Sierra de Arangol. Peña Castillazuala

La Sierra de Arangol es un escalón previo en la subida al Tozal del Cabezo de Guara, pero además es un balcón que mira en el valle de Rodellar y el cañón de Barrasil.
Peña Castillazuala, sin ser su punto más alto, aporta una buena perspectiva al ser un espolón de la Sierra sobre el cañón. Para subir a ella, lo más razonable es salir de Pedruel.
Hace ya un tiempo que José Luis Lucia, incansable  caminante de la sierra de Guara, me habló con entusiasmo de este paraje, incluso me facilitó información de cómo llegar. A él le dedico esta entrada. En esta ocasión no hice mucho caso a sus indicaciones, y alargué la ruta, un poco por curiosidad, otro por desconocimiento. Salí del puente de Pedruel. Acertada opción para contemplar no sólo el precioso puente, también para asomarme al Bozacal d'os gatos. Bozacal es un término aragonés que no acierto a asegurar su significado. Primero me inspira el verbo bozar, atascar. Pero también me encuentro la interpretación de Jesús Vázquez, que al estudiar la toponimia del Sobrepuerto dice que bozo podría significar piedra grande (bozacal: lugar de grandes piedras) o depresión entre despeñaderos, lo cual viene que ni pintado para este paraje.Si alguien da más cuenta de este término, sería de agradecer.
Ophrys scolopax
Sea como fuere, sigo el sendero que me conduce a Pedruel, glacis arenoso aprovechado para los cultivos. Afortunada elección puesto que me encuentro con una preciosa orquídea: Ophrys scolopax. Es una de las llamadas  "abejetas". Esas florecillas que simulan el aspecto de las abejas, al parecer para atraerlas y así favorecer la polinización cruzada, al tiempo que les regalan con un festín de néctar. 
El camino es llano y con el agradable sonido del Alcanadre a la vera.


En las proximidades de Pedruel veo la flor e inmaduros frutos de Lunaria annua. Con el tiempo los aplanados frutos irán secándose y tomando el aspecto del pergamino.Alguna vez los hemos visto como elementos florales decorativos .
Lunaria annua
Un poco más adelante, la estrellada flor del Tragopogon porrifolius. Una Compuesta de flor solitaria sobre alto tallo. Tengo noticia de que por las inmediaciones de Barbastro también se da pero no he tenido la suerte de localizarla.
Tragopogon porrifolius
  Al llegar a Pedruel , me encuentro con que me he dejado el mapa en casa. Llevo el GPS , pero no es lo mismo. Mi memoria no está muy fina y no recuerdo por dónde tengo que continuar. No veo a nadie. Miro el GPS y me indica una senda que parte de la calle del Sastre. El rastro conduce hacia donde yo quiero ir, pero...Bueno, siempre hay tiempo para dar la vuelta. El camino no es muy claro, en algunos tramos se desdibuja del todo. 
Ramonda myconi, la "oreja de oso"
El rumbo es bueno, pero no asciende deprisa. Al rato me encuentro sin camino, al final de la Sierra de Arangol, y con la perspectiva de un lapiaz adornado de bojes y escarpines. La vista es buena, pero se puede mejorar. Sé donde tengo que ir por el satélite. Vamos hacia arriba. Amenizan la cuesta plantas calcícolas. En el hueco de una roca, seguramente aprovechando las ocasionales escorrentías, una "oreja de oso" en plena floración. Al tiempo que subo observo la vegetación por si hay alegrías. Boj, boj, boj. Espero que no se espese y me complique seguir subiendo. Agazapada en las mismas rocas una bonita Crucífera, Aethionema saxatile. Las hojas son algo carnosas, el tallo robusto. Las pequeñas flores rosadas ya han empezado a madurar por la parte inferior del tallo y muestran sus semillas aladas, escotadas en el ápice, y redondeadas en la base.
Aethionema saxatilis
La estructura de la sierra de Arangol la conforma una base de roca caliza, de grano muy fino, que ha sufrido el proceso de descomposición por efecto del agua y el CO2. En esta zona, la parte norte de la Sierra, la roca está desnuda, no hay tan apenas cobertura de suelo vegetal, lo que le da un aspecto agreste. Esta descomposición crea estas oquedades, algunas bastante profundas. En ellas se acumula algo de materia orgánica y prosperan los bojes y la flora que tiene asociada.
Superado, al fin, este tramo, ya veo la peña Castillazuala, que se prolonga tras una breve depresión. Aparecen los pastos. El terreno se suaviza. Este espolón promete buenas vistas sobre el valle, y en efecto así es. Rodellar y Cheto aparecen como la única muestra de presencia humana. Agudizando la vista veo la ermita de la Virgen del Castillo, apoyada sobre la roca que se enfrenta al barranco de Andrebot. Detrás la Ciudadela de Mascún y, cuando el sol la ilumina, la Cuca de Bellostas. Frente a mí tengo la pardina de Seral y a su espalda el vallejo de los Moros, con la senda que me llevaría a Nasarre y Otín. En primer término,las paredes del flanco norte de la garganta de Barrasil, por donde discurre el Alcanadre que veo allá 600 metros más abajo.
1. Desde peña Castillazuala, dirección Norte
















