Camino de El Pueyo. Pistacia terebinthus. Cornicabra, sarrampuz


Agalla en Pistacia terebinthus

Lo más llamativo de este arbusto que bordea los caminos o crece  en los escarpes de algún barranco son sin duda los llamativos cuernecillos de color rojizo. 
Estas retorcidas formas son el motivo de su nombre popular, ya que nos recuerdan las cuernas de las cabras. Como en otras muchas circunstancias, a veces sucede que lo que parece ser, en realidad es cosa bien distinta. Estas singulares formas son algo ajenas a esta planta. Un pequeño pulgón (Pemphigus cornicularis) pica en las ramas de la cornicabra, y ,al tiempo que hace la puesta de huevos, inyecta una sustancia que provoca reacción en el crecimiento de la rama. El arbusto desarrolla una forma alargada y hueca donde se desarrollarán las larvas y después los pulgones. Cuando los pulgones estén ya formados y con alas, la agalla ( así se llaman a estas protuberancias vegetales producidas por  insectos) se abre como si fuera una vaina y los pulgones emprenden su camino fuera del "nido". 
hojas y frutos de Pistacia terebinthus
La cornicabra es arbusto con pies masculinos y pies femeninos. Por esta razón el caminante tendrá que acercarse a estos últimos si quiere ver los frutos. Los pequeños frutos irregulares, globosos, rojos, crecen en racimos laxos.  Tienen una única simiente y no son comestibles.
Las hojas son pinnadas, con dos o tres pares de hojuelas, algo encarnadas en los márgenes,más una en el extremo, lo que hace que sea de número impar el número de segmentos.
 D. Pedro Arnal Cavero, maestro de principios del siglo XX y estudioso de la lengua de Alquézar y tierras cercanas recogió en sus estudios el nombre de sarrampuz para este arbusto e indicó que a decir de los pastores de entonces las cabras las comían bien. Quizá sea también el arrampuz que recoge Chesus de Mostolay en su "diccionario del aragonés en el  Somontano de Barbastro" sin determinar su identificación.
La cornicabra o sarrampuz en el Somontano
Volviendo al nombre científico, del terebinto se obtenía la trementina. Incluso por encima de la trementina que se extraía de las coníferas, era más apreciada la que se obtenía de este arbusto. Cualquiera puede experimentar la presencia de esta resina. Basta con coger una agalla, que es donde más resina se concentra, y comprobará la abundancia de esta sustancia, por cierto  de un aroma extraordinario. Fue Linneo quien clasificó por primera vez esta planta con el nombre científico actual, pero nos tendríamos que remontar a la Grecia de los siglos IV y III a.C. para encontrar que ya Teofrasto, discípulo de Aristóteles y precursor de los estudios botánicos, ensalzaba las virtudes medicinales de la resina obtenida tanto de Pistacia terebinthus como de su pariente Pistacia lentiscus, también presente en algunos lugares más calurosos y abrigados de estas tierras.
Lástima que apenas se cultive Pistacia verus, más conocido como pistachera, como antes se hacía en algunas tierras españolas,  Así podríamos utilizar pistachos autóctonos para hacer esa maravillosa receta siciliana de finísimo jamón , queso suave y pistacho molido, que una vez hechos rollitos y cortados en rodajas  se fríe rebozado. Quién sabe si ya fue deleite del paladar de aquel prestigioso sabio.

Arco geológico de Piedrafita

La montaña pirenaica es tan rica y variada que en muchas ocasiones no es preciso hacer largas y duras caminatas para poder disfrutar de esta riqueza. Un claro ejemplo es el Arco Geológico  formado en las paredes de la sierra de la Partacua. Hay varias opciones para llegar a él. Yo siempre he preferido partir de Tramacastilla, y recorrer el sombrío bosque de El Betato. Por esta razón siempre he ido en otoño, cuando las hayas de este bosque muestran más matices de color.El ibón de Piedrafita es una apacible escala antes de tomar la leve senda que conduce al Arco.
Otra opción es coger la pista que poco antes del parque faunístico de la Cuniacha se dirige hacia los Campos de las Cuernias, y después ascender por alguna de las sendas de pastores que conducen hacia La Hoya.
Bosque mixto  bajo la sierra de la Partacua

En ambos casos, si se va en otoño se podrá disfrutar de buen ambiente y espectaculares coloridos, especialmente los que aportan, tremoletas,  abedules y cerezos.
Estas especies matizan las laderas allí donde les deja un espacio el pino silvestre o el haya.  El resultado es un tapiz que se enciende en color si el sol lo ilumina y que adquiere increíbles tonos pastel cuando comienza a caer la tarde.



Ilex aquifolium, acebo, con frutos




























De vez en cuando algún hermoso acebo muestra sus aceradas hojas. Hojas armadas de agudas púas en los brotes y ramas jóvenes. Menos dentadas en cuanto comienza a ganar altura, en algunos ejemplares varios metros.

