Esquí nórdico en Somport

19 de febrero de 2015. Hemos vuelto a Somport, después de unos años de ausencia, para recrearnos con los paisajes que ofrece el espacio nórdico de Somport. Volver a calzar la tabla estrecha y la liviana bota transmite sensaciones diferentes del contacto con la  nieve. Lo añorábamos.
Hemos entrado por el lado francés. El motivo es claro y lo quiero exponer: Hacer esquí nórdico empezando por el lado de Candanchú es someterse a la agresión acústica de los altavoces que propagan la cacofonía de música que la estación de Candanchú impone.  Y no estamos dispuestos a pagar ese peaje. Ni entiendo ni comparto este maltrato a la montaña y a los que queremos disfrutar con ella. Las empresas que obtienen un beneficio económico, lícito por otra parte, de unos recursos naturales son las primeras que tienen la obligación de tener una actitud de respeto hacia la naturaleza, y de labor pedagógica para quien acude a ella.  Es cierto que cada vez más se toma la montaña como un parque de diversiones, y este cambio de actitud, que no es más que una creciente urbanización del medio natural debiera preocuparnos a todos, pero más aún a quienes la gestionan. Y como estoy profundamente en desacuerdo con esta tendencia la expongo aquí en esta humilde y discreta ventana. No podemos permanecer callados ante tanta tropelía.
Dicho esto vayamos a la crónica y disfrute de los paisajes: 



El recorrido se interna inmediatamente  en un bosque de hayas sólo interrumpido por algún abeto que con las últimas nieves caídas curva las ramas por el peso de la nieve. 



El bosque recoge la luz y la dispersa entre los troncos. En pocas épocas del año entra tanta luz en este bosque como en invierno, cuando el dosel de hojas ha desaparecido. Bajo el manto blanco esperan agazapadas las plantas que en cuanto desaparezca la nieve aspirarán a captar durante un breve espacio de tiempo el impulso de luz suficiente como para renacer, antes de que todo vuelva a la sombra que el haya impone.

Los esquís se deslizan suavemente por la pista, saltando entre claros y sombras.

Cuando el bosque lo permite, el horizonte se abre en espacios grandiosos: el valle de Aspe.


























Cada giro promete un nuevo regalo para los ojos...



























... que contemplan sosegadamente el horizonte  a medida que deslizamos los pies.
























Texturas que no se pueden tocar pero que se sienten por los ojos. El bosque de Sansanet y la ruta que conduce al ibón de Estanés.

Ladera occidental del valle de Aspe
























Un nuevo giro y la promesa de nuevas cumbres a las vista.

Desde la Zapatilla hasta Ruabe Llena del Bozo y Ruabe del Bozo, límites septentrionales de este rincón de Aragón.
Hayas y abetos compiten en los espacios abiertos.


































La pista gana altura, para descender después.
 El dominio de esquí alpino de Canfranc.

 El colladito es un buen lugar para darse un respiro y reponer fuerzas.

Un lugar desde donde abarcamos el valle del Aragón en su tramo más septentrional...

...desde donde arranca el valle transversal de Canal Roya.

Tomar altura nos permite contemplar mejor el circo de Aspe y los picos del Bozo.


Ya de vuelta, las luces del atardecer tornan dorados los árboles, y arrancan de la nieve   miles destellos  de diamantes.









Adiantum capillus-veneris. "culantrillo de pozo"

He recorrido la orilla del río Vero para ver cómo va avanzando la primavera en la ribera del río. Se van percibiendo discretos cambios. En el aire ya no flota el olor  metálico del frío. Algunos brotes comienzan a despuntar en las desnudas ramas. Noto en el rostro la fina seda de una telaraña que involuntariamente rompo al pasar entre los arbustos. Pero por más que busco colores, tan apenas encuentro breves notas que no pueden rivalizar con el pardo y el verde. En estas pequeñas transformaciones se encuentra también un helecho que hace de los húmedos abrigos arcillosos su morada. El culantrillo decanta como melena sus suaves hojas hacia el río.  Busco alguna melena que no se mire al río, no deseo mojarme para poderlas ver de cerca. En una breve oquedad encuentro una pequeña colonia.
El raquis es negro antracita y las frondes se han renovado con un verde que es glauco cuando el sol no las toca.
Linneo, con su alma poeta, las imaginó cabellos de Venus, o quién sabe si de alguna ninfa del río.
Aunque parecen languidecer, cuando un rayo de sol traspasa sus hojas, resplandecen y muestran unas venas que recorren cada una de láminas como si fueran las costillas de un abanico.