Abro la mochila para echar un bocado que llene el estómago, el espíritu ya se está llenando. Allí , plegadito, al fondo, veo el mapa. ¿no me lo había dejado? Bueno, al menos puedo identificar esas peñas de enfrente: Sierra de Lupera, con Tozal de Nasarre y Peña Ruaba como puntos máximos, sucesión de anticlinales que han sido excavados profundamente formando este cañón.
Chaenorhinum origanifolium
Antes de iniciar el regreso rastreo lo que entre las rocas crece.
Chaenorhinum origanifolium aprovecha las fisuras de la caliza para formar pequeños cepellones. Sus pequeñas hojas, parecidas a las del orégano, le han valido el apellido. Las flores son espolonadas.
Decididamente no voy a volver por donde he subido.Mirando hacia el sur se adivina levemente una senda que pasa por una apacible valle elevado.Ahora sí, con el mapa veo que este sería el paso natural, y cómodo, para llegar hasta aquí. Se llama Mallata Pequero, y está custodiado al oeste por Lacuna Alta (1.403 mts). Con el verdor de la primavera aparece como un oasis en medio de estas atormentadas peñas.
2. Mallata Pequero. A la derecha Lacuna Alta, y a la izquierda sierras de Balzez (Balcés) y Rufás
Saponaria ocymoides


Al tiempo que desciendo me encuentro con  ejemplares de Saponaria ocymoides, pequeña "jabonera" que también gusta de los ambientes calizos y bien soleados.
Observo que entre los cantos que hay a su alrededor hay alguno de caliza marrón, con fósiles de nummulites, los "dineretes" que tanto abundan en Guara y nos hablan de su pasado marino.
Más adelante, y a medida que los pastos van ganando terreno, me encuentro con Anthyllis montana. Tiene numerosos foliolos, más de 15 para diferenciarse de su pariente la vulneraria. Las flores agrupadas en capítulos globosos tienen un aspecto sedoso por los numerosos pelos que crecen entre las flores. 
Anthyllis montana

Ya en la Mallata Pequero la cosa cambia radicalmente. Si antes caminar era un tanteo entre piedras y agujeros, ahora el prado amortigua los pasos y se va como por una nube. 
El carácter montano de estos pastos queda patente en la vegetación. Algunos ejemplares de orquídeas empiezan a madurar. Delatan la presencia de humedad suficiente. Se trata de Dactylorhiza sambucina, con las flores de suave color amarillo, labio central con manchas anaranjadas, grueso espolón curvado hacia abajo.
Dactylorhiza sambucina
También por estos prados aparecen ejemplares de una bonita flor rosada, la  Valeriana tuberosa. Sus pequeñas flores agrupadas en cabezuelas globosas salen de un tallo al que se abrazan unas curiosas hojas divididas con lóbulos enfrentados y redondos. Las hojas basales son bien diferentes. Por su nombre intuyo que debe tener una poderosa raíz , pero la dejo tal y como está. 
Valeriana tuberosa
El camino se ha hecho evidente. Ya no hace falta intuir por donde debo caminar. Está claro que la ruta normal de ascenso va por esta vía. Empiezo a planear futuros recorridos que desde el pueblo de Pedruel, por esta vía directa me lleven a Lacuna Alta y al Tozal del Cabezo de Guara. Será un poco calcetinada, pero seguro que valdrá la pena. Siguiendo el mapa estoy al tanto de llegar a lo que llama Cuello Carapuca. No hay pérdida, el camino gira claramente hacia el Este y al poco me veo bajando directamente hacia Pedruel. Desde una de las lazadas del camino se vislumbra una gran panorámica norte sur. Veo a mi izquierda Rodellar, y en frente Las Almunias y los caseríos de Santo Tornil. Detrás la Sierra de Balzez que se extiende de norte a sur hasta que es rota allí donde el río Isuala forma el barranco  del Estrecho, que vemos en el extremo derecho de la fotografía. De fondo queda la sierra de Sevil, comienza a remontar la sierra de Rufás.

