Camino de El Pueyo. Sorbus doméstica. Zerollera

frutos de Sorbus domestica, zerollas
No cojas las acerollas
déjalas para el verano,
toma el camino de casa
que allí te espera tu hermano
y entre los dos hay que levantar (bis).

Una arboleda en el río,
una huerta en el secano
y al amigo que está lejos
atraelo de la mano
y entre los tres hay que levantar (bis).

Sobre la cueva una casa,
sobre el erial un paisaje
y al que se va a la vendimia
pagarle el último viaje
y entre los cuatro hay que levantar (bis).

Una esperanza segura
de que todo va adelante
y si alguien queda parado
decirle que es caminante
y entre los cinco hay que levantar (bis).

De toda la tierra entera
un lugar en donde quepan
los que caminan y esperan,
los que vuelven y se quedan,
y entre todos hay que levantar (bis).


flores de Sorbus domestica, primavera
Poco me atrevo a escribir después de tan contundentes palabras de José Antonio Labordeta, perfectas y estimulantes palabras para un momento en el que todos avisan de la llegada de un "invierno" duro.
Es el zerollero un modesto arbolillo, pero que en su escaso porte es capaz de llenar la primavera con sus racimos de flores blancas, y en otoño ilumina los caminos con el amarillo anaranjado de las hojas. Sus frutos son más humildes todavía. Aunque algo jascas, las zerollas desprenden un sabor que nadie debería perderse, pues evoca en el paladar la  fuerza de la tierra, la edad de la madera, los fermentos otoñales.
Pocos ejemplares nos quedan, alguno se ve por el camino que lleva al Pueyo. Todavía algunas personas lo mantienen en los lindes de sus huertos. El mundo cambia, hay otras soluciones para atajar las diarreas antes que comer las zerollas. Hace tiempo que no se ven pasar las bestias con las tablas de zerollera para alisar el campo después de labrar. 
tronco de Sorbus domestica
Tiene la zerollera un hermano montañés. Es Sorbus aucuparia otro árbol semejante en las hojas, diferente en los  racimos con numerosos frutos rojos. Espectacular en otoño.

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