Camino de El Pueyo. Prunus spinosa. Arañonero

hojas y fruto del arañonero
Poco queda para comenzar el ritual de cada año. Con las primeras heladas, unos pocos arañones pasarán de la espinosa rama a la panza de una botella de cristal, donde les aguarda un anís seco.
Prunus spinosa es un arbusto de la familia de las rosáceas. Crece formando una maraña espesa de ramas que terminan en aceradas púas. Se cría en ribazos y orlas de carrascales, y es uno más de los  arbustos  llamados artos.
Ahora en otoño está escaso de las ovadas y finamente dentadas hojas. Los frutos, azules,  tienen una dura semilla, y aunque escasos de carne, el efecto que hacen en el licor en el que se dejan macerar es digno de ver. Poco a poco van tiñendo el transparente líquido de tonos encarnados, suaves al principio, intensos y luminosos al final. Dejo reposar varias semanas el líquido, para voltear la botella y contemplar embelesado cómo finas nubes encarnadas se esparcen y disuelven hasta teñir todo el contenido de la botella. Es como si , durante el largo periodo de maduración de los frutos, hubieran  atrapado el calor de los amaneceres primaverales y lo instilaran pacientemente, ahora en otoño, hasta teñir el licor.
flores primaverales de prunus spinosa
Prunus spinosa florece temprano en primavera. Veremos sus floridas ramas por marzo, antes de que hayan comenzado a salir las hojas. Las flores aparecerán casi sentadas sobre las ramillas formando a menudo apretadas guirnaldas. El parecido de estas flores con la de los cerezos,  almendreros, melocotoneros y otros frutales es debido a que pertenecen no sólo a la misma familia , también al mismo género.
Pero el arañonero es una planta salvaje, como salvaje es el sabor del arañón. Al morderlo, inmediatamente notamos su naturaleza jasca. Planta de contrastes, a la hermosura de sus flores en primavera se oponen la maraña de ramas y escondidas espinas en otoño. A la naturaleza áspera del fruto contradice la del dulce aroma y sabor que entrega en el licor donde se macere.
Porte del arañonero
Arañones perlados por la humedad de la mañana.
Desde antaño se ha utilizado este licor para mitigar desarreglos intestinales y cólicos. Múltiples variaciones a la receta se han descrito. Famosos son los patxaranes de los vecinos navarros.
Mi abuela María tenía por costumbre hacer uno similar con cerezas y claveles. Desconozco si con el mismo fin curativo, pero seguro que de similares resultados para el placer del paladar.
Si vamos hacia El Pueyo por el camino habitual, esto es , el llamado de Los Canónigos, veremos algún arañonero, pero hay muy pocos. Si alteramos la ruta y cogemos la pista que conduce a la "Carrasca de Gómez" (y de paso le mandamos energía positiva para que se restablezca) veremos buenas matas de arañonera, además de espléndidas vistas hacia la Sierra.
En la lengua castellana se conoce a este arbusto como endrino, y la endrina es su fruto. En el refranero se dice: "año de endrinas pocas hacinas". Pero como siempre pasa con los refranes, no hay acuerdo y circula otro que reza: "Con muchas endrinas, mucha harina". Incluso otro se atreve y dice: "año de endrinas, año de espinas". Usando el pensamiento mágico que tantos vínculos tiene con la tradición y las plantas, esperemos que mengüen los endrinos por unos años, a ver si desaparecen así estos tiempos tan "espinosos".