3. Sierra de Balzez. Las Almunias de Rodellar















Track de la ruta
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=8232984



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Camino del Pueyo. Aphyllanthes monspeliensis (Chunquetas)

En los ambientes de carrascal encontramos esta bonita liliácea. La vemos formar macizos globosos desde el suelo, de tallos finos  coronados por una o dos flores en el ápice. Aparentemente no tiene hojas. Se han transformado en leves vainas que envuelven al tallo en la base. Como es característico de esta familia de las liliáceas, las flores exhiben el número 6, bien poco habitual.
Chunquetas, xunquetas  se les llama, por el parecido con los juncos. Pienso en los  pastores, oficio de quienes  más cultura botánica tradicional podemos obtener. De ellos será la observación de que las flores son del gusto de las ovejas. Nosotros lo podemos intentar. Llevaremos un nuevo sabor a la boca. Lo haremos comiendo una flor y así probaremos su sabor dulce. Me viene a la memoria otro sabor floral también dulce. De pequeño , cuando iba con la familia a la Virgen del Plano, las acacias que allí había se cargaban de racimos de flores dulces, sabrosas. Ahora no sé si todavía viven aquellas generosas acacias. Hace tiempo que no voy por allí. La última vez se me encogió el corazón al ver la ruina y el abandono que allí se ha establecido. Prefiero conservar el recuerdo de los juegos en sus columpios, de la aventura de pasar por su puente colgante sobre el río Vero.

Camino del Pueyo. Prolongoa hispanica


Todos los años reservo unos minutos para detenerme en un lugar con encanto. Es un ritual que se repite cuando los amarillos dominan el camino que conduce a El Pueyo. Pasado el canal, superados unos almendros, unas terrazas dedicadas a los olivos están alfombradas de estas florecillas, menudas pero luminosas como soles.
Allí, cobijado por la sombra de algún olivo, me embeleso en los matices dorados cuando Prolongoa hispanica en una orden sincronizada florece en miles de individuos. Siempre es la época del canto de las cardelinas. Pequeños grupos de abejarucos realizan sus acrobacias dejando una estela multicolor. Alguna vez un gavilán atrapó un pequeño gazapo y remontó el vuelo sin producir ni el más leve susurro. Me felicito por tener tan cerca de casa un lugar donde la acción humana, aun estando presente, no ha borrado el ritmo de la naturaleza. Estas modestas terrazas, donde queda espacio para el arbusto silvestre en sus lindes, son una isla de naturaleza en un entorno fuertemente humanizado. A menudo prestamos  más atención a la conservación de una especie animal o vegetal, y se descuida que toda especie necesita un espacio. Ese espacio que ahora contemplo bajo el olivo. Pienso en lo diferentes que son las cosas cuando la intervención es mayúscula, cuando los grandes movimientos de tierra igualan relieves, anulan corredores, despejan rocas y pequeñas vaguadas.
Me pregunto por qué Prolongoa hispanica prospera con tanto éxito en estas fajas arenosas, y prácticamente falta por completo a escasos metros. Endemismo ibérico, no es planta común aunque en este rincón parezca abundar. De hecho en Aragón sólo se la conoce en el tramo medio del Valle del Cinca entre Barbastro y Monzón.
Hace tiempo que busqué su nombre común entre nuestras gentes. No averigüé ninguno. Así que , en mi familia, la llamamos margaritas amarillas. 

Es una especie que pertenece  a la familia de la Compuestas. Al neófito le parecerá que estas flores tienen pétalos dispuestos radialmente, y que en esta especie éstos son de color amarillo.Para salir del error, merecerá entonces que observe detenidamente un pie de esta planta para caer en la cuenta de que aquello que denominamos flor es en realidad una aglomeración de flores. Se denomina capítulo a este tipo de inflorescencia abierta. Decenas de florecillas tubulares se apiñan de manera más o menos globosa. Las flores externas se han transformado en aparentes pétalos, son las flores liguladas. En su entorno nos encontraremos otras compuestas, pero además del capítulo nos fijaremos en las hojas de Prolongoa hispánica que son estrechas, divididas como un peine con sus segmentos foliares perpendiculares al nervio principal, el tallo algo peloso.

La familia de las compuestas es el último eslabón evolutivo de las dicotiledóneas. Se han especializado en la polinización favorecida por los insectos, y en este caso es muy visitada por las abejas. Como antes decía toda especie necesita un espacio. De la correlación de espacios depende el futuro de las especies. Su diversidad. Una flor como ésta, tan sencilla que no tiene ni nombre común, también forma un espacio, importante para las abejas. Y las abejas para los abejarucos. Y para los gazapos, y para los gavilanes... así indefinidamente. Por eso me encanta este rincón del camino hacia El Pueyo. Todo en su simplicidad está conectado. Unos olivos, unos matorrales, unas tierras arenosas. Todo.