Al mirarlas con detenimiento descubro que ya están en plena actividad reproductora. En el margen de cada pinna distingo unas alargadas escamas. Las observo de cerca con la lupa y veo que los soros ya están preparados y en su interior están los esporangios dispuestos a dispersar las microscópicas esporas. 
El culantrillo, como el resto de las criptógamas, debe recorrer un doble proceso para reproducirse. Las esporas que ahora están a punto de ser dispersadas tienen que caer en un medio adecuado  donde darán lugar a un ser que todavía no es un helecho. La espora tiene la mitad de los genes de su progenitor, y el nuevo ser nace sin unirse a otra espora. Crecerá y formará un cuerpo primero filamentoso y diminuto, y después plano . No se parecerá en absoluto al helecho, sino que parecerá un organismo totalmente distinto. Este cuerpo al madurar fabricará órganos reproductores  masculinos y femeninos. Las células reproductoras masculinas  deberán moverse por el agua hasta localizar un óvulo. Sólo así se completarán los cromosomas y surgirá un nuevo helecho.  Me pregunto cómo se las apañará el culantrillo para completar este complejo proceso desafiando a la fuerza de gravedad en las verticales paredes que siempre elige para vivir. Hace cien millones de años aparecieron las plantas con flores y simplificaron el proceso de reproducción. Las nuevas flores inventaron el polen y las semillas. Para obtener más éxito involucraron a insectos y demás animales terrestres. Parece como si los helechos hubieran quedado atrás en un mundo primitivo. Pero contemplando ahora el culantrillo me pregunto si éste no habrá también evolucionado para especializarse en  la reproducción contra la gravedad, donde no encuentra competencia ni siquiera con las más modernas flores.

Pico Taillon por la Brecha de Roland

El 6 de agosto ya queda lejos, pero hasta ahora no he podido sentarme para preparar este reportaje.Subir a la brecha de Roland/ Roldán /Rolando es un sueño para todo pirineísta, bien porque es un lugar tocado por la leyenda , bien porque  su peculiar configuración hace de este muro rocoso una puerta natural hacia las dimensiones de la alta montaña del Pirineo. Como estabamos pasando unos días en Gavarnie, tomamos la ruta que parte del collado de Tentes y pasa por el refugio de Sarradets.
  

No es frecuente empezar una crónica por el final, pero en esta ocasión la primera panorámica que ponemos  corresponde a la visión que se contempla desde el pico Tentes. Al bajar del pico Taillon vimos esa pequeña protuberancia cerca del aparcamiento y no pudimos resistir la tentación de asomarnos hasta allí, ya que es un punto en el que se ve prácticamente toda la ruta seguida durante este prolífico día.
El valle Pouey D'Aspé nos separa de la barrera caliza donde varios tresmiles parten el Pirineo hacia el Norte y el Sur. La  cima roma del Taillon  contrasta con las verticales paredes de su flanco norte. El camino hacia el refugio de Sarradets discurre por toda la ladera, bajo los neveros,  en suave ascenso desde el puerto de Bucharo. Tras cruzar el torrente que desagua el glaciar del Taillon, se adentra en el valle colgado de Sarradets para posteriormente subir a la Brecha de Roldán y luego pasar por detrás  de la Punta Bazillac(ya en la vertiente española), llegar a la falsa brecha y subir por la cara sur del Taillón.

















Ahora sí, comenzamos la ruta en el sentido cronológico. Desde Gavarnie nos hemos acercado con el coche hasta el Col de Tentes, en el valle de Especières. De allí parte una pista (apta para personas discapacitadas) que lleva hasta el Puerto de Bijaruelo/ Bucharo ( en la fotografía a la derecha). Desde esta pista podemos contemplar el pico Taillon (3144m) que domina el valle de Pouey Aspé. A la derecha del Tailon, con una cima más aguda, el pico Gabieto (3.031m)





















Hacemos un pequeño alto en el puerto deBujaruelo/ Bucharo para ver el aspecto que tiene desde aquí el valle de Bujaruelo.Frente a nosotros se dibuja el valle de Otal, con su circo cerrado por el Pico Tendenera y el collado del mismo nombre a su derecha, a partir del cual comienzan las cimas de tonos pardo oscuros que corresponden a los picos Mallarruego y Ferreras. A la izquierda del pico Tendenera, más próxima, la Peña de Otal, cuyas faldas vestidas por el verde del bosque llegan hasta el puente de Bujaruelo, en un fondo de valle que desde aquí no podemos ver.



Una de las ya habituales marmotas.





