Laguna Los Tres (Patagonia)

17 de febrero de 2024. Queríamos ver lo más cerca que pudiéramos el pico Fitz Roy, atraídos tanto por su fisonomía como por la aureola épica que le rodea.  Es así como emprendimos ruta a la Laguna de los Tres desde el río Eléctrico.

Desde Chaltén tomamos un transporte que nos acerca al puente que atraviesa el río Eléctrico.  Una alambrada nos marca el límite de una de las enormes haciendas privadas que rodean el parque Nacional de los Glaciares. Desde aquí enlazaremos con la ruta del Pilar para llegar al lago de los Tres. Los valles tienen una anchura excepcional. 


El sendero está marcado aunque algún tramo queda desdibujado al ser inundado por el río.


Desde el este, el viento que ha atravesado el Campo de Hielo Patagónico Sur lanza aire frío que atraviesa la atmósfera del verano y se condensa en espesas nieblas. Masas de hielo se intuyen en las faldas de las montañas.

Sabemos que la ruta normal que parte directamente desde El Chaltén está siempre muy concurrida. Por esta otra alternativa desde el río Eléctrico nos vamos encontrando con algún excursionista, pero muy pocos.

Después de unos kilómetros caminando por el fondo del valle entre matorrales bajos, entramos paulatinamente en los bosques patagónicos, siempre dominados por Nothofagus. El sendero gana altura y muestra algún rincón escondido  que invita a la contemplación. El Glaciar Piedras Blancas aparece cayendo en seracs y sus aguas alimentan un lago de color azul blanquecino. Detrás aparecen las agujas que acompañan al Fitz Roy, pero éste todavía no se deja ver.


El deshielo del verano austral crea una gran cascada que se precipita hacia el lago. 

Las agujas Val de Biois, Mermoz y Guillaumet


Los bosques patagónicos cubren valle y laderas. Acostumbrados a los paisajes montañosos europeos nos resulta extraño caminar por esta alta montaña y no ver ninguna conífera. En efecto por el hemisferio austral americano sólo hay coníferas de las familias Araucarias, Podocarpaceas , ambas inexistentes en Europa, y una común a ambos territorios, la familia de los Cipreses. El resto son especies introducidas, como son los géneros Pinus y Abies de América del Norte y también frecuentes en Europa.

Simpática advertencia la alusión a las "fuerzas de la Naturaleza"

Hemos conectado con el sendero del Pilar, que a su vez conectará con el sendero principal. Desde un otero despejado de arbolado tenemos ante nosotros la sucesión de agujas que rodean al Fitz Roy, éste sigue envuelto en la nube.  Sí se ve claramente la aguja Poincenot.  

Como nuestro destino está allá enfrente, deberemos bajar al valle y subir la ladera opuesta para llegar a la Laguna Los Tres. Desde aquí ya vemos en el bosque de enfrente el corte de la ancha senda que después sube muy pendiente por la roca. El Fitz Roy sigue parcialmente oculto.



De los arbustos, encontramos con flor la ñipa (Escallonia alpina) endemismo patagónico.

También arbustos de meki (Escallonia virgata). Ambos arbustos pertenecen al género descrito por primera vez por Celestino Mutis. Tal y como nos recuerda Wikipedia: "nombre genérico otorgado en honor al viajero español Antonio Escallón y Flórez (1739-1819) médico, explorador , estudiante y colaborador botánico y amigo del botánico español José Celestino Mutis (...) que dio nombre al género en su honor en 1821".


Ascendiendo la última subida, vemos en el fondo del valle las lagunas Madre e Hija. 

Tomando más altura, tras las lagunas aparece el paisaje patagónico más allá de las montañas: vastas extensiones de formas llanas y el gran lago Viedma cuyas aguas nacen en el enorme glaciar del mismo nombre situado más al norte.

El bosque cubre hasta poco más de los mil metros de altitud. El sendero sube zigzagueante. Atrás queda el bosque recorrido por el sendero del Pilar y se entrevé el río Eléctrico al fondo. En la izquierda, una morrena semicubierta por el bosque baja hasta el río Blanco.

Nos encontramos con una  larga fila de excursionistas que vienen la mayoría desde El Chaltén. Por fín las nubes se levantan y se desvela la cumbre del Fitz Roy.

Ya quedan unos pocos metros más para llegar. No sólo la subida acelera el corazón, el escenario que se va abriendo a cada paso también contribuye. Los perfiles de estas montañas tienen su propia personalidad y son irrepetibles.