Asphodelus cerasiferus y Asphodelus fistulosus (abozos)

Los abozos son atrevidas liliáceas que ocupan los chesos en torno al Pueyo. 
El caminante los observará de dos portes bien distintos. Una especie, el Asphodelus cerasiferus,  con hojas anchas y largas, aquilladas, formando una mata en la base de la que surgen las varas floridas, con las flores bien apretadas. Este es el auténtico abozo.  El otro, Asphodelus fistulosus, de porte más fino, menos crecidas las varas y con hojas también largas pero engrosadas y huecas (fistulosas), llamado gamoncillo, nombre que viene del común castellano gamón, aplicado a este tipo de plantas.
Flores de Asphodelus fistulosus
A ambos se les denomina abozos por estas tierras,  o gamones en el general castellano. Aunque también, según cita Chesús de Mostolay en su obra "El aragonés en el Somontano de Barbastro", se llaman abozos a los lirios silvestres. Todas tienen en común presentar sus  flores  en varas. 
Asphodelus cerasiferus en las proximidades de Valcheladas
Son más comunes los abozos de porte grande, A.cerasiferus. Si continuamos el camino y  rodeamos el Pueyo por el Este o por el Sur veremos ocupar los terrenos áridos con predominio de yeso. Su raíz, al ser de gruesos rizomas, bastante enterrados, está bien protegida por lo que resiste muy bien incendios y quema de rastrojos. En cambio A.fistulosus son bastante escasos  de ver, aunque los tenemos bien placenteros en las cercanías de la ermita de S. José, 


Lo más llamativo de los abozos son, sin duda, las flores. Dispuestas de manera vertical y alterna, con los estambres largos en donde las anteras quedan colgantes, bien separadas de la parte femenina de la flor. Estos dos caracteres, verticalidad y separación de los estambres del estigma , parece una disposición adecuada para favorecer la polinización cruzada entre distintos pies, y reducir el porcentaje de autopolinización. 
Observamos que las ramas duran mucho tiempo en floración , de manera que, al madurar de abajo hacia arriba, nos encontramos a veces los frutos globosos en la base de la rama, mientras todavía están abiertas algunas flores o incluso en la cima algún blanco capullo sin abrir. 

Flor de Asphodelus cerasiferus
De los abozos hay noticia de uso en medicina popular. Sus raíces, que son tóxicas tanto para consumo humano como para el  ganado, eran cortadas en fresco y aplicadas sobre eczemas, verrugas y durezas. Las hojas se recogían tiernas, para darles de pastura a los cerdos. Además de estos prosaicos usos, merece recordar el uso que les daban los niños. Nos recordará una época en la que los niños estaban más "asilvestrados" y menos "electrificados". Así José Vicente Ferrández, en un libro que ya cité hace días, nos contaba que en Lagunarrota cantaban los críos "Baja, baja, canaleta, con la punta la escopeta, que tu padre está en la huerta empinando la boteta", al tiempo que tiraban los lulos del abozo al tejado y esperaban que éstos calleran, y que por esta razón eran llamados "canaletas", "cancanaleras" y caí-caí en los diversos pueblos de la redolada. Puestos a elegir prefiero esta cándida imágen a aquella que recrearon los versos de Homero, cuando describe el reino de Persefone, el Hades, como una llanura cubierta de asfodelos por donde moran las almas de los muertos, y es que esta planta tenía un significado funerario en la grecia clásica, de donde nos viene su genérico adoptado por los botánicos.

Alquezar desde Basacol

Alquézar tiene múltiples rincones desde donde podemos contemplar el pueblo y su entorno natural. Uno de mis preferidos es desde las balsas de Basacol. También una buena excusa para ver los abrigos de Quizans. Desde este punto podemos observar el emplazamiento de la villa en los cortados calizos que dan al río Vero.

Camino del Pueyo. Ulmus minor (urmo)

Lo vi dañado el año pasado.Varias ramas le habían desaparecido, arrancadas, dejando astillado el lamentable muñón. En varios  puntos estaba descortezado. Temí que este joven urmo no sucumbiera debido a la grafiosis, sino por la insensatez de un bárbaro. Acabo de pasar junto a él, en las últimas rampas de la carretera asfaltada que me conduce a El Pueyo. Lo veo con  verdes y frescos frutos, con las semillas aladas haciendo vistosos racimos. Resiste.
Hace ya casi un siglo que la devastadora grafiosis destruye nuestros olmos. Es una enfermedad producida por un hongo y dispersada por pequeños coleópteros que al roer las yemas introducen el hongo y sus esporas  en los conductos de la savia, envenenándola. Los olmos europeos están en serio peligro de extinción.
En la tierra baja tenemos este pequeño urmo. De porte más pequeño que su congénere de la montaña, el Ulmus glabra, que también está desapareciendo.



Los "angelicos" como se les llama por aquí a los frutos nos servirán para diferenciar a Ulmus minor. La semilla está rodeada de una membrana que la rodea, pues bien si la semilla está cerca del margen inferior de las alas es el Ulmus minor, en el caso de que la semilla esté en el centro del ala estaremos delante  del Ulmus glabra. Este es un tipo de fruto con ala, que los botánicos  llaman sámara. La utilidad de esta sámara es facilitar la dispersión de la semilla por el viento.





