Camino del Pueyo: Odontites luteus



Entrados en otoño, extensas comunidades de esta planta se extienden en yermos o bajo los carrascales. Son racimos de apenas dos palmos, con  diminutas flores amarillas, en ramas que se separan bruscamente de un tallo recto y erguido.
Si hace una semana apreciábamos el intenso amarillo de las flores, en poco tiempo las flores han madurado y comienzan a marchitar. Así , si el caminante quiere verlas deberá ser diligente, o esperar al otoño próximo.


Como es característico de la familia Schrophulariaceae, la corola presenta tubo, aunque en esta especie es de tamaño mínimo, de manera que tan apenas el tubo sobrepasa el cáliz. Sí destacan los labios de la corola, bien marcados, y el inferior a su vez trilobulado.
El género Odontites, viene prestado del griego odous-odontos, el cual significa diente, que da nombre al género en virtud de una planta que ya Plinio citaba para la curación del dolor de dientes.

Por nuestras tierras del Somontano desconozco si se le ha dado nombre alguno, pero si consultamos la Flora ibérica, ésta anota el popular nombre de Algarabía. Me llama la atención este nombre de procedencia árabe, y que se empleó primero para designar en época de reconquista a la lengua árabe, y después se usa para designar bulla, vocerío.  Quizá tenga que ver que en algunas tierras se utilizase para hacer escobas, y por ello su ruido harían cuando se barriese con ellas. Pero no sé, es una ocurrencia del momento.
Cuando subo hacia el Pueyo y las veo allí junto a la cuneta, a veces formando esos extensos grupos, pienso ahora en la algarabía que produce el brillante amarillo de sus flores, como si intentasen  desmentir la llegada del  pardo otoño.

Ruta de los lagos por Batisielles

Sin tener una idea prefijada de cuánto vamos a caminar, queremos dar una vuelta por uno de los más bucólicos rincones del valle de Benasque. Casi como un paseo nos plantamos en la cabaña de Santa Ana, motivo para recordar alguna pernocta hace más de 30 años. Más adelante, el bosque de hayas, remontando ya  hacia Batisielles, nos pide que volvamos en otoño, cuando se produzca la eclosión de los amarillos y tostados. La senda progresa rápido y desemboca en el bucólico ibonet de Batisielles
La vegetación ha cambiado, el haya deja paso al pino negro. Al fondo se yergue la aguja de Perramó, hito que nos acompañará todo el día. Los pastos, muy ramoneados por el ganado, ya muestran la fatiga del verano, algún azafrán silvestre lo colorea, pero se adivina el extraño otoño de este año.
Siguiente objetivo: Ibón de  Escarpinosa. 
El ibón de Escarpinosa es el más escenográfico del valle. Hacia el sur se muestra sombrío, agreste, torturado por los granitos que lo aprisionan. Vigilados por la Aguja de Perramó y la aguja de Serisueles, es obligado rodear el lago para disfrutar de sus rincones.
Hacia el norte, el mismo lago muestra su lado más amable. Con el telón de fondo del Perdiguero, se abre como un lienzo azul. Los granitos  aborregados por los primitivos hielos glaciares  se esconden a la sombra de los pinos negros.
Nos ha sabido a poco, y decidimos que aunque hemos madrugado poco y no da mucho el día de sí , bien vale la pena remontar el caos de roca que se dirige hacia la base de la aguja de Perramó. Una vez allí decidiremos hacia dónde ir.
Sólo cuando se camina por estos inmensos canchales, se aprecia la enorme destrucción que tanto la época glaciar como la posterior ha sufrido la montaña pirenaica. Es incómodo ir de bloque en bloque, pero hemos cogido la vía directa y eso se paga. No obstante nos permite ver los granitos inmaculados. Según el mapa geológico más que granitos son granodioritas, y forman parte del mismo bloque plutónico que tiene máxima altura en el cercano Posets. Aquí los vemos  casi sin rastros de líquenes, sus primeros colonizadores. 
Ya desde la base de la aguja de Perramó, el ibón de Escarpinosa aparece como lo que es: una pequeña reserva de agua, en el terreno escalonado creado por el primitivo glaciar. Siguiendo con la mirada la curva del valle, y las verticales paredes que se alzan a los lados, podemos intuir la enorme potencia de aquel glaciar. El Macizo del Perdiguero se nos va quedando a la izquierda, a su costado la tuca de Lliterola y la tuca de Estós. Al fondo se comienza a divisar el macizo de las Maladetas.
No llevamos bien el tiempo como para acercarnos a ver los ibones de Perramó. Optamos por dar la vuelta por los de Batisielles. Primer objetivo el ibón de la Aigüeta.
Desde el Ibón de la Aigüeta  la Aguja de Perramó se muestra imponente. Multiples fracturas paralelas dirigen su relieve. Detrás contemplamos las Tucas de Ixeia y el Portilón de Eriste.