Ya en el flanco del Taillón, en dirección a Sarradets cambiamos la posición respecto a la primera fotografía. Tenemos abajo el valle de Pouey Aspe. A la izquierda , ya muy pequeños, se ven los coches aparcados en el collado de Tentes, y a la derecha la pequeña cima Tentes nombrada al principio.


A 2350m., ocupa los resquicios entre las peñas desprendidas Oxyria digyna, con sus características hojas acorazonadas y romas.














El glaciar forma una torrentera que baja impetuosa entre las rocas.


Leves franjas anaranjadas decoran la garganta de esta Linaria alpina















Los glaciares pirenaicos están en franco declive. Es el caso del glaciar del Taillon, que ha quedado partido con los escalones que la roca impone. Luego tendremos ocasión de verlo desde arriba desde  la cima del Taillon que ahora vemos a la derecha.























Al salir de una curva aparece el primer objetivo de la jornada: la Brecha de Roldán (permitidme la forma aragonesa del lugar)





















Unos metros más arriba llegamos al singular paraje de Sarradets, valle colgado en el que la inclinación de los estratos verticales de Sarradets se pusieron de acuerdo con la acción de los hielos. El refugio queda empequeñecido entre tanto coloso. Al fondo vemos caer el agua de la cascada de Gavarnie, bajo el pico Marboré que cierra el circo.Junto a la Brecha de Roldán , que ahora está parcialmente oculta, vemos más próximo El Casco y algo más allá el Cilindro de Marboré..



El refugio de Sarradets rebosa de actividad.




Cercana al refugio está esta margarita de altas cotas: Leucanthemopsis alpina.














El pico Marboré  y a sus pies la hermosa cascada de Gavarnie.




La cascada de Gavarnie luce hermosos colores.


Tras un breve descanso en el refugio de Sarradets acometemos la subida hacia la brecha, para ello seguimos la hombrera de la morrena del glaciar.























Del glaciar de la Brecha queda poco a principios de agosto , y su paso no entraña ninguna dificultad ni requiere especial atención. La mirada está  centrada en la brecha que a cada paso se hace más grande, más imponente.




































Somos breves cuando nos acercamos a la enormidad de la Brecha.

 El juego de las perspectivas hace inverosímiles las formas. Lo que antes era una muralla partida, ahora parece un formidable gendarme. Abajo vemos el glaciar de la brecha y el pico Sarradets. Ya sólo quedan unos metros más para pasar al otro lado de la puerta.

La Brecha de Roldán desde el lado español, maravilla de trabajo erosivo glaciar sobre las calizas. El arca de Noé encallado en las calizas marinas del corazón del Pirineo.



Extraordinaria aridez de un paisaje rocoso castigado por todos los elementos.



























Dejamos atrás la Brecha de Roldán y recorremos la base de la punta Bazillac

Un treparriscos desafía a la gravedad y camina por la roca en insólitos extraplomos.















El torreón llamado El Dedo parece un hito en esta tierra de gigantes. Detrás permanece oculto el Taillón. Ya estamos a 2950 metros, se huele a 3000.


Saxifraga praetermissa, colonizadora de altos vuelos en ventisqueros y roquedos.
















Nos asomamos al filo de la cresta para contemplar la pared de la punta Bazillac y el glaciar que baja en escalones. Hace un rato estábamos allá abajo. Al subir una montaña siempre sorprende el camino que dejamos atrás, en tanto que anhelamos lo que queda por delante.

































Pequeñas lagunas, como oasis, en la extrema dureza de la vertiente sur.



















Marisol en El Dedo.




Por fin en la cima del Taillón , a 3.144 metros sobre el nivel del mar dicen las cartografías, pero más bien parece que estemos en la cresta de una ola de roca, una ola que se extiende hacia el Este.














































Desde el Taillón hacia el norte, uniendo en una sola panorámica el Vignemale, a la izquierda, con el Marboré a la derecha.

La misma orientación, con mayor proximidad. Abajo el lago de Especieres, próximo a donde tenemos el aparcamiento donde luego habrá que volver.





















Desde el Taillón hacia el sur. Los colores viran hacia el ocre. El valle de Ordesa se adivina al fondo de las fajas del Circo de Cotatuero.
















Desde el Taillón hacia el Oeste. La airosa cresta continúa hasta el pico Gabieto.


























Continuación de la anterior panorámica , con mayor aproximación. Peña de Otal , Tendenera y Sabocos a la izquierda  introducen por el collado de Tendenera en las tierras de Panticosa. La sierra de la Partacua en la lejanía. Todavía de blanco el Vignemal recuerda que ese territorio es todavía de los tresmiles y que continúa hasta el macizo Argualas-Infiernos al fondo.












Y aquí estoy yo...























...que os presento a La Montaña.