También distinguiremos al urmo por sus hojas dentadas, a veces de manera irregular, que tienen una característica asimetría en la base. Así, ante la duda miraremos allí donde el limbo de la hoja se une con su peciolo y observaremos cómo la hoja no es simétrica sino que siempre es mayor la base de la hoja por el lado de la rama. En el caso del Ulmus glabra la base de la hoja es mayor que la longitud del peciolo.
 La dureza de su madera hizo que se utilizara para la construcción de los yugos, timones de arado,vigas, armaduras. Por ser una madera muy resistente al agua se utilizó en navegación, e incluso para hacer cañerías, o postes que debieran estar clavados en tierras cenagosas.
El urmo tuvo su lugar en nuestros pueblos. En Castilla lo veremos en el centro de las plazas de algunos pueblos.Su sombra cobijaba tanto los mentideros como las reuniones en las que se debían tomar decisiones de la comunidad. Cada vez quedan menos. Aquellos añosos  olmos que cantara Machado están desapareciendo. Cada primavera, los racimos de angeletes nos dan un nuevo respiro, con la esperanza de que al final sepamos superar la crisis que produce la grafiosis.



Glaucium corniculatum y Papaver rhoeas (ababoles)


Flor de Glaucium corniculatum (adormidera cornuda)
La mayoría de las veces las flores nos cautivan por la vista o el olfato. Las amapolas son un regalo para el tacto. Contienen en sus diversas partes toda una sinfonía de sensaciones táctiles. Pruebe el caminante a detenerse junto a una amapola y recorra desde los híspidos tallos hasta la extrema sedosidad de los pétalos. Además, pocas veces se ven colores tan intensos como los que nos proporcionan las amapolas. En el entorno de El Pueyo podemos disfrutar de varias especies de amapolas. Glaucium corniculatum carece de la esbeltez de la amapola, su porte es más robusto, y normalmente, está  recubierta de  un vello que le da un aspecto blanquecino. La flor nos recuerda inmediatamente a las amapolas. Lo cierto es que se trata de un pariente que comparte familia pero no género. Prueba de ello es el látex amarillo que desprende si cortamos una parte de sus hojas.
Flor de Glaucium corniculatum
Su variabilidad nos permite encontrar  flores desde el color naranja hasta el escarlata más intenso. Siempre con la base de los cuatro pétalos con una mancha oscura.   Un rasgo muy característico es la forma de sus frutos: cilíndricos, muy largos, terminados en unos cuernecillos, que son los  que motivan  su nombre específico científico, así como alguna denominación popular: adormidera cornuda, amapola loca. No es exigente con el terreno, incluso no teme ocupar los chesos que por estas tierras abundan. Es extraño ver muchos ejemplares juntos. Más bien forma matas repartidas aquí y allá , cuya densidad la determinará la riqueza del suelo que ocupan.
mata de Glaucium corniculatum con sus largos frutos

Papaver rhoeas es el ababol por antonomasia. Inconfundible por la esbeltez de su porte, con altos tallos de ásperos pelos, látex blanco,  flores escarlata, capullos que cuelgan como pendientes y cápsulas de semillas coronadas por un disco estriado, características éstas que habrá que tener en cuenta para no confundirlo con otros ababoles, quizá más pequeños, pero que dada la variabilidad de crecimiento de estas plantas en función de la riqueza del suelo, pueden llevar a engaño. Más adelante, cuando la primavera esté ya totalmente asentada, podremos ver los otros  congéneres y así compararlos. 
Cápsulas de semillas y flores de Papaver rhoeas.

El ababol forma parte de mis recuerdos de infancia. En los familiares paseos campestres, cogíamos los capullos del ababol y los abríamos; siempre con la renovada sorpresa de descubrir allí totalmente desarrollados los pétalos, plegados como papel de seda, a veces rojos, a veces blancos o rosados. Entreabriendo los sépalos dejábamos salir brevemente los pétalos, a modo de falda o sotana, que imaginábamos como cardenales o monaguillos, vestidos de rojo y verde. Si había una cabezuela portadora de semillas era la ocasión de insertarla y completar el remedo de muñequito vegetal: cabezón él , pero gracioso y colorido. Quizá la fascinación que nos producen los ababoles  venga de que los tenemos asociados a nuestra memoria colectiva. Aunque es un tópico  ver ababoles junto al cereal en el Somontano, no es planta ni siquiera ibérica. Es decir la tenemos aquí por ser importada. Sin duda tuvo que venir hace milenios cuando los primeros agricultores del neolítico hicieron llegar semillas de cereales, y entremezcladas entre ellas las de las amapolas en sus diversas formas. Tan inmersa está en nuestra cultura occidental que forma parte del simbolismo social del europeo. Quien, viajando por Inglaterra, se tope con los monumentos a los caídos en las grandes guerras europeas del siglo XX, que proliferan en sus poblaciones rurales, observará que la flor más utilizada es la amapola, muchas veces reproducida en sencillas flores artesanales de tela. Algo recuerda a la sangre. Quizá también por ello aparece en algunos cuadros religiosos del siglo XVI como símbolo de la Pasión.

