Camino del Pueyo. Colutea arborescens ? (espantalobos)

frutos de espantalobos
A la altura de la explanada que denominamos "plaza del Sol", justo antes de arrancar las primeras revueltas que nos llevan al cerro de El Pueyo, en una cuneta algo descuidada con restos esparcidos de ladrillos, crece un arbusto enmarañado, de tan apenas metro y medio, que seguro alguno habrá reconocido por sus llamativos frutos: vainas globosas, llenas de aire, que cuando se secan se vuelven como de papel, y que al moverse por el viento suenan como sonajeros, de allí su nombre popular espantalobos. Tomo con precaución la noticia que nos da Chesús de Mostolay en su libro "el aragonés en el Somontano de Barbastro" cuando llama a este arbusto gordolobo, ya que así se denomina habitualmente a individuos del género Verbascum. Así , si alguien confirma también esta acepción, que lo diga. 
En todo caso, la que vemos es una leguminosa, del género Colutea. Más no me atrevo a decir a estas alturas del año. Cuento por qué: Siempre había tenido a este arbusto  por Colutea arborescens. Hoy, al revisarlo para escribir estas líneas me encuentro con una advertencia del Atlas de la Flora del Pirineo Aragonés, que a su vez me remite a la Flora Ibérica. Y es que se incluye una nueva especie posible, Colutea brevialata. La disyuntiva no iría a más si no fuera porque la diferenciación entre ambas se aprecia en las flores. Y ahora no hay flores. Sólo los frutos, que es lo que yo esperaba tener para presentarla aquí. Sirva esta perorata para hacer otro inciso. A menudo, amantes de la naturaleza móvil (dígase mamíferos, aves , reptiles) expresan la necesidad de cultivar la paciencia para observar sus objetos de estudio. En cambio parece como si a los que nos atraen las plantas no tuviéramos que desarrollarla. Pues bien, en este caso, tendremos que esperar al año que viene para intentar dilucidar si es arborescens o brevialata. Alguno dirá -qué más da, es un espantalobos. Bien, vale, pero no es  eso. Cuando la botánica se ha metido en las venas sí tiene importancia. Es el reconocimiento de la diversidad, de las variaciones, de la peculiaridad de los individuos. Así pues, tendremos que esperar al año que viene. Tenemos una ventaja: si no hay una catástrofe ( a veces se producen) el año que viene el arbusto estará todavía allí. 

Entretanto nos conformaremos con los frutos, ya hermosos de por sí. Esperaremos a que se conviertan en sonajeros. Veremos cómo se hacen dehiscentes en la punta y dejan caer las semillas. Podremos apreciar que hay más individuos en la ladera hacia arriba, y de paso observar las hojas pinnadas, siempre con número impar de lóbulos en este género. Y esperaremos a la próxima primavera, a finales de abril o principios de mayo, para detenernos en las llamativas flores con quilla y ancho pabellón, y observar si las alas, el cáliz y el estilo de la flor corresponden a una u otra especie.

Flores de Colutea 

Cypripedium calceolus, terminando su floración

Con este caluroso y seco mes de Mayo, Cypripedium calceolus ha adelantado su floración. Muchos de sus pies ya han madurado y queda alguno, donde crecen más resguardados del sol, con las flores todavía frescas. Quizá para poco más de una semana. Hay que recordar que es una especie amenazada de extinción en la Península Ibérica. Uno de sus enclaves, en el valle de Tena, es muy accesible. Por suerte están vigilados por voluntarios de la zona, pero el visitante tendrá que extremar el cuidado pues sólo la presencia humana y las abundantes pisadas están alterando el suelo por donde crecen estas sorprendentes orquídeas. Su reproducción es muy lenta, se estiman en torno a nueve años para que maduren y sean capaces de producir flores con semillas.Así que, si la vas a ver, por favor, procura seguir estrictamente la senda y no pisar más allá de donde está pisado, pues el entorno se está degradando. Presta atención donde pones los pies, pues hay  matas de esta orquídea que ya han madurado y pueden pasar desapercibidas si sólo te fijas en los colores de las flores.
Estas son unas normas que hay que seguir siempre, con cualquier especie, pero que con esta especie no podemos olvidar. En el caso de las orquídeas y de ésta en particular, debemos considerar que su ciclo vital está ligado a la existencia de unos hongos  específicos en el suelo. La orquídea produce unas semillas muy diminutas, con muy escaso almacenamiento energético para prosperar. En su defecto, la semilla debe prosperar junto a ese hongo específico que le aportará los nutrientes para que la semilla llegue a buen término. Por esto, el mantenimiento del suelo adecuado es fundamental.

