El puente de San Nicolás da paso a una amplia ripara donde el agua remolonea. Se diría que el río descansa en este apacible llano después de bajar encajado en barrancos y brincar por los peldaños de roca.
Hacia el Este, las paredes occidentales del Mondarruego avisan de los cantiles que bordean Ordesa.
Antes de llegar al puente de Oncins, una pista sale por la izquierda en dirección al valle de Otal, nuestra ruta sigue hacia el estrecho cañón que ya vemos a la derecha. Las hayas y abetos bordean los pastos ganaderos, reverdecidos con la lluvia del otoño.
La Peña de Ordiso
El agua baja plácidamente y las truchas esperan en el abrigo de la gorga la llegada de algo que llevarse a la boca.
La Vaqueriza, espacio donde el terreno ganado al bosque para su uso como pastoreo es ocupado nuevamente por hayas , arces y pinos.
Pie macho de Silene dioica, planta nemoral que es habitual de hayedos.
La pista se eleva sobre el río.Tras el collado de Otal, la Sierra del Turbón. La punta afilada de la peña de Otal o Arañonera inaugura la sierra de Tendenera.
El Ara...
...y otras aguas que alimentan el Ara
Una planta excepcional en nuestro Pirineo, Calamintha grandiflora. Labiada de la que, según el Atlas de la Flora del Pirineo Aragonés, las localidades donde se encuentra en todo el Pirineo son tres: una en Francia (Capcir), otra en el Berguedá de Barcelona, y otra aquí, en Bujaruelo. Está catalogada entre las especies amenazadas de Aragón y sensible a la alteración de su hábitat. Además de las grandes flores, llaman la atención sus hojas con dientes agudos regulares.
El Ara baja muy encajonado antes de llegar al refugio de Ordiso.
En la angostura, el puente colgante de Burguil ofrece un ángulo aéreo sobre el río y el bosque. Hemos desbarrado para llegar al puente, pero volvemos sobre nuestros pasos para continuar por la pista.
El azirón, Acer platanoides, despliega todo el cromatismo otoñal.
Nuevamente el río se desembaraza de las angosturas en el vado que permite el acceso al valle de Ordiso
La cabaña de Ordiso mantiene el aprisco renovado, la actividad ganadera perdura. Al otro lado de esta pleta, el camino que sube por el valle de Ordiso y llegaría hasta el collado de Tendenera.
La Montaña de Año y el río Ordiso.
El bosque se desparrama hasta la pleta de Ordiso.
La pista deja paso a un sendero que gana altura. La dulzura de los pastos y los bosques dejan paso repentinamente a la roca pura: el macizo de Comachibosa o Vignemale.
Una mirada atrás, hacia Ordiso para medir contrastes. Los pliegues apilados en la construcción de estas montañas forman planos inclinados en los que los cabalgamientos deslizan, dejando visibles laderas trazadas con precisión.
Con el paso del bosque al suelo sin protección aparecen las gleras móviles. En este ambiente prospera una planta de largas raíces: Linaria supina subsp. pyrenaica.
El paisaje se va volviendo cada vez más alpino, desvelando cumbres. El pico Bacías, cerrando el barranco de Espelunz señala la divisoria con el vecino valle de Tena, en su fracción de Panticosa.
La senda desciende con pausa en dirección a la cabaña del Cerbillonar, ahora se distingue en toda su magnitud el macizo de Comachibosa
Otro aziron, en este caso iluminado de amarillos.
Poco a poco nos acercamos a los pies de Comachibosa. Su aspecto nos recuerda al macizo de Llardaneta por las calizas versicolores que matizan la cumbre, y a los Infiernos por la amplia masa de mármol que ocupa uno de sus flancos.
El río Ara crea un espacio amplio, majestuoso en el paraje llamado Cerbillonar. De aquí arranca el barranco de Espelunz con el que podríamos enlazar con Brazato o Catieras, ya en la vertiente de Panticosa. El Ara continúa su curso en riguroso Norte acompañado por el pico Neveras, antesala del Arratille
El macizo de Comachibosa muestra la huella del extinto glaciar que bajaba hasta el valle de Bujaruelo, las hombreras, el lecho escalonado y las morrenas que terminan en el fondo del valle, por donde discurre hoy una torrentera.
Nuevamente atrapa nuestra atención las rudas formas del Comachibosa
Detalles de las crestas que reflejan las fuertes contracciones que dieron a luz esta montaña, así como la continua destrucción que desde el mismo momento de su nacimiento ha sufrido.