Aunque mucho menos poderosa que Papaver somniferum, la adormidera de la que se obtiene el opio, algo de poder analgésico tiene nuestro ababol cuando se utilizaba la cocción de las flores para calmar el dolor de muelas. Los brotes tiernos de las hojas enriquecen las ensaladas primaverales, aunque hoy en día el uso de los pesticidas obligan a tener una gran cautela en la elección del lugar donde recolectar para el consumo. Recientemente se puede observar cómo algunos restaurantes utilizan sus minúsculas semillas en la presentación de los postres. En algunas panaderías cubren los bollos con las semillas y al comerlas crujen deliciosamente.
Papaver rhoeas entremezclado con el cereal en mayo de 2.007

Canal Roya, protegido ¡Ya!

Canal Roya y pico Anayet, desde pico Cuyalaret. ¿También aquí acero y hormigón?
Esta semana otra vez malas noticias. El Gobierno de Aragón retira la catalogación de zona de  protección geológica que Canal Roya tenía. ¿por qué?  El holding del esquí está detrás. La especulación está detrás. La apropiación de la montaña por unos pocos está detrás. El clientelismo está detrás.La ignorancia está detrás. La insensibilidad está detrás.
Pues yo quiero poneros por delante la imagen de este lugar.Ahora, que todavía está virgen. ¿De verdad hace falta  degradar más el Pirineo aragonés? ¿No habéis visto lo que hay en Formigal? ¿No habéis visto la pérdida de patrimonio artístico, cultural y natural del Balneario de Panticosa? ¿No habéis visto los atentados de impacto ambiental y paisajístico que se están cometiendo? ¿Realmente es por el interés económico de los valles, de sus pobladores por lo que promueven estas iniciativas? ¿Es desarrollo sostenible el sometimiento de la montaña al monocultivo de las estaciones de skí y sus secuelas? ¿Por qué tantos años de retraso para que la Ley de la Montaña sea una realidad?

Fumarias y Platycapnos (ubetas y yerbas pichaderas)

Fumaria officinalis
Es la de las Papaveraceas como aquellas  familias  muy  numerosas  en las que sus hermanos sólo guardan un remoto parecido entre sí , y son grandes las diferencias que los separan.

Fumaria officinalis
A la prolífica  familia de las Papaveraceas pertenecen estas tres  especies Fumaria officinalis (ubetas), Fumaria parviflora   y Platycapnos spicata , a las que poco similitud  encontraremos a simple vista con su pariente cercanísima, el ababol (la amapola).

Dicen los paleobotánicos, que en la evolución de las plantas, los individuos más primitivos tienen gran cantidad de estambres para asegurar la descendencia en una época de incertidumbre. Así sucede con el ababol. Las  especies que nos ocupan economizan energía en el desrrollo de estambres y a cambio muestran una estrategia: desarrollaron un saquito en la base de la flor donde acumular nectar, y los pétalos , aunque no forman tubo pues están libres, éstos se organizan y alargan haciendo una función muy similar, de manera que los insectos polinizadores ( un avance en el proceso evolutivo) están dirigidos para que rocen con los estambres y los pistilos.
Así nos encontramos con estas hermosas plantas, llamativas por sus racimos de flores de extraña forma y vivos colores.

Fumaria se le llama porque su jugo, instilado en los ojos produce un intenso lacrimeo, como si con humo se hiciera. El específico officinalis ya nos delata su uso antiguo en medicina, pues se utilizaban sus hojas  machacadas e ingeridas junto con berros y tallos de lechuga como depurativa. Todo un cóctel de amargor. También su infusión se utilizaba como tónico. Yo prefiero tonificarme  viendo sus intensos tonos vinosos, con el horizonte de la sierra de Guara en una fresca mañana primaveral, saboreando el perfume de las cercanas aliagas e intentando averiguar qué insectos se deslizarán por su  minúscula garganta, embobados por el dulzor del nectar y así ser utilizados como propagadores de polen.  Por nuestras tierras esta es una de las llamadas  “yerbas pichaderas”. No hacen falta comentarios sobre la alusión  de uso a tan expresivo nombre.
Fumaria parviflora
En ocasiones el caminante verá tonos blancos y rosados  en lugar del intenso agranatado. No se confunda, no es la misma especie sino su pariente Fumaria parviflora, que como su nombre indica es planta menos vigorosa, y con menor floración. Además de tener menor porte notaremos sus hojas de color ceniciento. No abunda tanto como la anterior, aunque muchas veces las verá el atento caminante compartiendo el mismo nicho ecológico, es decir campos yermos, cultivos, margenes de camino.


