Invernal con raquetas a ibones de Ordicuso


Ha sido una semana con nevadas en altura. Se han formado cornisas y la nieve, aunque se ha purgado durante el viernes y el sábado no, inspira mucha confianza. Subir a los ibones Ordicuso en invierno no es un gran esfuerzo. El desnivel es pequeño, unos 400mts. y el recorrido no supone dificultad para desplazarse con las raquetas, puesto que no hay pendientes muy pronunciadas ni tampoco hay que hacer laderas.Nos permitirá contemplar paisajes de altura en plena estampa invernal, disfrutando de un día tranquilo y sin sobresaltos.






















Hemos iniciado el camino en el balneario de Panticosa. El primer tramo, con este año de escasas nieves en cotas bajas, está ausente de nieve hasta el primer parapeto contra aludes que cierra el barranco de Argualas.
 Hemos pasado un ameno tramo entre pinos negros con acumulaciones de nieve que sobrepasan el metro y medio de nieve. Por fortuna las raquetas se comportan y nos hacen progresar con facilidad. Frente a nosotros se extiende la mallata baja de Argualas y los picos que la custodian: Argualas, Garmo Negro e Infiernos.

La mallata baja de Argualas, muy amplia y con suave pendiente parece un desierto de nieve. 
A nuestra espalda , de izquierda a derecha, los picos Serrato, punta Xuans, los dientes de Batans, la arista de Batans y Labaza.

Evitamos la proximidad de Argualas, enormes avalanchas han caído, y prudentemente interponemos la vaguada. Con calma remontamos las suaves lomas que nos separan de los ibones. Espacio de nieve virgen festoneada por pinos negros.
























En verano, este apacible rincón se tiñe de turquesa con los pequeños lagos de Ordicuso. Ahora tan solo se adivinan las dos cubetas. Una pequeña apertura de hielo nos indica la situación del más pequeño. El otro, allá donde la nieve se torna inusualmente plana , rodeada de pinos.





















La capa de hielo sobre el lago no es recia. Bajo la nieve, casi tiene consistencia gelatinosa, pero en la orilla es suficiente como para soportar nuestro peso. Horadando la nieve con  el bastón, se introduce hasta la empuñadura. Al sacarlo, la roseta arrastra agua a la superficie, ésta se transforma en cubos cristalinos ante nuestra vista.



Erodium cicutarium (relojetes)

Ya proclama la primavera su irrupción en el Somontano. Por el camino de los canónigos, que nos lleva hasta El Pueyo, hace días que hemos notado el cambio. Pero antes de que la vegetación ascienda dos palmos, nos vamos a detener en una discreta hierbecilla  que aunque continuará allí durante mucho tiempo luego quedará más oculta. Erodium cicutarium, es uno de esos "relojetes" o "alfileretes"de nuestra infancia. Sus hojas muy divididas son inconfundibles, así como los vivos colores de sus flores diminutas.
En el Somontano es frecuente, y aparece tanto en cunetas bien soleadas, como en lugares más umbríos, generalmente ricos en nitrógeno.

En el libro "Las plantas en la medicina popular de la comarca de Monzón" quedó escrito por José Vicente Ferrández Palacio, con quien tuve el gusto y honor de colaborar, que los relojetes eran recogidas antaño para dar de comer a los conejos, y que era afición de los niños jugar con sus relojetes. Quizá algún día, más adelante volvamos sobre esto.

Habrá quien pensará que algo tiene esta planta que le recuerda a los geranios. No se equivoca. El género Erodium, junto con Geranium son los que forman parte de la familia de las Geraniaceas.
A la izquierda fruto con forma de pico.
Si el caminante no tiene prisa se detendrá a observar las hojas. Inmediatamente verá que éstas están varias veces divididas. Es decir, consideramos una hoja desde que sale directamente del tallo principal,como las flores. Ésta hoja se divide profundamente hasta el nervio medio, y a su vez , se vuelve a dividir formando lóbulos finos que llegan hasta la mitad de los nervios secundarios (hojas pinnadodivididas) . Pues bien, este tipo de división en hojas alargadas  es característico del género Erodium, quedando para el género Geranium una disposición más redondeada, como la palma de la mano. Sin embargo, los botánicos no se fijaron en las hojas para denominar estos dos géneros. Así como geranio viene del griego geranion, cuyo significado es pico de grulla, en alusión a la forma de sus frutos, para el género que nos ocupa ahora utilizaron de nuevo la comparación con las aves de largo pico, y así vino  el nombre erodios, que es el nombre que los griegos daban a la garza. Respecto a su específico cicutarium, que nadie se lleve a engaño, que sólo se asemeja a la cicuta en el aspecto de las hojas. De hecho, las hojas de los "relojetes" se han utilizado        como astringentes.



Narcissus Assoanus (cazoletas)


Siempre he asociado a estos pequeños narcisos con la llegada de la primavera en el Somontano.
Narcissus Assoanus ( cazoletas en nuestra tierra, en alusión a la forma de la corona central) la encuentra el caminante en suelos pobres, a veces de grava, en taludes y suelos inclinados; otras veces en carrascales. Es diminuta si la comparamos con sus congéneres de la montaña. Estas miden apenas ocho centímetros en total, aunque a veces medran algo más, con flores en característico ángulo.

Todos los años me postro ante ellas. Me acerco y las huelo profunda
mente. Es un aroma que no se olvida nunca, suave, dulzón, como de golosina. Aunque de cada cebollita sólo salen una o dos flores, las vemos haciendo pequeños corros rompiendo la monotonía de los colores todavía algo invernales.
Es el narciso más meridional que tenemos, y también el único representante por el entorno de Barbastro de su familia, las Amaryllidaceas.
El nombre específico de este narciso nos trae a la memoria a Ignacio Jordán Claudio de Asso (1742-1814), naturalista aragonés precursor de la clasificación científica de especies vegetales y animales en España.

Pero no lo interpretemos mal. No fue Asso quien bautizó la florecilla en un alarde de egocentrismo. La historia es mucho más humana. El mérito del nombre se lo debemos al naturalista francés León Jean Marie Dufour(1780-1865). Fue éste un naturalista de principios de siglo XIX, responsable de la identificación de numerosas especies. Médico de profesión, estuvo en España en la campaña de Napoleón. Le tocó asistir a los soldados que sitiaban Zaragoza.
En medio de tanta atrocidad no abandonó sus aficiones científicas, ni nublaron su entendimiento de manera que al clasificar científicamente la especie que nos ocupa la dedicó a su colega de afición, el aragonés I.J. de Asso, en un claro alarde de caballerosidad y admiración.