Casi de repente, se abre semejante escenario ante nosotros. Es difícil que no se sobrecoja el corazón ante paraje tan indescriptible.

El glaciar superior llamado Ventisquero Piedras Blancas llega hasta el borde de los verticales acantilados que se desploman sobre el glaciar inferior, el glaciar de Los Tres. La aguja Poincenot rivaliza con el Fitz Roy.

Un zorro magallánico (Lycalopex culpeaus) se pasea sin miramientos cerca de nosotros. Estará acostumbrado a los visitantes y merodeará por si obtiene algo de comida.

Nos quedamos un largo rato contemplando los detalles de este escenario. Las luces, como el cielo, van cambiando.



El mapa nos dice que no debe estar lejos un segundo lago, la Laguna Sucia. Basta con caminar un poco más hacia el sur y subir un pequeño resalte rocoso para que aparezca el segundo lago y se amplíe todavía más el escenario.


Supone un gran esfuerzo dejar un lugar así, pero el camino de vuelta es largo. Nos esperan unos diez kilómetros y casi mil metros de desnivel hasta El Chaltén. volveremos por la ruta normal.  Debemos cruzar nuevamente el río Blanco, atravesar el bosque donde está el campamento Poincenot. Bordear la laguna Capri y seguir descendiendo entre el bosque y onduladas colinas hasta el río Las Vueltas donde se asienta El Chaltén. 

La ventaja es que volvemos por ruta diferente y llena de atractivos. El cartel del puente avisa que hay que pasar de uno en uno.


Siempre peculiares los bosques patagónicos.

Las líneas horizontales dominan Patagonia. Las montañas son el perfecto contraste.

Unas flores aisladas de Perezia linearis, de la familia Compositae (Asteraceae) que habita en las zonas de montaña del cono sur de América..

Una vez más, el cóndor oteando desde las alturas.

Bosques, rocas, hielo, nubes. 

Con las últimas luces del sol vemos el valle del río Las Vueltas. Todavía queda un buen trecho. Suerte que los días son largos.


Contraste de vegetación y tonos ocres en cuanto los lugares se alejan de la influencia fresca y húmeda de los hielos.



Un carpintero pitio (Colaptes pitius) se camufla en las ramas de un árbol muerto.

Todavía tenemos ocasión de ver alguna flor más:  flor de capachito o como le llaman aquí topa-topa. (Calceolaria biflora)

Tras más de 23 kilómetros y 900 metros de desnivel tanto de subida como de bajada, llegamos al inicio del camino en El Chaltén. Día de intensas emociones que  siempre recordaremos.


Pico Baldairán

No sé por qué Baldairán me evoca el nombre de algún gigante mitológico o de libro de caballerías. Este pico, cuya etimología desconozco, es en verdad un pequeño gigante en su entorno. supera a Catieras, Mallarruego o Escuellas, pero es un gigante menor junto a los más lejanos Brazato,  Tendeñera, Comachibosa o Garmo Negro. Subir a Baldairán es auparse a los hombros de este gigante de alrededor de 2.700m ( no hay unanimidad en la cartografía sobre la altitud de este pico) y sentirse rodeado de todos los anteriormente citados.

La aproximación a Baldairán es larga si se sale de Panticosa o de la barrera de la pista de la Ripera. Como es un trayecto que ya he comentado en este blog en el trayecto por la pista de la ripera en otoño , así como el recorrido por los panares de Panticosa hacia el Verde, me limitaré a comentar en este caso a partir del puente de Laulot, que es donde comienza el valle de Yenefrito. En todo caso, hay que remontar el barranco de  Laulot  y pasar el cuello de Yenefrito jalonado por su característica roca interpuesta en medio del valle. 


A mediados de agosto se comienza a acusar la fatiga de los pastos. Son prados artificiales dedicados a la ganadería, especialmente ovina. En esta época las ovejas ya no obtienen aquí nutrientes y el pastor los sube a los pastos naturales subalpinos, a las estivas. La vegetación arbórea queda relegada a la zona de confluencia de este valle con el de la Ripera, y a los diseminados árboles que siguen el curso del barranco. Abedules, algún fresno y ocasionalmente un tejo antes de llegar al dedo de Yenefrito, lugar a partir del cual todo el paisaje está recubierto de  praderío. 


El valle es angosto, flanqueado por verticales laderas, sembrado de grandes bloques de roca desprendidos desde las alturas y conos de detritos de grandes dimensiones.

Algunos bloques caídos muestran micropliegues muy marcados y especialmente fotogénicos. 

