Camino de El Pueyo. Arundo donax. "caña"

Estoy casi seguro que para cualquier persona de mi generación las cañas ocupan un lugar importante en los recuerdos de verano de la infancia. Formaban parte de los paseos que junto a mis padres y hermanos hacíamos a la Virgen del Plano. No por la desolada carretera actual, sino por el camino que desde el puente de Santa Fé (el puente de Hierro) y siguiendo la acequia, a la sombra de los sauqueros, iba a encontrarse con una fuente de agua fresca, para luego pasar el Vero por el puente colgante. Llegar hasta allí era ya un auténtico deleite que ya justificaba el paseo aunque quedase poco tiempo para disfrutar de los columpios de la ermita. Cortábamos el último penacho de las cañas y nos servía tanto de abanico a lo Crusoe , como de espanta moscas, amén de objeto con el que incordiar a los hermanos. No era bien visto por mis padres que lleváramos cañas en las manos, y siempre llegaba la misma recomendación: "mira que los cortes de caña duelen mucho y tardan en cicatrizar", y era verdad, porque rara vez no terminábamos con algún pequeño corte que corroboraba la advertencia. A la vuelta, fingíamos el ruido de los mosquitos o interpretábamos alguna melodía de la radio provistos con una trompetilla que hacíamos con el cogollo de la última hoja. Arrancado éste limpiamente, quedaba una pajilla tierna y enroscada por la que soplábamos compitiendo por obtener el mejor sonido.
Aunque la caña está totalmente unida a nuestro paisaje , es conveniente recordar que no es planta propiamente ibérica, puesto que fue importada de Asia desde muy antiguo. Algo distinta es otra caña que se da en el valle del Ebro y llega hasta el bajo Cinca, ésta sí podría considerarse autóctona. Sin duda, la utilidad de la caña en los trabajos agrícolas y en la construcción fueron decisivos para la difusión de esta gramínea. Para asegurar una mayor durabilidad de la caña la tradición popular aconseja  la recolección de las cañas verdes en las "minguas" de enero o febrero, cuando la savia está quieta y el efecto del cuarto menguante de la luna es apropiado para toda tala y poda. Los cañizos que se emplean para sombrear cultivos de huerta, o que se empleaban para armar techos y cubiertas de las casas se hacen empleando trenzado de cañas. Para la obtención de las cintas de caña, se utiliza un cilindro de madera con tres o cuatro ranuras que hacen facilísima la operación de partir las cañas longitudinalmente.

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