Lamium purpureum

Ya metidos de lleno en la primavera, nuestros órganos sensoriales trabajan al límite sobrepasados por la explosión de sensaciones que les llegan. Los aromas florales nos infunden optimismo y vitalidad. Todo tiene sus excepciones, y aunque asociamos flor con fragancia, muchos ejemplos desmienten esta supuesta ley. Ya lo sabemos de Psoralea bituminosa, de penetrante olor a petróleo.  También tenemos noticia del desagradable olor de las hojas de  Iris foetidissima. Son plantas con las que hay unanimidad respecto a su mal olor. En otras ocasiones la psique de cada humano decide si el olor es agradable o no, como sucede con Santolina chamacyparissus.  



Las plantas son fábricas químicas. En su elaboración de azúcares y compuestos orgánicos, destilan fórmulas que se traducen en respuestas al medio en el que les ha tocado vivir. Así como hay fórmulas que son atractivas y sugerentes para los insectos que han de polinizarlas, también estas mismas fórmulas pueden ser repulsivas a otros seres vivos. Una mosca se sentirá atraída ante el olor de las diminutas flores de Muscari neglectum.         De la misma manera  un herbívoro apreciará el agradable sabor de las hojas  y flores de Aphyllanthes monspeliensis.  En ambos casos planta, insecto y herbívoro salen beneficiados. Sí, incluso ser parcialmente ingerido puede ser interesante. Está comprobado cómo algunos herbívoros al ramonear las hojas favorecen el crecimiento de tallos secundarios o de cepellones más densos y por consiguiente más productivos de flores y semillas. En otras ocasiones permitir que un herbívoro ingiera las semillas significa que algunas de ellas viajarán en el aparato digestivo del comensal y permitirán la dispersión de la especie.  Pero en otras ocasiones hay que disuadir a los ingratos comensales. La vía más sencilla es disponer de un arsenal de sustancias químicas que sean poco agradables, bien por el sabor, bien por el olor. Sabor y olor  están unidos en las sensaciones sensoriales. Los estímulos olfativos llegan al sistema límbico y al hipocampo. Lo más primitivo de nuestro cerebro, pero que también está más ligado a nuestros impulsos y emociones. Rápidamente aprenderá este cerebro preconsciente si esa planta es agradable o desagradable. Si guarda buen o mal sabor. El lenguaje de la planta es rápidamente comprendido. Un lenguaje expresado en aromas que instintivamente nos provocan acercamiento o rechazo.
Lamium purpureum es una hierba anual con pequeñas flores agazapadas bajo grandes brácteas dentadas con forma de hoja. Estas brácteas suelen teñirse de púrpura en el ápice de la planta y se apiñan formando una inflorescencia densa. Podrá encontrarla en los frescos herbazales que verdean las cunetas cerca del puente de Santa Fe (puente de Hierro), abunda en rincones junto a la pista de servicio a fincas que discurre paralela al río.( coordenadas 31T 0261171-4658557, 350m).
 Dejaré al curioso caminante que descubra cuál es el mensaje que nos envía Lamium purpureum

Covacho de Muriecho L

Corto paseo en la sierra de Guara para acceder al covacho de Muriecho L ( el más accesible de los que hay en la zona) , donde se conservan pinturas rupestres prehistóricas. El camino nos brinda también perspectivas sobre el Pirineo.
Pasado el collado de San Caprasio, en dirección hacia Lecina, nace una pista en el lado derecho de la carretera. Esta pista está cerrada al tráfico rodado, y cómodamente atraviesa una zona de monte reconvertida en pinar.

Parada, casi obligatoria, en el puente de la Albarda.


El primer tramo del trayecto atraviesa un bosque repoblado de pinus halepensis, aunque también se plantaron algunos ejemplares más exóticos: El cedro del Atlas (Cedrus atlantica) con las caracteristicas ramillas ascendentes.

Las piñas de este cedro ya se han desmontado y abundan las triangulares escamas por el suelo.

Más exótico, si cabe, el cedro de Oregón ( Chamaecyparis lawsiniana) del que hay unos impresionantes ejemplares con las ramas en cascada.

