Torrollones de la Gabarda

El mal tiempo en el Pirineo nos persuade para ir al sur. En el pequeño embalse de Marcén iniciamos la ruta que recorre el paisaje monegrino de los Torrollones de la Gabarda. La primera parte de la ruta la hacemos siguiendo la media altura de una de las terrazas que forman estos sorprendentes paisajes. La vuelta será por la parte superior para así subir la mole del "Castillo" y terminar en el mismo punto de partida.

Tras pasar un amplio cultivo de alfalfa giramos hacia el sur para descender un poco y caminar al pie de las terrazas. 

El paisaje de los Torrollones es una formación geológica construida por las areniscas y arcillas (lutitas) que fueron depositadas a partir de la erosión pirenaica hace unos 20 a 25 millones de años (Oligoceno-Mioceno). Para aquel entonces, el Pirineo ya casi se había estabilizado. Vemos en la parte  superior de los primeros torrollones las características tablas. Las areniscas superiores son cementadas y adquieren más dureza. Los últimos y leves movimientos de la orogenia alpina fracturan estas areniscas que tan apenas sufren inclinación. Sin embargo, estas fracturas son el punto de arranque de la erosión posterior, que afectará sobre todo a las capas inferiores de arcillas muy disgregables, en especial aquellas que no tienen la protección superior de la arenisca. En los primeros torrollones apreciamos esta erosión   vertical  que afecta a las arcillas.

Unos metros más adelante observamos una singular formación. Se trata de micromodelados cavernosos que actúan en las areniscas. El aspecto de panal de abeja, o ciudad troglodita nos cautiva. Subimos para verla de cerca.



















Este modelado afecta tanto a las areniscas como  a las arcillas. En ambos casos la erosión es muy intensa y comprobamos la enorme fragilidad de esta roca. Un simple roce del dedo disgrega las pequeñas partículas arenosas.
Hay alveolos, de pequeñas dimensiones, dispuestos incluso en dos planos de profundidad. También oquedades mayores, tafonis, que en algunos casos engloban alveolos en su interior.
Parece ser que la alternancia entre humedad y extrema aridez participan en la formación de este singular relieve, al disolver sales que aglutinan partículas, por lo que la roca queda sin su componente aglutinador.


 El plano horizontal de los alveolos está recubierto de un polvillo muy fino, el sedimento resultante de esta descomposición. El viento se encargará de barrer periódicamente estos sedimentos dejando los alveolos limpios.


Desde el punto de vista botánico ésta no es la mejor época para venir, todavía está la vegetación dormida. Sin embargo, podemos apreciar alguna especie de estos parajes monegrinos.
El albardín o esparto (Lygeun spartum) lo encontramos ocupando alguna de las dunas que se han formado al pie de los cantiles. 



Atriplex halimus es un arbusto propio de estas tierras áridas. 
Ahora sólo presenta las cenicientas hojas.

Los torrollones presentan un frente vertical en la cara sur y un plano inclinado en la norte. De cima la característica tabla de arenisca.

Dispuestos en dirección este-oeste, forman un perfil escalonado producido por la alternancia de bandas de diferente dureza 

Especialmente llamativos son los anfiteatros con perfiles extraplomados.

La erosión diferencial individualiza bloques más resistentes. La escombrera de grandes bloques muestra el proceso de regularización de los materiales de derrubio, que van pasando de gran tamaño a arenas.

Entre los escombros, un fragmento de mineral de hierro. Hay varios diseminados. No nos concuerda con el resto de los materiales aquí depositados. No sabría decir cómo ha llegado hasta aquí.


Desde el sur, el torrollón llamado "el abuelo" presenta una atrevida figura en equilibrio.











No hay camino aparente, pero sí alguna señal de paso que nos asegura que se puede caminar con normalidad por las terrazas.
 Este sería un expuesto paso de no haber un pequeño arco natural que evita pasar por este estrecho giro.


Estos pasos son opcionales. En realidad forman parte del parque de aventura de La Gabarda (previo pago).








