillas. Las orquídeas  unen su ciclo vital al de hongos específicos que hacen de nodriza de las diminutas semillas, tan pequeñas que no tienen recursos energéticos como para permitir el desarrollo de la plántula. También a lo largo de su vida tendrán que asociarse con hongos y microorganismos  que de manera cooperante enlazan sus existencias para sobrevivir juntos. Las orquídeas son un bello ejemplo de cooperación en un planeta simbiótico y los dos pequeños ejemplos que presento sirven para recordárnoslo en estas jornadas luminosas de marzo.


Ophrys lupercalis

Ophrys lupercalis

Helleborus foetidus. "chigüerre"



Es el chigüerre una planta siempre verde que encontramos con frecuencia en el Prepirineo y Pirineo. Tiene preferencia por los lugares frescos, incluso fríos, tanto en espacios abiertos algo pedregosos o bajo cualquier tipo de masa forestal. Si bien es fácil encontrarlo en los ambientes de montaña, es raro en el Somontano. Un lugar donde visitarlo es en el camino que de Castillazuelo conduce a El Poyet a tan solo 360 m. de altitud. Lo encontraremos bajo pinos y chopos allí donde el invierno se hace más intenso por la umbría que provocan las márgenes del barranco. 
Su ecología es peculiar, ya que elige enero y febrero para florecer (muchas veces lo hemos visto florecer en la montaña entre la nieve). Las flores están formadas por unos anchos sépalos verdes levemente manchados de púrpura en su interior. Las flores péndulas protegen los estambres y pistilos de los rigores del hielo. Sus hojas son muy características por estar divididas en segmentos muy profundos. Desprende un olor fuerte y desagradable.
Es planta muy tóxica tanto si se ingiere como si es manipulada exteriormente. ya que daña la piel. Pese a esta toxicidad, o quizá por ello, esta planta tiene una larga lista de nombres populares y señala que fue una planta muy conocida en los entornos rurales. 
Chigüerre es la denominación que Chesus de Mostolay indica para el Somontano de Barbastro, si bien éste y similares términos son utilizados en todo el Altoaragón como también indica Rafael Vidaller Tricas, otro estudioso del léxico aragonés. Costumbre antigua era llevar amuleto mágico con ramas u hojas del chigüerre en un pequeño saquito colgado del cuello para prevenir dolores diversos , entre los que se encontraban las "andaderas" vocablo aragonés para designar a la inflamación de los ganglios linfáticos del cuello, ingles y sobacos. De este uso procede el de "yerba de las andaderas" para nombrar a Helleborus foetidus. Entre los pastores, el chigüerre se empleaba para encarnar las "nafras" del ganado. En altoaragonés, nafras son las heridas o yagas. El chigüerre se aplicaba una vez cocido en las heridas de los animales, preventivamente con las manos enguantadas. Otros nombres también utilizados para esta planta eran "pixacan", "tetas de craba", "ixarruego", "marcusin","tetas de bruja"y muchos más.

Corylus avellana

Ha amanecido el día ventoso, la borrasca que se ha adentrado en centro Europa atrae los vientos de la alta presión que se ha instalado en el Atlántico. Se ha vuelto a producir la situación típica de estas fechas, vientos del Noroeste. Es la ocasión para  la fertilización del avellano.

Avellanos en el camino Castillazuelo-Pozán de Vero
El avellano no es frecuente en el Somontano, más bien es raro. Lo vemos crecer salvaje y en abundancia en las orlas templadas de los bosques de montaña, pero aquí en el llano es otra cosa. Algunos aislados ejemplares encontramos en la orilla del río Vero, entre Barbastro y Castillazuelo. Son individuos bastante jóvenes, quizá llegados hasta aquí atraídos por el microclima que el río produce en vaguadas  frescas y bien irrigadas, o quizá sean reliquias de otros tiempos.  Río arriba, en el camino ras Vals, ya cerca de Pozán, recias varas de avellano crecen formando apretados y vistosos racimos. Quién sabe si en esta ocasión la mano del hombre está detrás de esta inusual concentración de avellanos.
Amentos masculinos de avellana, el de la derecha ya maduro.

