Mall d' Artiga

8 de Noviembre de 2015. Valle de Benasque. Día para compartir un trocito de montaña con un nuevo amigo, Joe, venido de Texas. Su única experiencia con la montaña es un paseo por los bosques de Montana. Nada más. Le acercamos al corazón del Pirineo.


El Valle de Benasque luce así de magnífico, con el adorno de la nieve caída hace unos pocos días.

Una parada obligatoria para contemplar el Forau de Aiguallut, y otra para hacer fotos a la cascada
Joe y Diego. Hasta aquí el terreno es llano y cómodo. Joe está disfrutando.



El coll de Toro ya lo tenemos a la vista, vamos frescos y relajados. A Joe le comentamos que si le apetece podemos intentar subir la montaña que está sobre el collado.

En Coll de Toro una foto de todo el grupo. En esta ocasión vienen también Alicia y Aurora. Estamos al completo.


Tomamos fuerzas y decidimos continuar hacia el Mall d'Artiga. Joe se anima, no así Alicia que está resfriada y Marisol que se quedan junto al ibón.

























No hay sendero, siguiendo la intuición subimos por la tasca. El pico de Barrancs se interpone ante las Maladetas. 


























A medida que subimos la panorámica sobre las Maladetas, y en especial el Aneto cobran protagonismo. El pico de Barrancs, en medio, ya no estorba la vista.

Es más duro y empinado de lo que en un principio nos imaginábamos. Se ven pequeños lagos colgados, y la roca hace fuerte oposición.
La pendiente se hace muy empinada, en ocasiones hace falta utilizar las manos para mantener la estabilidad.
Una repisa nos permite descansar. Diego y Aurora aprovechan para retratarse con el Aneto en la espalda.


Hemos llegado a un elevado y estrecho collado. Nos quedan pocos metros para la cima, pero aparece nieve y una pared de roca que sería preciso trepar.  Decidimos que no es prudente seguir. Tendremos que intentarlo en otra época, con más luz y mejor suelo. 

Buenas panorámicas del entorno. Las verticales paredes de Forcanadas llaman poderosamente la atención.

Desde nuestra posición en el collado , con vistas hacia el  valle de Arán.




















No hemos podido llegar arriba, pero estamos satisfechos. Ahora hay que bajar con mucho cuidado.























El lago de Coll de Toro, atrapado ya por las sombras que proyectan las Maladetas.


























Track de la ruta en :   http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=11369207

Artemisia herba-alba. "bocha, ontina"

Son varias las plantas a las que la cultura popular denomina bochas y ontinas. Tienen en común  ser materia prima para hacer escobizos, o tener las hojas menudas y recubiertas de una borra blanca. Artemisia herba-alba es una de ellas, y florece ahora, cuando en los pobres suelos donde habita cae la lluvia de otoño. En nuestro territorio es fácil ver ontinares en las redondeadas lomas de las Baldorrias y Valdemora. Las hojas son  muy pequeñas y divididas en segmentos romos. Si la sequía les apura se recurvan sobre sí mismas y crecen apretadas en pequeños grupos sobre las sarmentosas ramas, de no más de dos palmos de longitud. Con las últimas lluvias caídas en octubre desarrolla unas cimas en las que aparecen las diminutas flores, tan pequeñas que apenas se distinguen. Al principio se tiñe el capítulo de púrpura y después asoman segmentos amarillos.
 Toda ella desprende
fuerte y montaraz aroma.
Tan sencilla y discreta planta tuvo el honor de ser dada a conocer en el mundo científico por una de las mayores eminencias botánicas de Aragón: Ignacio Jordán de Asso, multidisciplinar lumbrera intelectual, autor de varias obras que inauguran el conocimiento científico de la flora, geología y fauna de Aragón, allá por los años de la Ilustración. En cierta ocasión ya nombré en este blog en qué medida era estimada su labor fuera de nuestras fronteras, hasta el punto de que el francés Dufour le dedicó uno de nuestros narcisos. Eran los tiempos del entusiasmo científico. La época en la que se realizó un notable esfuerzo en identificar, describir, catalogar con criterios dirigidos por la razón  todo cuanto nos rodeaba. No es que no se conocieran esas plantas anteriormente. La Artemisia herba-alba ya se utilizaba como vermífuga, y también para acondicionar las digestiones a pesar de su discreta toxicidad. A los ilustrados les correspondió la tarea de establecer las primeras relaciones de parentesco, de indagar racionalmente sobre los vínculos entre los seres vivos entre sí y de éstos con el espacio que habitan.  Ya han pasado más de doscientos años y todavía queda mucho por descubrir. Nuevos análisis químicos desvelan propiedades hasta ahora no conocidas. El análisis genético permite afinar la línea evolutiva de las especies que nos rodean. Los ilustrados hicieron denodados esfuerzos por aplicar las ciencias de la Naturaleza para la mejora de la sociedad. Todavía queda mucho por mejorar.

Saponaria officinalis. "Jabonera"

La jabonera es una planta de la familia de las Cariofiláceas, pariente de claveles y silenes. Es de porte robusto y le son propicios los lugares húmedos. Podemos ver ahora unos pocos ejemplares frente a las puertas del Instituto Martínez Vargas de Barbastro, y también en el camino del Vero entre el puente de Hierro y la ermita de la Virgen del Plano
En 1753 Linneo describió el género Saponaria. En el bautizo utilizó un latinismo, como tantas otras veces. El latino "sapo" que se traduce como "jabón" sirvió para designar este grupo de plantas que al contacto con el agua desprenden algo de espuma. Como debía ser una planta siempre presente en las oficinas de las boticas el nombre lo redondeó: Saponaria officinalis. 
Pese a que en aquella época era una planta de uso habitual para lavar la ropa, bien poco debió utilizarse para el aseo personal. Todavía imperaban las ideas medievales de que el aseo con agua no era sano ni para el cuerpo ni para el espíritu. La higiene se reducía a limpiarse someramente con paños secos, a vestirse con ropa blanca porque supuestamente absorbía la suciedad y a perfumarse para ocultar el olor corporal. 
Abandonados habían quedado los baños de las culturas griega o romana, o la higiene que prodigaban las culturas árabes.
En la Europa del siglo XVIII las clases pudientes y algunos eminentes médicos desaconsejaban el baño con agua, más aún si era caliente porque se abrían los poros de la piel y pensaban que por allí podían penetrar los malos efluvios del ambiente. Tenían a gala no bañarse más de una vez al año, y de forma apresurada. La limpieza quedaba reservada a la ropa. 
 Eran las normas de comportamiento de la clase dominante, en la que los pálidos rostros  y las suaves manos  surcadas de venas azules eran señales evidentes de  una posición social que estaba alejada de aquellos trabajos que tuvieran que realizarse a pleno sol y con las manos. Poco sabemos de los hábitos de higiene del pueblo llano. Podemos imaginarnos la situación en las ciudades, si consideramos que en líneas generales carecían de agua corriente, y de sistemas de saneamiento.
Las ideas cambian, incluso cambian los conceptos que a veces se presentan como fundamentales e indiscutibles. El sentir del común en muchas ocasiones  no es coincidente con lo más acertado. 
Hoy la industria de la higiene genera cuantiosos beneficios y su publicidad nos lanza mensajes continuamente, hasta el punto de que casi es una obsesión. Detergentes agresivos contra nosotros y el medioambiente todavía se siguen produciendo. Y son lentas las medidas que impiden preservar aguas y suelo de la química de la higiene. Hace falta que el sentir del común adopte como suya la máxima de que la higiene del cuerpo es tan necesaria como la higiene de la Tierra.