Camino de El Pueyo. Ligustrum vulgare. "Aligustre, yerba de las andaderas"

Las oliveras ya llevan varios días mostrando sus pequeñas flores verde pálido. Es el momento de echar un vistazo a uno de sus parientes, el aligustre. Cualquiera que esté familiarizado con la flor de la olivera, verá en el aligustre, una versión soberbia en la floración, aunque modesta en el porte. Tienen en común olivera y aligustre la hoja algo coriácea, dispuestas por pares opuestos, las flores formando un pequeño tubo abierto en cuatro gajos y agrupadas en cimas piramidales. En la olivera las flores son modestas y las inflorescencias  laxas, las hojas cubiertas de borra mate. El aligustre, en cambio forma cimas llamativas de numerosas, apretadas  y más grandes  flores, adornadas además con  fragante aroma. Las hojas , verde oscuras, tienen un brillante lustre. La olivera se impone con su nudoso tronco. El aligustre no pasa de enmarañado arbusto.
La olivera cubre en formación los campos soleados, el aligustre se refugia a la sombra de quejigos o medra en la frescura de algún barranco. 
Camino de El Pueyo tenemos unos pocos ejemplares de aligustre. Con sus apretadas hojas cubren el talud que le da frescor y disputa con bravura el espacio entre los quejigos y la pista por la que caminamos. Al pasar por su lado llega el aroma de sus flores, olor que se hace más fuerte en cuanto las cimas comienzan a estar maduras.
De la fertilización de las flores se producirán unos frutos negros esféricos, llamativos aunque tóxicos.
Esto sucederá a partir de septiembre, y por ese entonces las hojas comenzarán a cambiar la tonalidad, haciéndose más granates a medida que se acerca el frío , hasta que al final caerán todas las hojas en invierno. Su valor medicinal  remite a la función astringente del cocimiento de las hojas, aunque puede tener efectos purgantes. También para aplicarlo sobre llagas con ayuda de una gasa. Los enjuagues bucales se hacían para sanar llagas de la boca. Aunque también se ha utilizado para intensificar el color rojo del vino tinto, no tengo noticia de que esta práctica se realizase por tierras del Somontano.
A veces vemos variedades cultivares para formar setos, también se han importado aligustres de otros países con el mismo fin.

Pico del Aguila

El pico del Águila es uno de esos lugares por los que pasamos cerca muchas veces y siempre dejamos su visita para otra vez. Vale la pena subir por muchas razones. Opciones de subida también hay varias: desde Arguis o desde el puerto de la Manzanera. Para mayor facilidad se puede subir sin esfuerzo físico, ya que la carretera que permite el mantenimiento de las antenas de comunicaciones que hay en su cima meridional es perfectamente practicable, aunque conviene hacer caso de Pablo Neruda: "Si no escalas la montaña, jamás podrás disfrutar el paisaje". En este caso, subas como subas, disfrutarás de unas bellas panorámicas.


El Pico del Águila es como una cuña que se alza en las sierras exteriores del Pirineo. Al este y oeste de esta montaña dos amplias depresiones cautivan por su simétrica orografía. Hacia el Este se abre la depresión de Belsué, al Oeste , la depresión de Arguis.
Es el paisaje de Belsué una sucesión de relieves en cuesta, plataformas de calizas levemente plegadas en armoniosos planos inclinados. Este escondido valle de orientación Este-Oeste  queda cerrado con la sierra de Gabardiella que discurre de norte a sur.


Si la anterior panorámica la dividimos en tres sectores apreciamos mejor los detalles. El sector más septentrional  nos muestra la regularidad de los depósitos calcáreos plegados.  El pueblo de Belsué ocupa la zona media de erosión entre dos resaltes. Mimetizado en el paisaje, sólo lo delata la pista de tierra que después continúa hacia el embalse de Belsué. Los espacios planos, donde la erosión ha acumulado la riqueza mineral y la escorrentía enriquece el suelo, se dispone la red de campos de labor. Franjas paralelas de verde renovado que contrastan con el matorral que ocupan los relieves en cuesta.
La zona media de la depresión la ocupa el pequeño embalse de Belsué, a su costado en el sur un gran plano inclinado, la mallata de Campo Concello, se corta abruptamente en los acantilados de Cienfuens. Tras el embalse, la sierra Gabardiella y el Tozal de Guara.



































El tercer sector, el más meridional se abre al Salto de Roldán y la Hoya. Los atormentados relieves ceden paso a una llanura sin fin.
El pico del Águila tiene varias cimas que vale la pena recorrer. Es el dominio del escarpín y el bucho recortado por los vientos, el sol y las heladas.




























Si miramos hacia el Oeste, tenemos a nuestros pies la depresión de Arguis. La erosión actúa sobre las débiles margas azuladas formando un extenso valle. El Pirineo deja su último testimonio antes de topar con la Hoya en la sierra de Gratal.

La debilidad de los depósitos acumulados permiten la erosión, el resultado de un hermoso valle que se despliega en arco.

De Alquézar al abrigo de Regacens por Villacantal

El objetivo fundamental era bajar a bañarnos a Villacantal. Rememorar baños de décadas atrás. De paso ir un poco más allá y acercarnos al abrigo de Regacens para contemplar sus pinturas rupestres. Excursión sin exigencias a pocos kilómetros de Barbastro.