Ahora, a mediados de enero vemos colgar los amentos masculinos, racimos donde apretadas escamas protegen los estambres. Con el viento del norte, los amentos se agitan, las escamas se abren allí donde los estambres ya están maduros  y el polen queda suspendido en el aire. El azar y la abundancia del polen harán posible que éste tropiece con las pequeñísimas flores femeninas.
Localizar las flores femeninas es un poco más laborioso, ya que se esconden junto a las yemas, apenas miden medio centímetro y sólo asoman los estigmas de color escarlata. 
Amento femenino de avellano

Las brácteas que rodean la flor son pequeñas, escamosas, sólo cuando la flor sea fecundada estas brácteas se desarrollarán y formarán las vistosas escamas de largas fimbrias que rodean el fruto, la sabrosa avellana.
La recolección de los frutos no es la única utilidad del avellano ya que siempre han sido bien apreciadas las largas y rectas varas del avellano. En el entorno pastoril, los largos cayados de pastor acostumbraban ser de avellano, a veces rematado con una pieza metálica curva, ideal para trabar la pata de la oveja rebelde.
De avellano son las varas empleadas para varear el olivo y el almendro. 
Avellanas
En el  antiguo oficio de colchonero,  en esta tierra denominado bareador, la lana era vareada con palos de avellano, así se  separaban las fibras de lana y se devolvía  al colchón blandura y comodidad.

Detalle de amento masculino con estambres maduros e inmaduros

Viburnum tinus y el hombre de Ötzi

Viburnum tinus en otoño, con sus frutos
Caminando por el sendero ras Vals, que de Castillazuelo conduce hasta Pozán de Vero, me he topado con un par de  bellos ejemplares de durillo (Viburnum tinus). Como no es un arbusto que abunde por la zona me he parado para hacerle unas fotos y anotar su ubicación en mi cuaderno de campo. Esta breve parada ha debido abrir una ventana en mi memoria y me ha recordado que hace unos años , visitando Bolzano ,en el norte de Italia, conocimos los restos de Ötzi, el hombre de los hielos.
En 1991 unos alpinistas encontraron a 3.210m de altitud los restos de un hombre semicubierto por el hielo que posteriormente los arqueólogos dataron en torno a los 3.100 antes de Cristo y al que llamaron Ötzi por el valle de Ötz donde lo encontraron. Si ya era sorprendente que se encontrasen sus restos en bastante buen estado, más fascinante todavía fue que, debido a su accidentada muerte (luego se ha sabido que fue un asesinato) este hombre llevaba consigo toda la impedimenta habitual de un cazador del neolítico. Contemplando la ropa, y calzado, de gran calidad técnica y perfecta acomodación para ser utilizada en la alta montaña, nos hacemos juicio cabal sobre la riqueza técnica del ser humano primitivo. Pero además, viendo la cantidad de utensilios que llevaba consigo se puede apreciar que esta persona era un hábil conocedor de los recursos que la naturaleza le proporcionaba. Además de la admirable confección  con pieles del gorro, chaqueta, pantalones y botas, utilizaba habitualmente al menos  una docena de vegetales para sus útiles. El arco que portaba era de fresno,  madera también utilizada para el mango del cuchillo de pedernal. Los carbones para mantener el fuego durante la marcha iban en recipientes de abedul; en el interior, las brasas se guardaban cubiertas con hojas frescas de arce. El hacha con hoja de cobre tenía el mango de tejo. Las botas contenían un forro aislante realizado con varios tipos de fibras vegetales hábilmente trenzadas. También diversas eran las fibras con las que realizó cuerdas y cordones,así como un cobertor o capa que podía funcionar como un buen impermeable. Se encontraron restos de bayas que había ingerido, así como un pedazo de hongo del abedul que podría utilizar como remedio antiséptico. En un carcaj portaba una docena de varillas rectas elaboradas con viburno, algunas de estas flechas estaban terminadas con punta de pedernal. 
Viburnum tinus en primavera, con sus flores
Viendo el viburno cerca de Castillazuelo, he pensado en los habitantes que poblaron estas tierras del Somontano en la misma época que Otzi. Aquí no hemos tenido la suerte de encontrar sus pertenencias, pero bien podemos imaginarlos con similares herramientas y realizando una adecuada elección de los materiales para adaptarse al medio natural. Me los imagino cazando por las riberas del Vero, desde sus fuentes en la sierra de Guara hasta el mismo río Cinca, con sus peregrinajes tras las presas, estableciendo campamentos y  pequeñas poblaciones donde quién sabe si todavía seguimos viviendo.






