Pico Bocolón. Macizo de Lierga

Hay montañas que por su modesto tamaño pasan desapercibidas. A menudo estas montañas esconden perspectivas que bien merece la pena explorar. El Bocolón, con sus 2.268m., ofrece la posibilidad de observar de cerca el macizo de Cotiella, y a la vez  brindarnos la visión del Valle de Gistaín desde el sur. Haciendo la aproximación con vehículo hasta el collado de Santa Isabel, en el término de Saravillo, es una excursión poco exigente.


Una pista que parte de Saravillo (se permite el paso a vehículos previo pago de una módica cantidad)  nos conduce hasta el collado de Santa Isabel, donde comenzamos a usar las piernas. Hacia el oeste se levanta el macizo de Lierga, del que vemos sus verticales  paredes. No debemos amilanarnos, ya que un seguro aunque empinado camino nos llevará hasta la cima.
En dirección Este, el macizo de Cotiella. Punta Lacués preside la panorámica . La pista marca el inicio de una vía de ascensión a Cotiella, pasando bajo el Mobisón Gran que se erige, tras Lacués y el contrafuerte del Gradielo, como un castillo blanco en las alturas.


El camino atraviesa el bosque de pinos, pero pronto éste se acaba y da paso a un sendero que va ascendiendo por terreno pedregoso, aunque estable. Aquí nos encontramos con Gentianella ciliata subsp. ciliata.(sin. Gentianopsis ciliata)   Bonita gencianácea con cuatro lóbulos en el tubo de la corola que además tiene los márgenes ciliados.

Otra especialista de gleras semifijadas es Galeopsis ladanum subs. angustifolius.


También en este ambiente, Chaenorrhinum minus






























El sendero queda desdibujado entre la pedrera. Sube en suave pero decidida ascensión. Estamos a 1.600m. y la mañana es fresca. Quizá en verano la sensación no sea tan agradable.







En cuanto se acomete la subida por la canal de la Litera, la pendiente se incrementa. Abajo el río Zinqueta. El Morbison Gran muestra los verticales cantiles que hacen sombra al bosque de Saravillo.

Acinos alpinus es una labiada rastrera que también prospera en estos  canchales.


A medida que vamos ascendiendo y el canchal pierde potencia, comienzan a aparecer plantas que ocupan estratos herbosos. Sideritis hissopifolia aprovecha además el mantillo de acículas de pino negro.

Erigeron alpinus, con cabezuelas ya maduras, coloniza una grieta en la pared caliza.


Ya hemos superado la pedregosa canal y el esfuerzo ahora se suaviza. Empiezan los retazos de pasto donde crece Prunella laciniata












Saravillo ocupa la parte alta de una terraza en curva creada por el Zinqueta. Frente a Saravillo,  las Peñas de Sin y Artiés. Sin ,Señés y Serveto ocupan los campos de labor situados tras estas peñas que dejan un paso triangular de descenso hasta el río.



























La pendiente se suaviza y el paso es ahora más amable. Llama la atención la peña Arties, fragmento desgajado del macizo de Cotiella.

Aparentemente la plataforma superior parece monótona, pero en realidad guarda sorpresas.

Este mineral de hierro aflora entre las calizas. Debido a la gran pureza del mineral presenta cristalización.


Un nutrido grupo de sarrios nos observa expectantes,siempre manteniendo las distancias. Entre ellos hay varios individuos muy jóvenes.


Son abundantes los restos fósiles como el de la fotografía. Desconozco el organismo al que perteneció.
















El horizonte se va abriendo y aparece la zona norte del valle de Gistaín. En el centro el macizo de Llardana/Posets, a la derecha las crestas de los picos de  Eriste. En el fondo de la imagen, el macizo de las Maladetas. En la izquierda de la fotografía el Bachimala















Desplazamos la mirada hacia el sureste y nos encontramos con el macizo de Cotiella en toda su extensión. Las planas herbosas del primer término corresponden a Punta Lierga, espacio conocido como el Clot dera Corona. Se aprecia el modelado kárstico, en justa explicación del término aragonés clot: agujero (forau) en la tierra.


La naturaleza caliza de esta montaña propicia la formación de galerías subterráneas por disolución de las calizas. Esta disolución en superficie más los ocasionales derrumbamientos internos forman estas depresiones en las que los cortes en el tapiz verde delatan una constante actividad erosiva.


Cabezuela de la campanulácea Phyteuma orbiculare


















Aunque la cumbre de Punta Lierga es amplia y plana, tiene unas laderas vertiginosamente verticales que permiten perspectivas de auténtico picado. Saravillo y la maravillosa retícula de eras que le rodean.