Seguimos la ruta y pasamos junto a un relieve espectacular. Un gran arco. Probablemente la filtración de humedad, junto con la fuerza de gravedad, produce descamaciones de gran tamaño y consecuentemente el arco.




















































Abunda el romero, ahora en flor, así como retamas. Otro arbusto característico de estos parajes áridos es Ephedra fragilis, el cual llega  a tamaños importantes, formando espacios cerrados.







Siguiendo ruta hacia el Este  llegamos  a este rincón donde el hombre ha cultivado olivos. Me produce una sensación especial  la proximidad de las verticales rocas y las formas redondeadas de los olivos.
















































Comenzamos el giro de vuelta, y para ello ascendemos unos pocos metros, y así volver por la parte superior de las terrazas. Junto a un cultivo aparecen los restos de lo que semeja una fortificación unida a habitáculos troglodíticos.
Rodeamos el cultivo y nos encaramamos al castillete.



Siempre parece que los fenómenos geológicos forman parte de un pasado muy lejano. En este caso la grieta que recorre este torrollón y que incluso afecta a los sillares parece indicar lo contrario. Parte de la construcción está excavada en la roca, sobre ella hay aparejos de gran tamaño ( 90x40x40 aproximadamente) formando una estructura claramente defensiva. Tendré que documentarme, pero tiene aspecto de ser medieval.

Una pequeña galería en la roca conduce a una abertura. Quizá puerta de acceso. Hay otras oquedades en la pared pero están ciegas.









Emprendemos ya camino rumbo hacia el punto de partida. Por el camino pasamos por el torrollón de mayor tamaño y que es conocido como el Castillo. 

A los pies del Castillo, el acceso es sólo practicable subiendo por esta estrecha grieta. Los dos primeros pasos son un tanto "estirados", y ayuda poco la piedra que sirve de base, inclinada y estrecha.

Una vez arriba se comprueba que no hay otra vía de ascenso. El zócalo de arenisca forma una plataforma amplia y horizontal desde donde se contempla el desarrollo de las terrazas que hemos ido recorriendo.

Varias excavaciones en la roca testimonian el uso de esta plataforma. Sin duda de carácter defensivo.
Varios aljibes excavados en la roca servirían para la acumulación de reservas. Son lo suficientemente grandes como para que ahora sirvan de alojamiento a un árbol que asoma las ramas por la abertura.

Si en la zona superior no quedan restos de construcción, sí aparecen en el flanco norte. Sillares y técnica constructiva similar a la vista en el otro castillete.











Bajamos del Castillo (con más dificultad que al subir) y ya nos encaminamos hacia el embalse del Torrollón, punto de inicio y final de esta interesante excursión.  Planeamos volver cuando las condiciones botánicas sean favorables. 



camino de El Pueyo. Lamium amplexicaule

 Pequeña mata que pasa desapercibida por su modesto porte, pero que mirada a corta distancia sorprende por su belleza y elegancia. Lamium amplexicaule es planta que crece en ambientes ruderales en ocasiones formando numerosas colonias, aunque también la veremos en campos de cultivo y barbechos. Es, por tanto, una planta vinculada a la actividad humana, ocupando aquellos lugares soleados y resguardados de los vientos del norte, aprovechando la humedad que se destila cada noche,.
Característica que llama poderosamente la atención es la copa que forman las brácteas y que abraza el tallo, rodeándolo por completo. Este es el motivo de su nombre específico: amplector (abrazo) caulis (tallo).
No goza de los favores aromáticos de otras labiadas,  tampoco se le atribuyen propiedades que puedan dotarla, como a otras del género Lamium, de utilidad para medicina u otros remedios. Sin embargo, como aquí la tenemos en pleno febrero, cuando no abundan los colores , disfrutemos de ella.