Otoño en el río Vero

Populus nigra  y Salix alba en el curso bajo del río Vero

Cornus sanguinea
Natura marca con su batuta de luz un ritmo pausado y los seres que la pueblan acomodan  su respiración a las notas que quedan por tocar antes de que el invierno escriba un compás de silencio.
Cada árbol, cada arbusto expone notas de color armónicas que juntas forman la coda otoñal.

Hedera helix
Camino por la orilla del curso bajo del río Vero, y veo en los matices del cornejo (Cornus sanguinea)  y de la hiedra la transformación que se está operando en la estructura de cada una de sus células. Las horas de sol se reducen y su energía calorífica es cada vez menor. La clorofila es costosa de producir, y su menor eficacia energética aconseja disminuir la producción de clorofila y su paulatina descomposición en la célula. Toman el relevo otros pigmentos que hasta ahora habían quedado en segundo plano. Son los carotenoides, que reflejan la luz amarilla y naranja.  Estos carotenos son eficaces absorbiendo los tonos azules y verdes de la luz solar y prolongan un poco más la actividad de la planta ya que se descomponen más lentamente que la clorofila. El paso gradual de unos pigmentos a otros así como sus diferentes concentraciones crea esta variedad de tonos que caracterizan el otoño.

Populus tremula
Recorro el río Vero y veo con más facilidad la variedad de árboles que me rodean. Matices y tonos en gamas riquísimas que añaden el brillo del sol atrapado en cada una de las células de las hojas.
A la experiencia visual se añaden los aromas de las hojas fermentando y transformándose lentamente en materia que se recicla y enriquece el suelo.

Acompaso mi caminar al ritmo sosegado que este ambiente me impone, es un andante ma non troppo que me permite captar los matices y coloratura del tercer movimiento de esta sinfonía.





Frutos de otoño en el Somontano: negros

Si hace unos días presentaba una selección de frutos rojos del Somontano de Barbastro, ahora le toca a los frutos negros. Para ser más preciso habría que decir que son frutos azules o más bien azul oscuro, ya que el negro en sentido estricto no se da en la Naturaleza más que cuando hay carencia absoluta de luz, o si un cuerpo es capaz de absorber toda la luz y no reflejar nada en absoluto, y esta peculiaridad está reservada a los "agujeros negros" del Cosmos. Los objetos cotidianos que nos rodean absorben una gama amplia de luz pero siempre reflejan una parte. Si no fuera así ni siquiera los veríamos y aparecerían ante nosotros como un vacío. Una observación atenta de estos frutos nos revelará, en efecto, que podemos establecer una graduación de azules más o menos oscuros.

 De los frutos que nos podemos encontrar son  pocos los que podremos aprovechar culinariamente. Los pertenecientes a la familia de las rosáceas, es decir Prunus, Rubus y Sorbus son comestibles o se emplean para elaborar licores o mermeladas. Es muy común la zarzamora, en cambio su pariente Rubus caesius pasa desapercibido por producir escaso número de drupas, aunque como planta abunda en el curso del río Vero. Del cornejo, Cornus sanguinea, son comidos los frutos para bajar la fiebre. El resto son más o menos tóxicos, siendo el emborrachacabras, Coriaria myrtifolia, la que mayor toxicidad guarda en sus frutos, los cuales son negros, y son los sépalos de la flor que se recurvan sobre el fruto los que tienen coloración rojiza.