Entre las tucas de Ixeia y la Aguja de Perramó  algo se adivina del circo que alberga los lagos de Perramó.Circo elevado cortado a pico por su cara norte, en caída hacia Escarpinosa mediante una grada de gigante.
Iniciamos camino de vuelta encaminándonos hacia el ibón Grande de Batisielles. El sistema escalonado del valle nos permite ver éste ibón desde la altura. Destaca a la izquierda el cono de deyección que ha formado una pequeña península . Una barrera de colmatación cierra el lago al borde del siguiente escalón que baja hacia el ibonet de Batisielles.
Desde la orilla, el ibón Grande de Batisielles, en su flanco norte, los picos de Batisielles.
El otoño avanza rápido. Escasean las flores y pocas  hemos podido ver. 
En el bosque, en el tránsito entre las hayas y los pinos , y más arriba, encontramos en flor esta brecina: Calluna vulgaris, arbusto enano de flores rosadas y hojas menudas dispuestas apizarradamente, propia de suelos ácidos.
En el ibón de Escarpinosa hay una buena colonia de Sparganium angustifolium. Ahora muestra las hojas flotantes de un hermoso color dorado. La transparencia del agua permite ver los tallos que enraizan en el fondo del lago

Datos de la ruta:
distancia recorrida: 13,5 km
Desnivel ascendente acumulado: 1.110m



Camino del Pueyo. Salsola vermiculata."Sisallo"

Salsola vermiculata con frutos
Durante todo el verano ha estado allí,discreto, como un arbusto que no da mucho de sí. Ahora, cuando el otoño ha desplazado los colores y se apoderan los tonos pardos, es cuando el sisallo toma protagonismo. Pero no nos dejemos confundir. Lo que parecen pequeñas florecillas rosadas o blanco verdosas son los frutos. Unas llamativa ala atraviesa el fruto que permanece bien aplicado al tallo, de manera que en conjunto parezcan  pequeñas varas floridas.
Salsola vermiculata en flor
Si el caminante quisiera ver las flores, tendrá que esperar al final de la primavera siguiente, pues es en junio cuando el sisallo suele florecer. En la memoria guardará imagen del porte del arbusto y dónde lo encontró, y una vez llegado el momento podrá identificar estas florecillas diminutas, que salen individualmente de la axila de una  bráctea carnosa adherida al tallo. Con tan pobre aspecto en medio de la profusión de colores de la primavera, claro está que para junio el sisallo pasaría desapercibido si no fuera por el aspecto enmarañado del arbusto que llega a medir hasta el metro, formando bolas y penachos en los linderos y barbechos.

Salsola vermiculata con frutos de alas blancas

El sisallo es una planta esteparia. Como tal, sobrevive al calor reduciendo la fotorrespiración; de allí sus escasas y reducidas hojas. Es frecuente en el valle del Ebro, y verla en el camino hacia el Pueyo nos desvela una faceta de la realidad climática de nuestro territorio A pesar de sus diminutas hojas, le encanta al ganado. Como buena integrante de la familia de las Quenopodiáceas es rica en minerales y ha sido tradicionalmente una planta apreciada por los pastores para la alimentación de las ovejas. Hay quien reivindica, y con razón, el valor paisajístico y económico del sisallo en los medios áridos: el aprovechamiento de los recursos naturales adaptados como forma de desarrollo respetuoso con el medio ambiente.


Sisallos ocupando una margen