La corteza del tronco se abre en profundas grietas longitudinales

Este tramo de monte repoblado termina y deja paso a la original vegetación dominada por carrascas y chinebros. En este nuevo ambiente prospera un matorral en el que prolifera Cistus albidus

Pronto coronamos uno de los redondeados cerros. Ahora podemos ver el terreno que nos rodea. Al fondo vemos los tonos claros de las calizas de Lecina. Allí se abre el barranco de la Choca. Donde nosotros pisamos los tonos pardos de los conglomerados explican las formas redondeadas y los barrancos menos profundos.

Lecina

La Peña Montañesa con el frente frío a sus espaldas

Las sombras grises del Castillo Mayor y de Mondoto orientan para adivinar las laderas nevadas de Tres Sorores y el entorno de Ordesa.

Seguimos camino, en la cuneta vemos un ejemplar de Geum sylvaticum

Más escondida, entre el herbazal, Primula veris

También se abre el horizonte hacia el Sur. El llano del Somontano y al fondo las suaves sombras de la sierra de Alcubierre.  En primer término las calizas erosionadas del Portal de la Cunarda, que ahora vemos parcialmente y después veremos más claramente.

Tras un desvío y bajando levemente hacia el barranco y las paredes que lo forman llegamos a la ubicación del covacho. El barranco de las Gargantas, un tramo del barranco del Fornocal, traza una triple curva amoldándose a la dureza de la roca.


Anthyllis vulneraria nos recuerda que volvemos a pisar suelo calizo.

Ahora sí vemos el ojo del Portal de la Cunarda  (ver reportaje del Portal de la Cunarda)

Este entorno agreste y salvaje eligieron nuestros antepasados  para trazar unos estilizados trazos sobre la roca.Los especialistas los encuadran en el estilo denominado levantino.

Transcurridos unos minutos, comenzamos a distinguir figuras humanas en la caza de un ciervo. Es sorprendente el número de figuras que poco a poco van apareciendo. De todos los abrigos que hemos visto, sin duda es el que más y mejor recrea lo que podría interpretarse como una escena de caza.

Pero hay más. Un poco más arriba hay otros conjuntos de figuras humanas muy estilizadas.

Con tiempo y detenimiento se llegan a observar más figuras, entre las que aparecen más ciervos y sarrios. Para quien quiera más información de estas cuevas, aquí tenéis un exhaustivo estudio realizado por Baldellou y otros (pincha aquí ) que os prepararán para disfrutar mejor de la contemplación de estas pinturas.


Track de la ruta en  wikiloc










Sedum caespitosum


También lo cotidiano y próximo esconde sus sorpresas.
Un sencillo paseo por el arcén  que conduce hacia el Instituto Martínez Vargas se puede convertir en una agradable sesión botánica con sólo mirar detenidamente unas pequeñas manchas rojizas que se confunden con la gravilla. Pequeñas plantas de tan apenas cinco centímetros  crecen aisladas unas de otras, discretamente dispersas.

Con detenerse un momento y aproximarse a una de estas plantas se comprobará que las hojas son carnosas, como es común en el género Sedum. Es una planta de la familia de las Crasuláceas, no un cactus, que también responde a la aridez conservando el agua en las células de la globosa hoja. Tallo, hojas y flores son rojizas. Sólo las flores son blancas por el exterior, pero del mismo color rojizo en su cara interna. Son también carnosas pero agudas y rígidas. El caminante que quiera disfrutarlas tendrá que dejar a un lado la timidez y acercarse al suelo, aunque algún otro viandante lo mire con cara de interrogante.  Procurará no sucumbir a la tentación de tirar de ella para acercársela, pues tan leve raíz como tiene no podrá evitar que se lleve la planta entera, y el caminante respetuoso no quiere hacerle daño. Más todavía si está informado de que se  trata de Sedum caespitosum, y que dicha planta es considerada muy rara en Aragón. Una rareza así, aunque crezca tan cerca, tan a la mano, tan próxima, hay que procurar conservarla, y verla cada año motear de rojo la gravilla que tan cotidianamente pisamos.