Frutos de otoño en el Somontano: rojos.

El color rojo se sitúa siempre en el extremo cromático que registra nuestro ojo. Es el color con mayor longitud de onda de todos los colores que somos capaces de ver los humanos y por este motivo es de todos los colores del arco iris el  que menos energía contiene. Sin embargo  nuestro cerebro asocia este color con los colores cálidos. La luz violeta, que interpretamos como fría, contiene casi el doble de energía que el rojo. El rojo lo asociamos también con la maduración, simbólicamente los frutos han recogido el calor del sol. Si en ocasiones es apetecible un fruto rojo, en otras el rojo lo asociamos con el peligro, con lo venenoso. Llegamos al otoño, el momento en el que mayor concentración de frutos nos encontramos. Un simple paseo por el somontano de Barbastro nos proporciona un festival de colorido en el que predominan los tonos rojizos. Sirvan estos ejemplos de muestra.

En esta selección hay dos que podrían estar fuera de la selección. Se trata de Frangula alnus, que sólo muestran el rojo cuando están inmaduros y que al madurar se vuelven negros, y también se podría excluir a Iris foetidissima ya que lo que vemos no son frutos sino semillas.
Del muestrario hay frutos autóctonos, pero otros aparecen asilvestrados tras escapar de cultivos, estos son Pyracantha fortuneana y Prunus cerasifera.
De todos ellos sólo son comestibles los frutos de Rosa canina, Prunus cerasifera, Crataegus monogyna y Arctostaphyllos uva-ursi, aunque éste último es bastante insípido. El resto son en diverso grado tóxicos, aunque algunos han sido utilizados en medicina. 
Respecto a los frutos de la rosa, también habría que decir que en nuestra zona hay varias especies de rosas silvestres además de Rosa canina, como son, al menos,  Rosa agrestis y Rosa moschata.

Cucubalus baccifer. "tomate del diablo"

El verano está tocando a su fin y los colores que vimos meses atrás se van atenuando. En su lugar aparecen los frutos que anuncian cambio de estación. Entre estos numerosos frutos podremos tener la fortuna de encontrarnos con los tomatitos del diablo, baya de una hierba de la familia de las cariofiláceas, Cucubalus baccifer. De tamaño algo mayor que un guisante, globosa y negra, esta baya recuerda  a la que produce la belladona (Atropa belladona) motivo por el que en algunos lugares se le llama falsa belladona. Su parecido se limita sólo a la apariencia, ya que Cucubalus baccifer carece de las propiedades psicotrópicas de aquella solanácea. El común "Tomatitos del diablo" también se aplica a Solanum nigrum, Solanum dulcamara, y Solanum villosum. En todos estos casos por  formar bayas tóxicas.Pero con ocasión de Cucubalus baccifer el apelativo contraría su uso medicinal popular, ya que es yerba astringente, y su cocción se ha utilizado como febrífuga y antihemorrágica. 

Como sucede con los humanos, hay plantas que gustan vivir entre sus congéneres , en cambio otras plantas se complacen en vivir aisladas. Cucúbalus baccifer podría decirse que se encuentra entre estas últimas. Es extraño encontrarla formando sociedad con sus iguales.Normalmente aparece en pies aislados, eso sí apoyando sus frágiles ramas en las hierbas que la circundan, formando una maraña de ramas verdes y tiernas al término de las cuales aparecen las flores, que eligen el pleno verano para lucirse.
Como es planta que prefiere lugares húmedos y resguardados de los rigores estivales podremos encontrar esta bella hierba en el camino que sigue paralelo al río Vero, en dirección a Castillazuelo. Es propia de ribazos donde se acumula materia orgánica. Tanto si está en flor como si se encuentra con los frutos, es llamativo el amplio cáliz, el cual se va abriendo a medida que madura la flor y se convierte en fruto.