Me atrae el largo cuello de las flores. Y de su diseño, los purpúreos puntos de los labios y la garganta. Sé que en la naturaleza nada es gratuito, aunque sí puede ser casual. La necesidad debe regir la longitud de los tubos. Me imagino la trompa de alguna mariposa intentando llegar al néctar. Y las manchas púrpuras parecen un reclamo ineludible para avisar de la rica sustancia atesorada. He buscado alguna referencia bibliográfica por si esta planta está vinculada con alguna mariposa. Me he demorado disfrutando con el fantástico libro "Mariposas diurnas y zigaenas del Cinca Medio y territorios limítrofes)  de Cambra, De la Llana , Ferrández  (caramba, José Vicente, qué felizmente polifacético eres) , y no he visto que aparezca como nutricia de orugas. Bueno, no importa, seguro que algún  vínculo habrá, sólo queda descubrirlo. Al fin y al cabo ese es el empeño de los humanos, asombrarnos hasta con lo más diminuto, y descubrir sus secretos.
¡Ah, por cierto, no está el campo tan dormido... ya hay narcisos !
  

Camino de El Pueyo: Erucastrum nasturtiifolium. Libiana, rabaniza,


El cereal de invierno ya comienza a verdear los sembrados, anticipo del cambio que poco a poco comenzamos a percibir. Notamos que el día comienza a alargarse. El caminante que se dirige por los caminos del Somontano todavía nota crujir el hielo bajo los pies, y el suelo se muestra de madrugada duro. 
En la vereda del camino aparecen aquí y allá matas con hojas verde oscuro escotadas  hasta el nervio central formando profundos lóbulos. Tienen la cimera florida en apretados racimos. Observándolas día tras día nota el caminante que las flores se renuevan, alargando cada vez más la vara que las sustenta.  Flores de cuatro pétalos,  en cruz, al igual que los sépalos, estrechos y separados.
Cada flor produce una vaina (silicua) que contiene numerosas semillas, y que siempre queda por debajo del grupo de flores. El fruto tiene un ápice corto, que hará de bisagra cuando el fruto se seque y comience las dispersión de las semillas.
Recuerda vagamente a las mostazas que también surgen por estos campos. En el momento de ser bautizada, poco de original se debió ver en ella: Erucastrum, por ser un remedo de la eruca, aunque en versión amarilla, nasturtifolium por tener las hojas similares a las del berro. Planta biannual o perenne , así está ya en pleno enero, y nos acompañará prácticamente durante todo el año, con sus casi siempre floridas ramas.

El Betato de Tramacastilla, en invierno

El riesgo de aludes es muy alto, así que nos vamos a dar un paseo por el bosque de hayas de El Betato. Ya a la salida de  Tramacastilla de Tena hay suficiente nieve para que Marisol se calce las raquetas, yo quiero probar qué tal se va por el bosque con los esquís, hace tiempo que me apetece hacerlo.
Muchas veces he fotografiado estos lugares, sobre todo en primavera y verano, momento en el que siempre hay alguna sorpresa botánica. Ahora todo está dormido, pero sigue mostrando una especial belleza.































El barranco del Gorgol presenta una bonita estampa. A pesar del frío se está produciendo un fuerte deshielo que hace que el barranco baje con abundante agua.






















El camino que recorre el bosque, en dirección al ibón de Piedrafita, no ha sido pisado todavía. La nieve está blanda y profunda. Es mucho más costoso progresar, pero en recompensa, el bosque se nos presenta más salvaje de lo habitual. Reina un profundo silencio en el bosque que sólo es interrumpido momentáneamente por el viento al mover los árboles. Es un sonido grave.




































Superado el bosque, vemos las montañas desde Argualas hasta Peña Blanca. El viento norte propicia la formación de  leves nubes orográficas.