A la altura en la que el barranco de Catieras confluye con el Laulot , cruzamos éste para ascender en fuerte pendiente por la ladera contraria dejando el valle principal que se cierra unos centenares de metros más arriba.


El sendero supera las cornisas rocosas que bordean el valle. Al fondo Tendeñera todavía mantiene algo de nieve. Los enebros siguen la forma de las rocas que tapizan.

Con fuerte subida llegamos hasta un paso horizontal y comienza una larga media ladera. Detrás empiezan a verse las formas agrestes del Escuellas

Tras la media ladera aparece el lago Catieras bajo el collado de Espelunz

Escondido y solitario, el lago está cercado  al frente por las laderas de Ferreras y las estribaciones del Baldairán, ambos unidos por el collado de Espelunz

Desde el inicio hasta aquí son unos mil metros de desnivel. Tenemos planeado pasar la noche en la orilla del lago y dejar para mañana subir Baldairán. Haremos también mañana todo el trecho de bajada hasta el inicio. Por aprovechar la tarde nos acercamos al collado de Espelunz para poder contemplar pausadamente el lago Catieras.

También , de paso, vemos la ruta para mañana. Deberemos subir al collado de Catieras, en el centro de la imagen, y después girar hacia la derecha por la ladera del Baldairán. El pico de la izquierda es el Catieras.

Son escasos 200 metros más de subida al collado de Espelunz desde el lago de Catieras, pero abren unas vistas privilegiadas sobre el lago.

Una amplia repisa plana, tras la primera subida, nos da paso al verdadero collado que ya vemos a la izquierda. El pico que lo custodia es el Ferreras.

La sequedad general que hemos padecido hasta ahora desaparece brevemente en un regato que baja de surgencias próximas al collado. Los cebollinos (Allium schoenoprasum) añaden color.



Juncus alpinoarticulatus se aproxima al agua en formaciones densas. 

Carex frigida también en el mismo ambiente.

Gypsophila  repens, más separada del agua en estos pastizales subalpinos con algo de roca

Desde el collado de Espeluz el barranco del mismo nombre traza una flecha que apunta al Comachibosa /Vignemale. La suave forma del pico Calcilé tapa parcialmente al gigante y se une al pico de Vila en una cuerda montañosa que se aproxima hasta unirse a Ferreras.

Desde el collado contemplamos el cierre del valle del Ara por la punta Chabarrón / pic Alphonse Meillon.

A nuestra derecha, el pico Ferreras detrás de una antecima menor.

A nuestra izquierda la ladera del collado asciende suave hasta la rocosa cresta que girando llegaría hasta Baldairán. Pero por aquí no iremos mañana.

En una cresta próxima otro observador contempla este escenario.

De vuelta otra vez al lago, nos preparamos para pasar la noche.

Pocas cosas hay tan estimulantes como desperezarse en un torrente de aguas cristalinas. Al lago de Catieras baja un pequeño arroyo que nace pocos metros más arriba en surgencia. Nos proveerá de agua para el día de hoy.



  Saxifraga aizoides y Parnasia palustris completan el despertar mañanero.

En el prado refrescado por el riachuelo florece Dactylorhiza majalis.

Las espigas de Briza media tiemblan con la brisa y recogen los rayos de luz del arroyo.

Empezamos la subida al Baldairán. Tomamos el mismo camino de ayer hacia el collado Espelunz, y cuando nos parece que llevamos suficiente altura giramos a la izquierda para dirigir los pasos hacia el collado de Catieras. Podríamos haber subido directamente por la orilla del arroyo en el que nos hemos refrescado, pero por aquí el primer tramo es más suave.

No parece un lugar muy concurrido, aunque se aprecia de cuando en cuando algún rastro de trocha. Pero la progresión no tiene problemas.

Encontramos Saxifraga praetermisa  al abrigo fresco de rocas formando pequeños céspedes ,2.300m.

También a esta altura, pero en lugares más secos, Geranium cinereum.



Próximos al collado observamos la forma de la cresta del Baldairán. Un primer tramo más vertical con fases de rocas y después un domo menos inclinado. Las bandas paralelas de hierba, probablemente Festuca eskia sujetando el suelo de piedra móvil con cada deshielo,  nos avisan de que la pendiente será importante en algún tramo.

En el collado de Catieras cavilamos por dónde será mejor subir, si por el lado este o el oeste. Ambas vías parecen posibles para salvar con seguridad el primer tramo de rocas.

Por el lado del este parece que haya un leve rastro que nos lleva a la primera horquilla desde donde pasar al lado del oeste.

