Biscutella auriculata me presta el verde. Es un verde tierno, fresco, alimonado. Tiene algo del verde nuevo de las hojas de haya al despuntar la primavera. Los frutos , parecen ojos bien abiertos, u oídos prestos a captar cualquier vibración, como testigos mudos dispuestos a relatar la sombra de nuestros días.
Matthiola fruticulosa me entrega el rojo vino. Rojo tierra.Siempre contemplando desde la orilla a los caminantes que pasan por el sendero como si fuera un río que nos lleva.
Eruca vesicaria me brinda el blanco. El blanco de la luz que irradia la sabiduría, de la paz que se traduce en una sonrisa, antigua, enigmática, sonrisa etrusca.