Camino de El Pueyo. Picnomon acarna

A fuerza de ver el mundo vegetal en tonos verdes cuesta cambiar el registro mental y saciar la curiosidad o la necesidad de admirar cuando lo que predominan son los colores pardos. Sin embargo, es ahora cuando algunas especies me parecen mostrar su carácter. Es el caso de Picnomon acarna, un cardo que frecuentemente vemos ocupar barbechos o cunetas. Alcanza el medio metro con facilidad, y en este momento es en  el que resaltan los contrastes de sus líneas, las broncíneas  púas en brácteas y hojas, lo intrincada que es su estructura (Picnos, apretujado en griego ). Al ser planta anual, no vemos más que la mata muerta, que con el frío y el viento de marzo terminará por ser barrida, para dejar paso a un nuevo brote primaveral. El ciclo vital ya ha concluido .Todas las defensas construidas para evitar el ramoneo quedan como esqueleto, sí , pero también como testimonio de una adaptación quién sabe si creada a partir de la incesante actividad de las manadas primitivas. Lucha constante. 
Hace unos años vi unas fotografías de un artista polaco, Andrzej Dragan (http://andrzejdragan.com)  Quizá por los similares valores cromáticos y la dureza de luces y sombras,  siempre he asociado sus obras  a Picnomon acarna. Los personajes de sus retratos presentan igualmente muchas aristas de su personalidad, revelan un ciclo vital duro, exigente.  Este cardo crece en lugares degradados, expuestos al sol cuando florece en pleno verano. Con rudeza muestra sus espinas en un entorno hostil.

Camino de El Pueyo. Capsella bursa-pastoris. "Pan y quesitos"

Tan común es esta  pequeña hierba  que muchas veces pasa totalmente desapercibida. A su favor, tiene poco porte y sus flores blancas tan apenas llegan a abrirse. Donde únicamente destaca es en las vainas donde maduran las semillas, de forma acorazonada, o de zurrón (lo que ha motivado para que se la llame comúnmente zurrón de pastor).
Es hierba perteneciente a la familia de las Crucíferas, cuatro pétalos no soldados en cruz. Y como fiel integrante de su familia, buena sufridora de fríos invernales, por  lo que el caminante podrá verla todavía siguiendo escrupulosamente su ciclo vital, formando enhiestas varillas con la cúspide adornada de flores y los frutos dispuestos a lo largo del tallo sujetos por un largo peciolo.
Al ser una hierba tan modesta me sorprendió encontrarla en la base de un cuadro del renacimiento. Filippino Lippi, maestro del 1500, la coloca en primer plano para otorgar naturalidad a una escena religiosa, tan al uso en aquella época. La representación es precisa como si fuese una obra botánica, de manera que me atrajo más que el conjunto de la obra en sí. Dudo si esta precisión es un mero alarde pictórico, o si pretende alguna significación. Era común incorporar elementos en el cuadro que aportasen información no escrita, y este cuadro está lleno de símbolos en elementos que parecen anecdóticos y que se sitúan en torno a la escena principal. Si el caminante gusta de navegar también por los ceros y unos del ciberespacio, esta sería su ruta para ver la obra con gran detalle: http://www.nationalgallery.org.uk/paintings/filippino-lippi-the-virgin-and-child-with-saints-jerome-and-dominic , con lo que tendrá también ocasión de identificar alguna otra planta que el mismo cuadro contiene.
Si no es el caso, aquí reproduzco la parte del cuadro de la que hablo, con mi más admirado agradecimiento hacia la institución que custodia la National Gallery en Londres.
Aunque es planta menuda, no ha pasado desapercibida para su uso en remedios que tratan de prevenir hemorragias tanto vasculares como ginecológicas, además de que puede alegrar en crudo una ensalada.
Otra curiosidad del pan y quesitos, como también se la llama ,es que cuando los frutos maduran, segrega una sustancia mucilaginosa que atrae y mata a los insectos que en ella se depositan, parece ser que algo de estos insectos utiliza para su propio beneficio. Estaríamos ante una planta que tiene hábitos carnívoros en una determinada etapa de su vida.

paseo invernal al ibón de Culibillas

Como un oasis en medio de la vorágine de las pistas de Formigal, el entorno del ibón de Culibillas se mantiene aislado de ruidos, prisas, remontes y otras secuelas urbanas que azotan el Pirineo en invierno. Como el trayecto es corto y de poco desnivel es un paseo ideal para una mañana de invierno. Creía haber puesto una entrada en este blog de este ibón (casi balsa) en época de verano. Como veo que no es así me permito poner una panorámica del mismo lugar en la época en la que el verde es el color dominante.