Prunus avium, cerezo








El cerezo, salpica espontáneamente los claros y linderos del bosque, y con el otoño adquieren el rojo más intenso. 

En este otoño de 2011 hemos tomado el breve camino que nos conduce directamente hacia La Hoya, lugar ganadero donde se construyó un refugio para el pastor. Justo en frente vemos el arco geológico formado por la erosión diferencial en los estratos calizos del cretácico.  A su lado apreciamos otro arco a mitad de su formación. Por él podemos adivinar el proceso geológico que ha propiciado la formación de este arco: una combinación de factores erosivos y tectónicos.



El arco está situado en un estrato resistente, más duro que los superiores. La erosión  excavó los niveles situados por encima del arco,areniscas más blandas,  formando posiblemente pequeños cursos de agua, superficiales algunos, subterráneos otros, que realizarían erosión horizontal y propiciarían desplomes. La exhumación de los materiales situados por encima del arco van dejando este resalte rocoso separado del resto de la montaña. La proximidad de una canal más amplia, con mayor acción erosiva completó este proceso en el arco , quedando  incompleto el situado más hacia el norte.

Además de su interés geológico es de considerar su valor paisajístico. Al acercarse a la estructura geológica del arco, uno descubre las dimensiones del sur del Valle de Tena. Comprende el desplazamiento de grandes masas rocosas que aquí se plegaron y formaron la sierra de Tendenera y la Partacua, sólo rotas por el paso del río Gállego. Al asomarse al Arco de Piedrafita no se puede evitar mirar a través de su abertura. Y si en un cuadro colocamos un marco  para separar la ficción pintada   de la  monótona realidad del muro que lo sostiene, en el Arco de Piedrafita uno puede admirar tanto el marco como lo que se abre tras él. Es una ventana  que  permite ver, mágicamente, este paisaje.
Arco geológico de Piedrafita, al fondo Valle de Tena























Track de la ruta, en wikiloc


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Camino de El Pueyo: Celtis australis (litonero)

Hojas y drupas de Celtis australis
Es el litonero un habitual árbol de robusto tronco que llega a medir considerable altura, aunque también es cierto que cuando se corta de joven echa muchos bordencos a su alrededor tomando el aspecto de un enmarañado grupo de delgados troncos. Ha formado parte de la actividad agrícola de manera que proveía de materia prima para fabricar diversos útiles de labranza, desde los mangos de las jadas, hasta la construcción de yugos , dada la dureza de su madera. Además de resistente es también flexible. Para la preparación de las horcas se trabajaba en el mismo árbol. Se elegía una rama bien derecha y grueso adecuado y se podaban las ramillas dejando en el extremo de la rama  las puntas que se quisieran obtener en la horca. Con cuerdas y palos se curvaban "en vivo" forzando así un crecimiento controlado. Cuando la horca estaba lo suficientemente formada, entonces se podaba del árbol y se dejaba secar para su posterior uso.  De la fuerza y flexibilidad de las ramas también dan fe su uso como flejes para los barriles. Hace años vimos en Enate, en casa Bestué, grandes barriles ( para más de 500 litros) en los que sus duelas estaban ajustadas con ramas de litonero. 
Los cacinglos, hermosa palabra aragonesa, también se hacían con ramas de litonero.
En mi recuerdo infantil, como en el de tantos otros, los litones tienen un especial rincón. La holganza del verano había terminado y comenzaban las tediosas horas escolares, pero todavía quedaba la época del litón. Salir a recoger estos frutos ya maduros, tener preparado el canuto (primero fue de caña, después se impuso el pvc) y probar puntería con lo que venía al paso, eran la diversión otoñal de nuestros tiempos libres. Naturalmente el litón se rosigaba bien antes de ser lanzado. Los más habilidosos llevaban varios litones en la boca para poder lanzar uno detrás de otro, sin perder comba. No nos daba tiempo de saborearlos mucho.  Con la distancia del tiempo, es ahora cuando los saboreo, y no sé si lo que percibo son sabores o recuerdos. Cierto es que olores y sabores son los sentidos más ligados a los recuerdos.
flores de litonero recién fecundadas

Es el litonero propio de nuestras tierras meridionales. Su específico "australis" indica su presencia en el sur de Europa, mientras que el genérico Celtis procede de Plinio el Viejo, naturalista latino del siglo I, quien da cuenta de un árbol denominado celtis en tierras africanas, y que algunos asocian con el litonero. A Linneo debemos la denominación científica actual, englobada dentro de la familia de los Olmos (Ulmaceae)

Las flores del litonero salen bien temprano,en primavera, al mismo tiempo que brotan las nuevas hojas. Las flores cuelgan de largos rabillos y aunque enseguida se engrosan tardan hasta el otoño hasta que el fruto esté maduro. Las hojas, que en otoño son verdeoscuras y ásperas, en primavera tienen el tacto de la seda.
tronco de litonero