Camino de El Pueyo. Pistacia terebinthus. Cornicabra, sarrampuz


Agalla en Pistacia terebinthus

Lo más llamativo de este arbusto que bordea los caminos o crece  en los escarpes de algún barranco son sin duda los llamativos cuernecillos de color rojizo. 
Estas retorcidas formas son el motivo de su nombre popular, ya que nos recuerdan las cuernas de las cabras. Como en otras muchas circunstancias, a veces sucede que lo que parece ser, en realidad es cosa bien distinta. Estas singulares formas son algo ajenas a esta planta. Un pequeño pulgón (Pemphigus cornicularis) pica en las ramas de la cornicabra, y ,al tiempo que hace la puesta de huevos, inyecta una sustancia que provoca reacción en el crecimiento de la rama. El arbusto desarrolla una forma alargada y hueca donde se desarrollarán las larvas y después los pulgones. Cuando los pulgones estén ya formados y con alas, la agalla ( así se llaman a estas protuberancias vegetales producidas por  insectos) se abre como si fuera una vaina y los pulgones emprenden su camino fuera del "nido". 
hojas y frutos de Pistacia terebinthus
La cornicabra es arbusto con pies masculinos y pies femeninos. Por esta razón el caminante tendrá que acercarse a estos últimos si quiere ver los frutos. Los pequeños frutos irregulares, globosos, rojos, crecen en racimos laxos.  Tienen una única simiente y no son comestibles.
Las hojas son pinnadas, con dos o tres pares de hojuelas, algo encarnadas en los márgenes,más una en el extremo, lo que hace que sea de número impar el número de segmentos.
 D. Pedro Arnal Cavero, maestro de principios del siglo XX y estudioso de la lengua de Alquézar y tierras cercanas recogió en sus estudios el nombre de sarrampuz para este arbusto e indicó que a decir de los pastores de entonces las cabras las comían bien. Quizá sea también el arrampuz que recoge Chesus de Mostolay en su "diccionario del aragonés en el  Somontano de Barbastro" sin determinar su identificación.
La cornicabra o sarrampuz en el Somontano
Volviendo al nombre científico, del terebinto se obtenía la trementina. Incluso por encima de la trementina que se extraía de las coníferas, era más apreciada la que se obtenía de este arbusto. Cualquiera puede experimentar la presencia de esta resina. Basta con coger una agalla, que es donde más resina se concentra, y comprobará la abundancia de esta sustancia, por cierto  de un aroma extraordinario. Fue Linneo quien clasificó por primera vez esta planta con el nombre científico actual, pero nos tendríamos que remontar a la Grecia de los siglos IV y III a.C. para encontrar que ya Teofrasto, discípulo de Aristóteles y precursor de los estudios botánicos, ensalzaba las virtudes medicinales de la resina obtenida tanto de Pistacia terebinthus como de su pariente Pistacia lentiscus, también presente en algunos lugares más calurosos y abrigados de estas tierras.
Lástima que apenas se cultive Pistacia verus, más conocido como pistachera, como antes se hacía en algunas tierras españolas,  Así podríamos utilizar pistachos autóctonos para hacer esa maravillosa receta siciliana de finísimo jamón , queso suave y pistacho molido, que una vez hechos rollitos y cortados en rodajas  se fríe rebozado. Quién sabe si ya fue deleite del paladar de aquel prestigioso sabio.

Arco geológico de Piedrafita

La montaña pirenaica es tan rica y variada que en muchas ocasiones no es preciso hacer largas y duras caminatas para poder disfrutar de esta riqueza. Un claro ejemplo es el Arco Geológico  formado en las paredes de la sierra de la Partacua. Hay varias opciones para llegar a él. Yo siempre he preferido partir de Tramacastilla, y recorrer el sombrío bosque de El Betato. Por esta razón siempre he ido en otoño, cuando las hayas de este bosque muestran más matices de color.El ibón de Piedrafita es una apacible escala antes de tomar la leve senda que conduce al Arco.
Otra opción es coger la pista que poco antes del parque faunístico de la Cuniacha se dirige hacia los Campos de las Cuernias, y después ascender por alguna de las sendas de pastores que conducen hacia La Hoya.
Bosque mixto  bajo la sierra de la Partacua

En ambos casos, si se va en otoño se podrá disfrutar de buen ambiente y espectaculares coloridos, especialmente los que aportan, tremoletas,  abedules y cerezos.
Estas especies matizan las laderas allí donde les deja un espacio el pino silvestre o el haya.  El resultado es un tapiz que se enciende en color si el sol lo ilumina y que adquiere increíbles tonos pastel cuando comienza a caer la tarde.



Ilex aquifolium, acebo, con frutos




























De vez en cuando algún hermoso acebo muestra sus aceradas hojas. Hojas armadas de agudas púas en los brotes y ramas jóvenes. Menos dentadas en cuanto comienza a ganar altura, en algunos ejemplares varios metros.

Prunus avium, cerezo








El cerezo, salpica espontáneamente los claros y linderos del bosque, y con el otoño adquieren el rojo más intenso. 

En este otoño de 2011 hemos tomado el breve camino que nos conduce directamente hacia La Hoya, lugar ganadero donde se construyó un refugio para el pastor. Justo en frente vemos el arco geológico formado por la erosión diferencial en los estratos calizos del cretácico.  A su lado apreciamos otro arco a mitad de su formación. Por él podemos adivinar el proceso geológico que ha propiciado la formación de este arco: una combinación de factores erosivos y tectónicos.



El arco está situado en un estrato resistente, más duro que los superiores. La erosión  excavó los niveles situados por encima del arco,areniscas más blandas,  formando posiblemente pequeños cursos de agua, superficiales algunos, subterráneos otros, que realizarían erosión horizontal y propiciarían desplomes. La exhumación de los materiales situados por encima del arco van dejando este resalte rocoso separado del resto de la montaña. La proximidad de una canal más amplia, con mayor acción erosiva completó este proceso en el arco , quedando  incompleto el situado más hacia el norte.