Antes de reanudar la marcha echamos un vistazo al otro lado del collado. El macizo de Argualas al fondo y ante nosotros el paso que nos llevaría hasta la mallata Piniecho, con sendero evidente. Sobre la mallata, las puntas  de Piniecho. Un poco más allá, el pico Forátula, característica pirámide que inicia la cresta que se prolonga en los picos Tablato, Serrato y Brazato, este último a la derecha de la imagen y que enlaza por crestas con el Baldairán, aquí no visible.

Al final nos hemos decidido por la vertiente oeste. La pendiente es fuerte. Con nieve requeriría extremar precauciones.

El ibón de Catieras luce un atractivo color azul. La altura comienza a recompensar con panorámicas extraordinarias. Ferreras y Mallarruego a la izquierda. Tendenera al fondo y en primer plano el pico Catieras.























Son unos metros muy agradecidos. A pesar de que la Península está bajo ola de calor, aquí la temperatura es agradable. Peña Sabocos cierra la imagen.

Desde la cima, la vista se abre hacia el valle de Espelunz. Comachibosa/Vignemale está justo enfrente  y la cresta del Baldairán sigue hacia el sureste para enlazar con el collado Espelunz.


Localizamos el pico Baciás. Algunos montañeros están visitando su cima. Es también un buen observatorio a caballo entre los valles Gállego y  Ara.


Las crestas de Labaza


Giramos la mirada hacia el oeste. La cresta de Baldairán apunta hacia el pico Brazato. En el fondo el macizo de Argualas.

De izquierda a derecha, el pico de la Bandera o Argualas, parcialmente tapado el pico Algás. En el centro Garmo Negro. Se ve bien el verdadero collado y la ruta de subida al pico. Más a la derecha el collado de Pondiellos y los picos Arnales e Infierno.

Volmemos la mirada hacia el ibón de Catieras. Una  amplia cubeta abarca la cuenca que recogen las aguas del lago. Ferreras y Mallarruego son descriptivos topónimos, ferrugíneo para el primero y rojo para el segundo, ambos  justifican los nombres de estas cimas. La sierra de Tendeñera se despliega casi por completo en el fondo.  


Alcanzamos a ver el pequeño ibón de Mallarruego al pie del pico del mismo nombre.

Tres planos en una misma fotografía. Detrás, en la sierra Tenedenera, el Forau dos Diaples en la sombra y con sus persistentes neveros. En el plano intermedio el pico Escuellas. Presenta su verdadera cara desde esta perspectiva. Es una cima que nos hemos planteado algunas veces. Ahora vemos cómo tras su prolongada pendiente por ladera herbosa, su cima está protegida por una notable pared vertical que sólo nos parece practicable por la cresta izquierda.  En primer plano, por debajo de nuestros pies, vemos la cima de Catieras.

Llevamos ya un buen rato contemplando el paisaje, es la ventaja por haber subido temprano. Pero sabemos que tenemos una larga vuelta: 1.500 metros de descenso hasta donde dejamos el coche y unos 9  quilómetros largos.
De bajada algunas plantas nos sirven de distracción. Leucanthemopsis alpina casi en la cima.


Paronychia kapela serpyllifolia, entre los derrubios rocosos un poco debajo del collado.

El helecho Polystichum lonchitis se agazapa bajo grandes rocas.

Acortamos un poco el recorrido siguiendo el curso del torrente que sabemos desemboca directamente en el lago. Hay un sendero evidente que sigue el agua. 


La estrecha franja de pasto higrófilo que crea el torrente sirve de sustento a Epilobium alsinifolium.

A su lado, pero alejada del agua, donde el pasto ya se está secando, Phyteuma orbiculare.
Estamos ya sobre el lago Catieras. El descenso hasta aquí ha sido rápido y cómodo. Sus azules aguas tienen un indescriptible color. Por fortuna, es un lago en el que no hay intervención de hormigón ni represamiento alguno. La cubeta presenta algunos desplazamientos de masa bajo el agua, y una pequeña zona colmatada. Represa el agua un resalte rocoso.

Nos regalamos un breve descanso contemplando los alevines que se arremolinan en el agua y aprovechamos para dar otra vuelta a la flora de la orilla. Euphrasia minima todavía muestra sus diminutas flores.

Amplios espacios de la orilla del lago están recubiertos de Carex nigra.

Decimos adiós al ibón y emprendemos el definitivo camino de vuelta. Esperamos volver ya que es un lugar al que le tenemos especial cariño por los lejanos recuerdos que nos trae.