Ibones de La Munia

Una lesión en la rodilla me impide caminar lo que quisiera. En espera de que se arregle, echo mano de fotografías para rememorar los paseos estivales por la montaña. Así me he encontrado que hace exactamente  un año subí con Marisol a los ibones de la Munia desde el parador de Pineta. Tengo alguna panorámica de entonces y es lo que presento a continuación. Por otra parte , como el verano es complicado para seguir rutinas, durante este mes de agosto no podré publicar semanalmente las entradas sobre la flora del camino del Pueyo. Os agradezco vuestra asiduidad durante estos meses y espero vuestra comprensión. Como hay muchísimas flores más que citar, prometo que volveré.
























Subir a los ibones de La Munia desde Pineta supone auparse sobre dos valles glaciares colgados. El primero,  que aparece en el primer término de la fotografía, es el llamado Llano de Lalarri. Subir hasta este llano es superar el primer escalón, amenizado por los sucesivos saltos de agua que bajan de Lalarri. El segundo escalón nos permite ver este llano que se descuelga hacia el valle de Pineta.Frente a nosotros el collado de Añisclo, como un gran mordisco en las sierra de las Tucas. La perspectiva nos permite ya contemplar el Monte Perdido y las dos franjas de su glaciar.
Hemos dejado atrás las aéreas vistas de Pineta y Lalarri. Cada vez están más lejanas las siluetas del Perdido y su compañero el Cilindro. Seguimos el curso del barranco de Fuen Santa. La mancha calcárea de Peña Blanca destaca entre las otras cimas, como las Peñas del Hombre, más cercanas. Tan apenas algunos pastos alpinos sobre la roca. 













Hemos superado algo más de 1.200 metros de desnivel. El primer y más amplio ibón de La Munia se despliega a los pies del Robiñera, un tresmil que abre la puerta hacia el vecino valle de Chisagüés.

Algunas de las plantas encontradas durante el recorrido:
Atropa belladona. En el bosque fresco donde abundan el haya y otras caducifolias. Flores color vino apagado, de forma cilíndrico acampanada. Grandes hojas bien nervadas.
Los prados alpinos de los llanos de Lalarri  quedan salpicados por esta bella compuesta, Centaurea montana, con llamativas flores  tubulares muy escotadas y dispuestas de manera radial en torno a la cabezuela, a modo de corona.

Grupos de clavelinas , Dianthus hissopifolius, forman parte de los pastizales en torno a los 2.000 mts. Los pétalos rosados filamentosos son especialmente luminosos en un día de plena canícula.



Lychnis alpina, una cariofilácea especializada en los altos pastos, de flores agrupadas en capítulos, con largos pétalos rosados.

Superados los 2.500 metros, en suelos pedregosos, muy próximos al ibón de Lamunia Gentiana alpina guarda similitud con las otras gencianas de grandes flores pegadas al suelo, pero esta bonita genciana muestra hojas menudas y carnosas.

Otra hermosa genciana, en este caso Gentiana nivalis, también aparece en este ambiente de alta montaña.



Camino del Pueyo. Eryngium campestre.(hierba santa)

capítulo floral de Eryngium campestre
Este cardo, perteneciente a la familia de las umbelíferas, disimula discretamente las flores verdosas, todas ellas agrupadas en unos capítulos globosos, bajo los cuales se abren las espinosas brácteas de características similares a las hojas. Florece en pleno verano, y con el calor llegará a secarse, de manera que cuando soplen los vientos que avisan del otoño podremos ver la mata correr por los campos, propiedad que le ha valido el apelativo de cardo corredor. Un único tallo sujeta toda la masa globosa al suelo, tallo que al partirse oportunamente permitirá que la mata al rodar por los campos disperse las semillas las semillas en su carrera por cunetas y baldíos. Es en los tallos secos  que quedan en tierra y que volverán a reverdecer en la siguiente primavera donde se desarrollan los deliciosos hongos de cardo.
Desconozco el porqué del apelativo tan generoso de cardo santo que se le aplica en las tierras del Somontano y también del resto de Aragón; se ha empleado su cocción como diurético, y alguna aplicación mágica se le atribuía como planta protectora. En cambio, si sé que  debió cautivar al pintor checo Alfons Mucha, quien incluyó a este cardo en uno de sus carteles modernistas allá por principios del siglo pasado. Y es que su forma estrellada, y la disposición abigarrada de sus ramas dan para más de un motivo decorativo, de suerte que una planta tan humilde llegó a formar parte de una obra de arte que triunfaría en el París de la Belle epoque. 
Mucho más prosaico es el uso que se le dio como planta para producir yesca. En la actualidad el fuego se obtiene muy fácilmente. Pero hasta el siglo XIX no existieron los fósforos. Por aquel entonces la producción del fuego pasaba por la obtención de una chispa  con pedernal y hierro, y el encendido de una materia especialmente combustible. Uno de estos materiales era este cardo, el cual una vez  machacado,trenzado y desecado cumplía esta función en las economías autárquicas de muchos pueblos.
No tendrá dificultad el caminante para encontrar al cardo santo caminando hacia el Pueyo; abunda en cunetas y algún barbecho, más todavía si el suelo está algo nitrogenado. Deténgase quien quiera junto a él. Observe  las estilizadas líneas de sus coriáceas hojas, cómo describen curvas los márgenes acabados en afiladas púas. Piense en la mano hábil de ese pintor que con precisión de botánico utilizaba la naturaleza para acercarla al hombre y así introducir la belleza en la cotidiana vida de las personas.