Además de su interés geológico es de considerar su valor paisajístico. Al acercarse a la estructura geológica del arco, uno descubre las dimensiones del sur del Valle de Tena. Comprende el desplazamiento de grandes masas rocosas que aquí se plegaron y formaron la sierra de Tendenera y la Partacua, sólo rotas por el paso del río Gállego. Al asomarse al Arco de Piedrafita no se puede evitar mirar a través de su abertura. Y si en un cuadro colocamos un marco  para separar la ficción pintada   de la  monótona realidad del muro que lo sostiene, en el Arco de Piedrafita uno puede admirar tanto el marco como lo que se abre tras él. Es una ventana  que  permite ver, mágicamente, este paisaje.
Arco geológico de Piedrafita, al fondo Valle de Tena























Track de la ruta, en wikiloc


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Camino de El Pueyo: Celtis australis (litonero)

Hojas y drupas de Celtis australis
Es el litonero un habitual árbol de robusto tronco que llega a medir considerable altura, aunque también es cierto que cuando se corta de joven echa muchos bordencos a su alrededor tomando el aspecto de un enmarañado grupo de delgados troncos. Ha formado parte de la actividad agrícola de manera que proveía de materia prima para fabricar diversos útiles de labranza, desde los mangos de las jadas, hasta la construcción de yugos , dada la dureza de su madera. Además de resistente es también flexible. Para la preparación de las horcas se trabajaba en el mismo árbol. Se elegía una rama bien derecha y grueso adecuado y se podaban las ramillas dejando en el extremo de la rama  las puntas que se quisieran obtener en la horca. Con cuerdas y palos se curvaban "en vivo" forzando así un crecimiento controlado. Cuando la horca estaba lo suficientemente formada, entonces se podaba del árbol y se dejaba secar para su posterior uso.  De la fuerza y flexibilidad de las ramas también dan fe su uso como flejes para los barriles. Hace años vimos en Enate, en casa Bestué, grandes barriles ( para más de 500 litros) en los que sus duelas estaban ajustadas con ramas de litonero. 
Los cacinglos, hermosa palabra aragonesa, también se hacían con ramas de litonero.
En mi recuerdo infantil, como en el de tantos otros, los litones tienen un especial rincón. La holganza del verano había terminado y comenzaban las tediosas horas escolares, pero todavía quedaba la época del litón. Salir a recoger estos frutos ya maduros, tener preparado el canuto (primero fue de caña, después se impuso el pvc) y probar puntería con lo que venía al paso, eran la diversión otoñal de nuestros tiempos libres. Naturalmente el litón se rosigaba bien antes de ser lanzado. Los más habilidosos llevaban varios litones en la boca para poder lanzar uno detrás de otro, sin perder comba. No nos daba tiempo de saborearlos mucho.  Con la distancia del tiempo, es ahora cuando los saboreo, y no sé si lo que percibo son sabores o recuerdos. Cierto es que olores y sabores son los sentidos más ligados a los recuerdos.
flores de litonero recién fecundadas

Es el litonero propio de nuestras tierras meridionales. Su específico "australis" indica su presencia en el sur de Europa, mientras que el genérico Celtis procede de Plinio el Viejo, naturalista latino del siglo I, quien da cuenta de un árbol denominado celtis en tierras africanas, y que algunos asocian con el litonero. A Linneo debemos la denominación científica actual, englobada dentro de la familia de los Olmos (Ulmaceae)

Las flores del litonero salen bien temprano,en primavera, al mismo tiempo que brotan las nuevas hojas. Las flores cuelgan de largos rabillos y aunque enseguida se engrosan tardan hasta el otoño hasta que el fruto esté maduro. Las hojas, que en otoño son verdeoscuras y ásperas, en primavera tienen el tacto de la seda.
tronco de litonero


Punta Tosquera por el barranco de la Selva

Este paseo por la Selva de Sallent hasta la punta Tosquera nos permitió disfrutar de los colores del otoño , y de paso otear una buena parte del Valle de Tena.
Así como la subida al Pacino es muy frecuentada durante todo el año, su vecina, la Punta Tosquera es mucho más tranquila. A excepción de un pastor que volvía de echar un vistazo al ganado que todavía se mantiene en los pastos altos, no encontramos a nadie. Y eso que estábamos en pleno puente de Todos los Santos.


La Selva es un extenso bosque de hayas dentro del término de Sallent. La expansión de los pastos respetó este enclave, y aunque ha sido siempre un lugar de carboneo, la renovación con jóvenes hayas permite que nos aproximemos a lo que fueron estos parajes antes de la presión humana.