Platycapnos spicata
Platycapnos spicata  es una espece bastante más  rara de ver, ya que es propia de lugares más meridionales. Tiene un gran parecido a las del género Fumaria, pero la reconoceremos por la disposición de sus flores en una densa espiga, y por la estrechita bráctea que acompaña lateralmente a la flor.
De su género no encontramos más especies por Barbastro, aunque sí las veríamos en torno a Fraga o Zaragoza.
hojas de Platycapnos spicata
Me atrae especialmente la delicada combinación de tonos rosados y vinosos junto con el vivo amarillo del término de la corola. En estos finales días de marzo la veo aparecer, menuda , apretaditas todas las hojuelas. La espiguita de flores ya formada, todo un regalo para la vista si tenemos la precaución de acercarnos a ella con una lupa de aumento.


Y lo que iba a ser un un ligero paseo hacia el Pueyo  se ha convertido en un ameno juego de las  diferencias entre estas tres primaverales especies.

Muscari neglectum. (nazarenos)

El suelo está húmedo. Las lluvias recientes hacen rebrotar lo que ha permanecido dormido durante tanto tiempo. Es el momento de las plantas de bulbo. Flores que tienen un periodo de vida muy breve. Programadas para exprimir los nutrientes recogidos en las bases foliares hinchadas que forman los bulbos, y del que ni siquiera gastan energía en hacer tallo. Sólo unas estrechas hojas y un pedúnculo de donde colgará el racimo de diminutas flores. Después llegarán los calores intensos, la sequía. Para entonces esta flor ya habrá terminado su ciclo. Sus frutos estarán dispuestos, y el bulbo se preparará de nuevo para 
aguardar la siguiente primavera.
Fácilmente los encontrará el caminante en los baldíos, en los removidos campos de viñedo, en las cunetas. Si la planta es joven, verá todavía la mezcla de sus flores maduras, con las corolas abiertas en una suave coronita blanca; las flores inmaduras todavía cerradas, y en la cima flores de azul intenso, estériles. A medida que las flores maduren, las inferiores, se arrugarán como pasas.

frutos de Muscari neglectum
Los nazarenos desarrollan todas las artes de la perpetuación: además de la multiplicación de sus bulbos, sus flores son hermafroditas. No obstante no interesa a la continuidad de la especie la autopolinización, así que  madurarán en distinto momento los órganos masculinos y los femeninos. Prefiere dar tiempo a que en la polinización intervengan los insectos, pequeñas mosquitas que entrarán en el tubo y favorecerán el intercambio genético. Los nazarenos pertenecen a la familia de las Liliáceas. Familia acreditada en la acumulación de potentes alcaloides en sus partes vegetativas. En ocasiones estas sustancias son de utilidad, pero en este caso es lo contrario. Incluso parece que  si el ganado las ingiere en tierno puede producirle nefastas consecuencias. De Lagunarrota procede la noticia de que se utilizaban para tintar las matracas. Aquellos instrumentos, más de ruido que de música, los únicos permitidos en época de Pascua, los cuales quedaban también tiznados cual nazarenos.

Invernal con raquetas a ibones de Ordicuso


Ha sido una semana con nevadas en altura. Se han formado cornisas y la nieve, aunque se ha purgado durante el viernes y el sábado no, inspira mucha confianza. Subir a los ibones Ordicuso en invierno no es un gran esfuerzo. El desnivel es pequeño, unos 400mts. y el recorrido no supone dificultad para desplazarse con las raquetas, puesto que no hay pendientes muy pronunciadas ni tampoco hay que hacer laderas.Nos permitirá contemplar paisajes de altura en plena estampa invernal, disfrutando de un día tranquilo y sin sobresaltos.






















Hemos iniciado el camino en el balneario de Panticosa. El primer tramo, con este año de escasas nieves en cotas bajas, está ausente de nieve hasta el primer parapeto contra aludes que cierra el barranco de Argualas.
 Hemos pasado un ameno tramo entre pinos negros con acumulaciones de nieve que sobrepasan el metro y medio de nieve. Por fortuna las raquetas se comportan y nos hacen progresar con facilidad. Frente a nosotros se extiende la mallata baja de Argualas y los picos que la custodian: Argualas, Garmo Negro e Infiernos.

La mallata baja de Argualas, muy amplia y con suave pendiente parece un desierto de nieve. 
A nuestra espalda , de izquierda a derecha, los picos Serrato, punta Xuans, los dientes de Batans, la arista de Batans y Labaza.

Evitamos la proximidad de Argualas, enormes avalanchas han caído, y prudentemente interponemos la vaguada. Con calma remontamos las suaves lomas que nos separan de los ibones. Espacio de nieve virgen festoneada por pinos negros.
























