Camino de El Pueyo. Euphorbia serrata. "lecheras, letreras"

La más tempranera de nuestras "lecheras" destaca en los taludes y cunetas por su intenso, luminoso, color verde.
Fácilmente la reconoceremos por el dibujo finamente aserrado del margen de las hojas y de las brácteas, característica ésta que es reconocida en el nombre específico.
Al cortar tallos u hojas veremos que surge una sabia blanca, como de leche espesa. Está clara la razón de su nombre común.
En general, las Euphorbiaceas son plantas extravagantes, en tanto que sus flores no tienen ni pétalos ni sépalos. Toda la maquinaria de reproducción está vinculada a proveer alimento a los insectos nectarífagos, y para eso no se adornan de llamativos colores, sino que exponen directamente el néctar a los comensales. Será fácil observar junto a las flores el brillo de éste nutritivo líquido. Eso sí, antes de que maduren los globosos y lisos frutos. No obstante la complejidad de estas flores se observará si las miramos a corta distancia, mejor con una buena lupa. Veremos que las flores están agrupadas en pequeños racimillos: una solitaria flor femenina central rodeada de flores masculinas provistas de un solo estambre. Alrededor del racimo unas placas mazudas bien lubricadas de néctar.
Es la letrera una planta que forma abiertos ramos, rara vez de individuos solitarios, crece de una cepa perenne que aporta cada año nuevos vástagos. 
La leche que rezuma cuando se la hiere es tóxica. En ocasiones se ha usado como pócima para "quemar" las verrugas.
No es la única lechera que habita por estos territorios del Somontano. En especial, la estructura floral nos permitirá ir reconociendo otros ejemplares de la misma familia. Las Euphorbiaceas son una familia variable y pródiga en los climas cálidos. En las casas se ven plantas de esta familia traídas de los trópicos, espinosas, con llamativas flores rojas, es la llamada "espinas de Cristo", procedentes de Madagascar. También exóticos son los cardones de las islas Canarias. Imposibles de olvidar son  sus singulares formas de candelabro en las inhóspitas laderas del Barranco del Infierno, en Adeje.

Ibones de Ayous con raquetas

Desde Gabás, pequeño pueblo francés pasado el puerto del Portalet, se entra en el valle de Bious. Una pista asfaltada, cortada al tráfico en invierno, nos obliga a hacer una aproximación a pie hasta el embalse de Bious. Hasta aquí no queda nada de nieve. Pero a partir de este punto, el camino se viste de blanco y obliga a usar las raquetas para llevar una marcha cómoda hasta los ibones de Ayous. Desnivel  800 mts.
Pulmonaria officinalis.

Afortunadamente, los cuatro kilómetros que nos esperan hasta pisar la nieve están amenizados por la incipiente primavera. Racimos de flores de pulmonaria (Pulmonaria officinalis) crecen a los pies de las hayas y los enormes abetos que bordean la pista. También las simpáticas flores de las hepáticas alegran el camino.


Hemos hecho la mitad del camino y por fin empezamos a recorrer espacio nevado. El embalse sufre la misma carestía de agua que en España. El bosque comienza a despertar. Algunas hayas presentan ya cambios en las yemas.Se respira aire primaveral. Cimas que rondan 2.200 metros , Houratatere, Biscau, Aulere ,forman el telón de fondo


















Es una sensación especial caminar por la nieve en un bosque de hayas. Al superar el bosque, tras el repecho del bosque de Arazures en la vertiente geográfica izquierda, contemplamos la fascinante silueta del Midi d'Ossau.

Estamos en zona de pastos alpinos, el bosque quedó atrás. La falda del Midi d'Ossau queda toda al descubierto. A sus pies la gave de Bious cubierta de nieve.





















Ya próximos al primer ibón de Ayous disfrutamos con la perspectiva que nos brinda sobre la cabecera del valle. El pico Peyreget a la izquierda, nos recuerda que tras su collado estaríamos en Aneu, que tantas veces hemos disfrutado. La sucesión de crestas nos lleva al pico Paradis.

















Los lagos en la montaña invernal tienen un aspecto casi irreal. En un espacio ondulado como es el que construye la nieve, siempre sorprende encontrar la línea horizontal absoluta, la ausencia de relieve. Si además entran en juego los colores y reflejos que se forman en las zonas menos heladas, la experiencia es única.


























Datos y track de la ruta en http://www.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=8233247


camino de El Pueyo. Scandix pecten-veneris."agujetas"

Esta pequeña hierbecilla, que apenas sobrepasa el palmo, de hojas muy divididas, la encontrará el atento caminante en cultivos y baldíos. Es de la compleja familia de las Umbelíferas. Esto es, las flores se disponen a modo de paraguas formando un conjunto denominado umbela.
Lineo la clasificó en 1753. 
En una ocasión me despertó la curiosidad una cita que Wikipedia atribuye  a Strindberg ,quien escribió: "Linneo era en realidad un poeta que se convirtió en naturalista".  Al encontrarme ahora a principios de la primavera con esta pequeña flor percibo el sentido de sus palabras.  Y es que esta flor evocó en Linneo ( lo imagino viendo los alargados frutos)  ni más ni menos que al divino peine que alisaba la cabellera de Venus (pecten veneris). Sólo con  el espíritu agitado por una vibración poética podría ponerle un nombre así a una planta.


Es curioso, porque esto me recuerda un fragmento de la tercera "carta desde mi celda" de Gustavo Adolfo Becquer quien escribía:  "Sucede con estos pueblecitos tan pintorescos, cuando se ven en lontananza tantas líneas caprichosas, tantas chimeneas arrojando pilares de humo azul, tantos árboles y peñas y accidentes artísticos, lo que con otras muchas cosas del mundo, en que todo es cuestión de la distancia a que se miran, y la mayor parte de las veces, cuando se llega a ellos, la poesía se convierte en prosa."  
vainas de Scandix pecten-veneris
Y me lo recuerda porque a mí me sucede exactamente lo contrario cuando me acerco a las flores. Desde la lejanía  son prosa, ejercicios de identificación botánica, valoraciones de hábitats, calibre de ecosistemas. Pero cuando desciendo, cuando me acerco al máximo a la flor que miro, la prosa se vuelve a veces poesía. La poesía que emana de las texturas, de los ritmos que cada planta posee, sus tonalidades y armonías.  Y poco importa que  Scandix pecten-veneris sea una planta vulneraria, o que se utilizase como colorante por sus taninos amarillos, o que las hojas sean comestibles y alivien la sensación de sed. 
En esas ocasiones  su nombre se graba más intensamente porque se escribe en el mismo lugar donde se guardan los sentimientos.