Antes de entrar en el bosque pasamos junto a algunos ejemplos de maravilla otoñal:

El serbal (Sorbus aucuparia) despliega una gran paleta de colores a lo largo del otoño, desde el amarillo intenso hasta los carmesíes y tostados.

Este  mostajo (Sorbus intermedia, si interpreto bien los lóbulos de las hojas) está en la fase dorada, en contraste sus racimos de frutos. Forma copas ovaladas que se proyectan casi desde el suelo.

Ya metidos en el bosque, como testigo de la actividad de los carboneros, queda parte de lo que fue su cabaña refugio. La falsa cúpula de esta vivienda de circunstancias ha sido destruida por el vigoroso tronco de un haya. A juzgar por el grueso de la misma, mediará más de un siglo desde que fue abandonada. 
La claridad de un claro del bosque la aprovecha este abedul (Betula pendula), que se resiste a teñirse de amarillo. 
Pero sin duda, la reina de este bosque es el haya. En las zonas bajas todavía mantiene el follaje, y a medida que vamos ascendiendo, las hojas pasan de las copas al suelo.Es un disfrute caminar sobre un lecho que cruje bajo los pies, al tiempo que despide el aroma de los fermentos del bosque.


Una vez superado el bosque, vuelven los campos de pastoreo. Hemos ascendido lo suficiente como para tener una buena vista de las inmediaciones de Sallent, en primer  término las dos jorobas de la Peña Foratata. Ya nevadas  las crestas que van de Infiernos a Argualas.
Mirando hacia el Sur, ya en subidos a la Punta Tosquera, podemos contemplar el estado del escondido embalse de Escarrilla, tras él la punta Cochata, con su gran derrubio de piedras y la punta Pimindalluelo. Abajo tenemos el colladito por el que hemos venido y siguiendo el cordal de la sierra la Punta Pacino. Volvemos a ver las cimas de Argualas, y detrás la sierra Tendenera, entre las nubes, y el comienzo de la Sierra de la Partacua.

Continuación de la anterior imagen es ésta en la que vemos platear el riachuelo que alimenta el embalse de Escarrilla. Los pastos se ven otoñales pero todavía pastan vacas y caballos. Pronto los tendrán que bajar.Al fondo la sierra de la Partacua.  Mirando hacia el norte, la vista alcanza a ver, semicubierto, el Midi d'Ossau, así como las urbanizaciones de Formigal y Sallent.














Datos de la ruta:
desnivel acumulado 533m

Track de la ruta:
http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=8234122

Camino de El Pueyo. Sorbus doméstica. Zerollera

frutos de Sorbus domestica, zerollas
No cojas las acerollas
déjalas para el verano,
toma el camino de casa
que allí te espera tu hermano
y entre los dos hay que levantar (bis).

Una arboleda en el río,
una huerta en el secano
y al amigo que está lejos
atraelo de la mano
y entre los tres hay que levantar (bis).

Sobre la cueva una casa,
sobre el erial un paisaje
y al que se va a la vendimia
pagarle el último viaje
y entre los cuatro hay que levantar (bis).

Una esperanza segura
de que todo va adelante
y si alguien queda parado
decirle que es caminante
y entre los cinco hay que levantar (bis).

De toda la tierra entera
un lugar en donde quepan
los que caminan y esperan,
los que vuelven y se quedan,
y entre todos hay que levantar (bis).


flores de Sorbus domestica, primavera
Poco me atrevo a escribir después de tan contundentes palabras de José Antonio Labordeta, perfectas y estimulantes palabras para un momento en el que todos avisan de la llegada de un "invierno" duro.
Es el zerollero un modesto arbolillo, pero que en su escaso porte es capaz de llenar la primavera con sus racimos de flores blancas, y en otoño ilumina los caminos con el amarillo anaranjado de las hojas. Sus frutos son más humildes todavía. Aunque algo jascas, las zerollas desprenden un sabor que nadie debería perderse, pues evoca en el paladar la  fuerza de la tierra, la edad de la madera, los fermentos otoñales.
Pocos ejemplares nos quedan, alguno se ve por el camino que lleva al Pueyo. Todavía algunas personas lo mantienen en los lindes de sus huertos. El mundo cambia, hay otras soluciones para atajar las diarreas antes que comer las zerollas. Hace tiempo que no se ven pasar las bestias con las tablas de zerollera para alisar el campo después de labrar. 
tronco de Sorbus domestica
Tiene la zerollera un hermano montañés. Es Sorbus aucuparia otro árbol semejante en las hojas, diferente en los  racimos con numerosos frutos rojos. Espectacular en otoño.