En verano, este apacible rincón se tiñe de turquesa con los pequeños lagos de Ordicuso. Ahora tan solo se adivinan las dos cubetas. Una pequeña apertura de hielo nos indica la situación del más pequeño. El otro, allá donde la nieve se torna inusualmente plana , rodeada de pinos.





















La capa de hielo sobre el lago no es recia. Bajo la nieve, casi tiene consistencia gelatinosa, pero en la orilla es suficiente como para soportar nuestro peso. Horadando la nieve con  el bastón, se introduce hasta la empuñadura. Al sacarlo, la roseta arrastra agua a la superficie, ésta se transforma en cubos cristalinos ante nuestra vista.



Erodium cicutarium (relojetes)

Ya proclama la primavera su irrupción en el Somontano. Por el camino de los canónigos, que nos lleva hasta El Pueyo, hace días que hemos notado el cambio. Pero antes de que la vegetación ascienda dos palmos, nos vamos a detener en una discreta hierbecilla  que aunque continuará allí durante mucho tiempo luego quedará más oculta. Erodium cicutarium, es uno de esos "relojetes" o "alfileretes"de nuestra infancia. Sus hojas muy divididas son inconfundibles, así como los vivos colores de sus flores diminutas.
En el Somontano es frecuente, y aparece tanto en cunetas bien soleadas, como en lugares más umbríos, generalmente ricos en nitrógeno.

En el libro "Las plantas en la medicina popular de la comarca de Monzón" quedó escrito por José Vicente Ferrández Palacio, con quien tuve el gusto y honor de colaborar, que los relojetes eran recogidas antaño para dar de comer a los conejos, y que era afición de los niños jugar con sus relojetes. Quizá algún día, más adelante volvamos sobre esto.

Habrá quien pensará que algo tiene esta planta que le recuerda a los geranios. No se equivoca. El género Erodium, junto con Geranium son los que forman parte de la familia de las Geraniaceas.
A la izquierda fruto con forma de pico.
Si el caminante no tiene prisa se detendrá a observar las hojas. Inmediatamente verá que éstas están varias veces divididas. Es decir, consideramos una hoja desde que sale directamente del tallo principal,como las flores. Ésta hoja se divide profundamente hasta el nervio medio, y a su vez , se vuelve a dividir formando lóbulos finos que llegan hasta la mitad de los nervios secundarios (hojas pinnadodivididas) . Pues bien, este tipo de división en hojas alargadas  es característico del género Erodium, quedando para el género Geranium una disposición más redondeada, como la palma de la mano. Sin embargo, los botánicos no se fijaron en las hojas para denominar estos dos géneros. Así como geranio viene del griego geranion, cuyo significado es pico de grulla, en alusión a la forma de sus frutos, para el género que nos ocupa ahora utilizaron de nuevo la comparación con las aves de largo pico, y así vino  el nombre erodios, que es el nombre que los griegos daban a la garza. Respecto a su específico cicutarium, que nadie se lleve a engaño, que sólo se asemeja a la cicuta en el aspecto de las hojas. De hecho, las hojas de los "relojetes" se han utilizado        como astringentes.



Narcissus Assoanus (cazoletas)


Siempre he asociado a estos pequeños narcisos con la llegada de la primavera en el Somontano.
Narcissus Assoanus ( cazoletas en nuestra tierra, en alusión a la forma de la corona central) la encuentra el caminante en suelos pobres, a veces de grava, en taludes y suelos inclinados; otras veces en carrascales. Es diminuta si la comparamos con sus congéneres de la montaña. Estas miden apenas ocho centímetros en total, aunque a veces medran algo más, con flores en característico ángulo.

Todos los años me postro ante ellas. Me acerco y las huelo profunda
mente. Es un aroma que no se olvida nunca, suave, dulzón, como de golosina. Aunque de cada cebollita sólo salen una o dos flores, las vemos haciendo pequeños corros rompiendo la monotonía de los colores todavía algo invernales.
Es el narciso más meridional que tenemos, y también el único representante por el entorno de Barbastro de su familia, las Amaryllidaceas.
El nombre específico de este narciso nos trae a la memoria a Ignacio Jordán Claudio de Asso (1742-1814), naturalista aragonés precursor de la clasificación científica de especies vegetales y animales en España.

Pero no lo interpretemos mal. No fue Asso quien bautizó la florecilla en un alarde de egocentrismo. La historia es mucho más humana. El mérito del nombre se lo debemos al naturalista francés León Jean Marie Dufour(1780-1865). Fue éste un naturalista de principios de siglo XIX, responsable de la identificación de numerosas especies. Médico de profesión, estuvo en España en la campaña de Napoleón. Le tocó asistir a los soldados que sitiaban Zaragoza.
En medio de tanta atrocidad no abandonó sus aficiones científicas, ni nublaron su entendimiento de manera que al clasificar científicamente la especie que nos ocupa la dedicó a su colega de afición, el aragonés I.J. de Asso, en un claro alarde de caballerosidad y admiración.