Camino del Pueyo. Lonicera implexa y L.etrusca (pata de gallo,madreselva)

Capítulo con flores de Lonicera implexa
De todos los cambios que los caminos realizan a lo largo del año, quizá el más sutil sea el que compromete al olfato. De unos días atrás, el camino del Pueyo ha cambiado en ciertos lugares la fragancia que sus flores desprenden. En los puntos más frescos del camino, las flores de la madreselva, la  pata de gallo como se le llama en algunos lugares de nuestro Somontano, han madurado y su dulce néctar hace de reclamo para los insectos. Es un placer reservado para un corto periodo de tiempo. Merece la pena no desperdiciarlo. 
Lonicera implexa medra al amparo de nuestros carrascales y quejigares. Así lo vemos a mitad de camino hacia El Pueyo, dando respiro en la sombra. Es planta arbustiva, de buen tamaño. En ocasiones trepa aupándose en sus vecinos y puede llegar a formar un espeso seto.
Sus llamativas flores se agrupan en capítulos, a veces pendientes de las largas ramas que trepan. Decorativos racimos que le sirvieron a  Cervantes  para recrear escenas pastoriles, como es la del segundo libro de la  Galatea "vieron venir hacia ellos hasta una docena de gallardos pastores puestos en dos hileras, y en medio venía un dispuesto pastor, coronado con una guirnalda de madreselva y de otras diferentes flores."    Y si el caminante no se inspira con las anteriores líneas, aquí van otras de la segunda parte del Quijote.  "También le pareció bien otra que entró de doncellas hermosísimas, tan mozas que, al parecer, ninguna bajaba de catorce ni llegaba a diez y ocho años, vestidas todas de palmilla verde, los cabellos parte trenzados y parte sueltos, pero todos tan rubios, que con los del sol podían tener competencia, sobre los cuales traían guirnaldas de jazmines, rosas, amaranto y madreselva compuestas.
Frutos de Lonicera implexa
Además de Lonicera implexa podemos encontrar otra madreselva, Lonicera etrusca. Las distinguiremos por  la disposición de las flores. En el primer caso las flores son sésiles, esto es ,saldrán directamente de la rama, a partir de las hojas soldadas que forman cazoleta. En la segunda de las especies, las inflorescencias surgen de una ramita, el pedúnculo.
Normalmente la madreselva presenta las hojas en verticilos de dos, sin embargo, a veces produce una "anomalía" en la que los verticilos son de tres, tal y como se aprecia en la fotografía de la madreselva en fruto.
El caminante podrá encontrar ambas especies muy próximas entre sí en algunos puntos del camino hacia el Pueyo. Quizá observe que L.implexa gusta de lugares algo más sombríos, y que su desarrollo es algo menor, en tanto que L. etrusca no desdeña los taludes a pleno sol, y pueden llegar a formar unas marañas tan altas como sean los soportes donde se apoye.
Flores de Lonicera etrusca
El genérico Lonicera lo debemos al botánico Linneo, quien allá por 1750 dedicó este género al botánico alemán Lonitzer, quien había estudiado las plantas y sus virtudes en torno al  1560.

Lonicera etrusca aupada sobre un litonero y un majuelo.