La nieve no abunda, hace mucho que no nieva. Las laderas orientadas al sur muestran los surcos del deshielo y posterior rehielo nocturno. Curiosos diseños efímeros.

Como decía es un paseo corto y fácil, exento de riesgos. Aunque a veces sí está balizada con palos  provisionales negros por la vecina estación de Formigal es una buena oportunidad para  ejercitar con la gente joven de casa  el sentido de la orientación , puesto que no hay sendero,  y es raro ver trazas de esquís o raquetas por este lado. Las laderas  aparecen venteadas, con las características ondulaciones que dejan al descubierto las zonas más duras. Con todo, encontramos buenos lugares de nieve profunda donde se disfruta más de la raqueta.






Como remolinos de un mar solidificado











En un día de asueto, quedan momentos para la diversión. Marisol y Aurora hacen la "croqueta" en una ladera de nieve profunda.












No se asciende mucho, pero la configuración del valle de Tena, tan amplio y abierto permite contemplar un escenario tan bello como este.
















Ya hemos llegado al ibón de Culibillas. No es tan espectacular como otros cercanos, por ejemplo Anayet o los de Ayous, que en invierno presentan una horizontalidad que parece irreal. Como es un pequeño, la ubicación es menos llamativa. Quizá si vemos una fotografía del verano...















Una yeguada pasta apaciblemente el pasto a principios de verano.

Paseo invernal por Barrosa

Antes de comenzar la tanda de cenas y comilonas de la Navidad, Marisol y yo nos escapamos al valle de Barrosa para verlo en invierno.Realizamos la excursión sin más pretensiones que caminar por un lugar ajeno a bullicios. El lugar ofreció mucho más de los esperado.


Una vez superados los primeros metros de pista que remontan las antiguas construcciones de explotación de minas de Barrosa, se abre ante nosotros el fondo del valle, con la figura central de los picos Robiñera y La Munia, unidos por el cuello de Robiñera.

La nieve es  suficiente  como para ponerse las raquetas. Hay alguna traza de esquí. La nieve está dura porque  no da el sol en todo el día en este  tramo a lo largo del valle.   Algunas canales bajan vertiginosas desde la muralla de Esplugaruego que impiden el paso del sol ahora que el día es tan corto. 


A la salida de estas canales vemos restos del destrozo hecho por los aludes en la vegetación. Hay zonas con  árboles arrancados. Otros han sobrevivido aunque quede en ellos la huella del alud para siempre. Tomamos nota de las zonas en las que el  alud  llega hasta el fondo del valle con suficiente fuerza como para ser peligroso estar allí en el momento equivocado.


El pacino crea espectaculares cascadas heladas. La compañía de los pinos negros nos dan la proporción de estos saltos congelados.

 
Una de estas cascadas de hielo tiene nombre propio: Océano Pacífico. Lugar frecuentado por quienes buscan la fuerte emoción de subir estos gigantes de hielo. En este caso 150 metros con tramos de pendiente de 85º.

No es la única. Hay otras más pequeñas, pero muy hermosas.
Hemos llegado al final del valle, y aunque sólo sea por tomar un poco calor del sol decidimos subir en dirección al collado de Barrosa. Poco tiempo podemos disfrutar del sol , pues la sombra sube rápidamente y nos vuelve a alcanzar. Pero al menos podemos contemplar la magnífica vista del valle. Vemos las acumulaciones de nieve que se forman en la repisa superior y que en caso de ser inestables hacen peligroso el tránsito por el fondo del valle, y sobre todo acercarse a las cascadas heladas.

 El valle hace una contracurva y se extiende hacia el collado de Barrosa.























Sabemos que hoy no podremos llegar al collado de Barrosa. No pretendíamos hacerlo, pero queda allí la propuesta para otra ocasión. Hoy sólo queríamos conocer el terreno. La próxima vez , con más tiempo de luz, y quizá con los esquís para progresar mejor por la media ladera, ya que con las raquetas es algo incómodo progresar con esta  pendiente.No obstante ya es un regalo la vista sobre el collado de Barrosa y a la izquierda tres tresmiles,  los picos de Troumouse , La Munia y Robiñera.