 Hacia el oeste las barranqueras que flanquean la cima son más contundentes. Abajo corre el Zinca. Azul profundo es el color del embalse de Lafortunada. El monte de Tella queda cogido en la curva del río. El Castillo Mayor se pelea con las nubes y ,como gana, nos enseña su asimétrico perfil con los cantiles que caen a pico sobre Escuaín. Detrás se perfila la silueta inconfundible de Sestrales. Monte Perdido aún no ha ganado la batalla y las nubes lo envuelven, pero más cerca, el Pico Montinier nos avisa que allí comienza el valle de Pineta. Cerca de nosotros, entre la penumbra del contraluz, la doble cima de la Peña Montañesa.


Qué pequeñas se ven algunas montañas contempladas desde lo alto. Pero basta con subir al Castillo Mayor o a Sestrales para poder admirar su grandeza.


















La Sierra Ferrera, con el barranco Garona a sus pies. La vía norte para subir a la Peña Montañesa, por su famosa canal con pedrera incluida.

























La cima del Pico Bocolón.






















Datos del recorrido:

Fecha 14 de septiembre
Altitud a la salida: 1486m
Altitud de la cima: 2277m
Desnivel acumulado: 833m.

track de la ruta en wikiloc
http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=8023611

Atriplex halimus. "Sosera, sosa"


La vertiente sur de la cantera de El Pueyo, Valcheladas, es un terreno duro. Es de características climáticas monegrinas a las que se une un suelo en el que predomina el yeso.Son estos yesos formados al final del Terciario, cuando ya los movimientos de la orogenia alpina están terminando.La cordillera recién creada está en una fase de gran erosión y sus sedimentos se acumulan en el espacio cerrado del valle del Ebro, que se colmata. Allí se depositan evaporitas como los yesos de Barbastro. Es la misma época en la que se forman las calizas lacustres de Abiego donde dejarán sus huellas mamíferos. Pocas plantas resisten estos suelos tan exigentes. Entre ellas está la sosera. La sosera desarrolla ramillas desde la base, consiguiendo un aspecto desaliñado y enmarañado. Estos espesos enramados superan el metro y medio  junto al camino, donde reciben más agua por la escorrentía de los taludes.
Las hojas y ramas tienen un color ceniciento debido a que están recubiertas de pequeñas escamas plateadas. Estas escamas hacen de escudos reflectores que impiden que la intensa luz del verano que invade estos terrenos dañe los tejidos de la planta, a la vez que reduce su temperatura.
Las hojas tienen una cierta capacidad para acumular agua. Cuando la sequía aprieta, las hojas pierden grosor y muestran más sus nervios. El color ceniciento se acentúa. Cuando recibe agua, las hojas se hinchan ligeramente y aparecen más lustrosas.

En pleno otoño, la sosera ha pasado la época de floración y muestra las semillas. Es el único momento de su ritmo vital en el que se permite un poco de colorido.Pero este momento es breve. Las semillas, provistas de unas bractéolas en forma de pequeñas alas, adquieren un tono rosado que en poco tiempo maduran y se tornan marrón claro. En ese momento se desprenderán del arbusto y viajarán con el cierzo.
Además del calcio contenido en la roca de yeso, la sosera extrae el sodio que se acumuló en las someras aguas del primitivo mar o lago salado que cubrió nuestras tierras en época terciaria. El sodio que acumula la sosera  motivó para que se  lo usara para obtener sosa, principalmente mediante la cocción de sus raíces. Las cenizas de la sosera se utilizaban también para blanquear la colada.
La sosera ha sido un arbusto apreciado por los pastores. Sus hojas, además de nutritivas, aportan sodio a la dieta de ovejas y cabras. El ganado trashumante, al bajar de las montañas donde los pastos son escasos en sales, se detiene en las soseras , arnallos y sisallos para deleitarse ramoneando estos arbustos esteparios que extraen las sales del suelo. La sosera soporta bien este ramoneo, y multiplica las ramillas después del paso del ganado.  La sosera cumplió un papel interesante de conciliación entre ganadería y agricultura. Se cultivó como planta forrajera, al tiempo que formaba barreras de separación para cerrar el paso por donde el ganado no debía transitar. Solución simple y barata como exigen las labores del campo, donde  economizar esfuerzos y sacar el máximo rendimiento es principio de supervivencia en tierras tan ingratas.

Valle de Bujaruelo. Desde el puente de San Nicolás hasta la cabaña del Cerbillonar

Para hacer aprecio al otoño que se acaba de desperezar en nuestros montes, hemos dado un paseo por el valle de Bujaruelo.   En estas fechas, el protagonista es el colorido de los árboles. El valle se cubre con las tonalidades cálidas otoñales, siempre acompañadas por el  rumor del río Ara y la transparencia de sus aguas.