Camino del Pueyo. Pupurri de helechos.

El promontorio sobre el que se aúpa el monasterio del  Pueyo es una singularidad geológica. Formado por calizas de entre los cien y los cincuenta millones de antigüedad, está rodeado por materiales mucho más recientes de naturaleza totalmente diferente. La presencia de estas calizas aportan un rasgo diferencial sobre la flora que aquí aparece de manera espontánea. Entre estas peculiaridades tenemos este trío de helechos rupícolas calcícolas.
Dos pertenecen al mismo género, son Asplenium trichomanes y Asplenium ruta-muraria. El tercero es Ceterach officinarum.

Asplenium  trichomanes
Asplenium trichomanes es planta que comparte con muchas otras plantas la atribución de "mermar la sangre", esto es, como hipotensor. De allí que es una de las múltiples plantas a las que popularmente se les llama mermasangre, atribución que también es propia del otro helecho aquí recogido: Ceterach officinarum. A Asplenium trichomanes  se le ha llamado sardinetas y culantrillo menor. Estas sardinetas tienen el nervio central de cada fronde (hojas de los helechos) de color pardo oscuro o negro brillante. Cada fronde está dividido en lóbulos a los dos lados del nervio central, dispuestos como las espinas de un pez.




Asplenium ruta-muraria
Asplenium ruta-muraria también es planta que gusta no sólo de las fisuras de roca caliza, sino también algo abrigadas tanto del calor como del frío. Por eso es habitual en zonas sombrías. Su nombre específico ya nos dice de su afición a los muros, así como de una cierta similitud de sus hojas a la ruda, resumiendo: la ruda de los muros.
Hará bien el caminante de ir provisto de una pequeña lupa si desea sacar partido a estas plantas. En Asplenium ruta-muraria encontrará en el envés de cada lóbulo unas protuberancias alargadas. Son los soros. De ellos saldrán las esporas, primera fase de la reproducción del helecho.
Ceterach officinarum


Por último, Ceterach officinarum, como ya se ha dicho es otra planta indicada para reducir la tensión sanguínea y en general favorecer  la circulación. De entre las tres es la la que no desdeña zonas más soleadas. Llama la atención el envés de los frondes más o menos cubiertos de unas escamas doradas, motivo por el que se llama a este helecho "doradilla".

En suma un lujo poder dar una vuelta por las peñas de El Pueyo y tratar de encontrar los lugares donde estos tres ejemplares moran tanto sueltos como en conjunto.

Camino del Pueyo.Sedum sediforme (uguetas)

Sedum sediforme
En los lugares más expuestos al sol, no importa que éstos sean pedregosos, las uguetas han estado almacenando humedad en sus carnosas y menudas hojas. 

Sedum sediforme, al igual que sus congéneres, es un ejemplo de adaptación a las condiciones de fuerte insolación.
Es una planta perenne que desarrolla tallos estériles recubiertos de hojas gruesas,crasas, no en vano pertenece a la familia de las Crassulaceas.
 Uno de los problemas de las plantas es mantener una temperatura suficientemente fresca. La solución más habitual es la misma que aplican los mamíferos: la transpiración. En el caso de la planta que nos ocupa ésta no puede ser la respuesta al problema porque su hábitat es escaso en agua. En su lugar lo que hace es hinchar sus células a medida que estas acumulan agua. Como el agua se calienta con más lentitud, las células se comportan como pequeños colchones aislantes, y consigue así mantener mejor la temperatura adecuada. Por otra parte sus células hacen de reserva para los momentos más críticos.
Y ahora que han recogido el máximo de nutrientes salen los tallos fértiles cuyo extremo va desenrollándose para acompasar la maduración de las flores.
Espiral de desarrollo de Sedum sediforme
Como en tantas otras ocasiones, la naturaleza echa mano de las matemáticas. De lo inmenso a lo minúsculo, hay patrones que se repiten en la naturaleza. Así , de la misma manera que las galaxias a veces forman inmensas espirales, también diminutos moluscos crecen con sus conchas  formando una espiral. Es la espiral logarítmica que sigue un patrón matemático para  constituirse.No son ejemplos aislados. Lo observaremos en la maravilla de los frondes de muchos helechos.  Sedum sediforme desenrolla sus vástagos floridos con la misma armonía del cosmos. El número áureo que inspiró a los artistas del renacimiento.