El puente de San Nicolás da paso a una amplia ripara donde el agua remolonea. Se diría que el río descansa en este apacible llano después de bajar encajado en barrancos y brincar por los peldaños de roca.



























Hacia el Este, las paredes occidentales del Mondarruego avisan de los cantiles que bordean Ordesa.
Antes de llegar al  puente de Oncins, una pista sale por la izquierda en dirección al valle de Otal, nuestra ruta sigue hacia el estrecho cañón que ya vemos a la derecha. Las hayas y abetos bordean los pastos ganaderos, reverdecidos con la lluvia del otoño.


















La Peña de Ordiso

Desde el puente de Oncins contemplamos las aguas del río Ara.


El agua baja plácidamente y las truchas esperan en el abrigo de la gorga la llegada de algo que llevarse a la boca.


























La Vaqueriza, espacio donde el terreno ganado al bosque para su uso como pastoreo es ocupado nuevamente por hayas , arces y pinos.


Pie macho de Silene dioica, planta nemoral que es habitual de hayedos.










La pista se eleva sobre el río.Tras el collado de Otal, la Sierra del Turbón. La punta afilada de la peña de Otal o Arañonera inaugura la sierra de Tendenera.

Os faus. Las hayas.


El Ara...


...y otras aguas que alimentan el Ara




Una planta excepcional en nuestro Pirineo, Calamintha grandiflora. Labiada de la que, según el Atlas de la Flora del Pirineo Aragonés, las localidades donde se encuentra en todo el Pirineo son tres: una en Francia (Capcir), otra en el Berguedá de Barcelona, y otra aquí, en Bujaruelo. Está catalogada entre las especies amenazadas de Aragón y sensible a la alteración de su hábitat. Además de las grandes flores, llaman la atención sus hojas con  dientes agudos  regulares.



El Ara baja muy encajonado antes de llegar al refugio de Ordiso.



En la angostura, el puente colgante de Burguil ofrece un ángulo aéreo sobre el río y el bosque. Hemos desbarrado para llegar al puente, pero volvemos sobre nuestros pasos para continuar por la pista.
















El azirón, Acer platanoides, despliega todo el cromatismo otoñal.








Nuevamente el río se desembaraza de las angosturas en el vado que permite el acceso al valle de Ordiso

La cabaña de Ordiso mantiene el aprisco renovado, la actividad ganadera perdura.  Al otro lado de esta pleta, el camino que sube por el valle de Ordiso y llegaría hasta el collado de Tendenera.


La Montaña de Año y el río Ordiso.



El bosque se desparrama hasta la pleta de Ordiso.

La pista deja paso a un sendero que gana altura. La dulzura de los pastos y los bosques dejan paso repentinamente a la roca pura: el macizo de Comachibosa o Vignemale.
Una mirada atrás, hacia Ordiso para medir contrastes.  Los pliegues apilados en la construcción de estas montañas forman planos inclinados en los que los cabalgamientos deslizan, dejando visibles laderas trazadas con precisión.

















Con el paso del bosque al suelo sin protección aparecen las gleras móviles. En este ambiente prospera una planta de largas raíces: Linaria supina subsp. pyrenaica.













El paisaje se va volviendo cada vez más alpino, desvelando cumbres. El pico Bacías, cerrando el barranco de Espelunz señala la divisoria con el vecino valle de Tena, en su fracción de Panticosa.

La senda desciende con pausa en dirección a la cabaña del Cerbillonar, ahora se distingue en toda su magnitud el macizo de Comachibosa



Otro aziron, en este caso iluminado de amarillos.








Poco a poco nos acercamos a los pies de Comachibosa. Su aspecto nos recuerda al macizo de Llardaneta por las calizas versicolores que matizan la cumbre, y a los Infiernos por la amplia masa de mármol que ocupa uno de sus flancos.









El río Ara crea un espacio amplio, majestuoso en el paraje llamado Cerbillonar. De aquí arranca el barranco de Espelunz con el que podríamos enlazar con Brazato o Catieras, ya en la vertiente de Panticosa. El Ara continúa su curso en riguroso Norte acompañado por el pico Neveras, antesala del Arratille






El macizo de Comachibosa muestra la huella del extinto glaciar que bajaba hasta el valle de Bujaruelo, las hombreras, el lecho escalonado y las morrenas que terminan en el fondo del valle, por donde discurre hoy una torrentera.

Nuevamente atrapa nuestra atención las rudas formas del Comachibosa

Detalles de las crestas que reflejan las fuertes contracciones que dieron a luz esta montaña, así como la continua destrucción que desde el mismo momento de su nacimiento ha sufrido.