El camino que lleva al puente de Villacantal recorre un paisaje abierto, desarbolado, en el que pequeños arbustos se recalientan al sol. Abajo, en la sombra, el río Vero se ríe del calor en los calveros. Él baja frío, recién parido de los oscuros y las clusas. El Vero acaba de salir triunfante de cortar las calizas y formar impresionantes tajos.



























En las gleras calizas crecen matas de   Centranthus aungustifolius. Mata leñosa de la familia de las Valerianáceas.
Es un endemismo ibero-occitano que anima la aridez de estos canchales.
Las hojas estrechas y agudas dan paso a una cima en la que se agrupan las flores de largo tubo. En la base de este tubo sobresale un espolón que alberga el nectar.

El puente de Villacantal nos comunica que el descenso ha concluido. Se percibe en el aire el frescor y aroma del río. A la derecha del puente,el tajo de un barranco seco indica por donde deberá transcurrir después el camino.Es el barranco de Lumos que es recorrido en su inicio por la senda que parte del Puente de Villacantal.
































En el plano inclinado de las calizas crece la pequeña Globularia repens. Tallos postrados, reptantes que forman un tupido tapiz del que asoman  las flores.

El río Vero a la salida de Las Clusas. La blancura de los limos calizos hacen que el agua adquiera tonos turquesa.



































Groenlandia densa  es una planta acuática que enraiza en el lecho del río y permanece sumergida en el agua.



Sargueras festonean el curso del río.

El puente de Villacantal 






























Hemos dejado el río y continuamos el sendero que nos llevaría hacia Asque. El camino se interna en un pequeño barranco seco y toma altura, permitiéndonos ver en la otra orilla el recorrido que hemos realizado hasta llegar al puente de Villacantal.
A medida que ascendemos, las calizas van quedando detrás.En su lugar aparecen los conglomerados. 
Las calizas plegadas durante la segunda fase de la orogenia alpina, a finales del oligoceno, quedaron cubiertas contemporáneamente con enormes cantidades de depósitos sedimentarios procedentes de los ríos que  erosionan el Pirineo en formación. Estos conglomerados cubren las calizas y al cementarse forman las cubiertas granates sin plegar que luego en el cuaternario irán cediendo a la continua erosión. Se forman barrancos y formas redondeadas. Al ser excavados los conglomerados  en mayor profundidad dejan al descubierto las calizas fosilizadas, más duras, que generan angostos cañones.
Desbarramos un poco del camino previsto para curiosear en el estrecho del barranco de Lumos. El conglomerado ha sido excavado y pulido.


De vuelta al camino que lleva hacia Asque, vamos tomando altura paulatinamente por una pista que se interna en estos parajes. Una amplia vaguada recoge el agua de las peñas formando un pequeño oasis de verdor entre las granates rocas redondeadas de conglomerados.


Parece que este es un buen año para que florezca la Corona de Rey (Saxifraga longifolia) Numerosos racimos de flores vemos colgando de los cantiles.
































El endemismo oscense Arenaria fontqueri subsp. fontqueri agrupa apretadamente las hojas en la base de la que sale diversos vástagos con racimos laxos de flores.



También propia de ambientes secos y expuestos al sol es Helianthemum oelandicum subsp. italicum. Las hojas son de margen ciliado.













De pronto aparece una insólita perspectiva de Alquézar.
























Otra arenaria, Arenaria modesta, junto al abrigo de Regacens.











 El abrigo de Regacens conserva restos de pintura rupestre. Según consta en el panel informativo expuesto a la entrada del abrigo, un grupo de pinturas pertenecen a principios del neolítico y son agrupadas en el estilo levantino. Otro grupo de pinturas son de finales del neolítico y son de tipo esquemático. La verja que protege las pinturas obliga a verlas a considerable distancia, por lo que al principio es costoso distinguir los trazos de pintura roja. A medida que se va acostumbrando la mirada empiezan a aparecer figuras de animales. La más llamativa es una cabra de largos cuernos que parece estar corriendo, y que lleva en el vientre el trazo recto que simula una azagaya o flecha.


Desde el abrigo, la panorámica sobre Alquézar y la red de barrancos es  pintoresca. El caserío apenas se ve entre la rendija que forma el barranco de Castibián, por donde están instaladas las pasarelas de bajada al río Vero.




















Hemos cumplido el objetivo primero, que era ver las pinturas del abrigo de Regacens. Toca realizar el segundo, darse un baño en el Vero. Volvemos nuevamente a Villacantal, con mucha calor y ganas de refrescarnos. El puente medieval de Villacantal tiene una singular planta. Apoyando los pilares en los resaltes rocosos, se quiebra en el pilar central para torcer el paso y apoyarse en otra roca. 
Merecido y refrescante baño en las pozas del Vero.

Cornus sanguinea busca el frescor de la ribera.

La vuelta a Alquezar tiene dos posibilidades: volver por el mismo camino  por el que vinimos, soleado y muy caluroso, o bien seguir el curso del río, chapoteando hasta llegar a la subida de las pasarelas. Esta última es la mejor opción.


Al principio los pies se adormecen por el frío, pero al cabo de unos minutos se acostumbran y el paseo es agradable y entretenido.


Un ajo de flores amarillas, Allium molly, crece en el frescor de la orilla.

Siguiendo el curso del río nos topamos con singulares parajes modelados por el río desde épocas remotas. Los materiales más blandos oponen menos resistencia al agua y se forman viseras y cavidades. 
Dejamos el curso del río en cuanto vemos la subida hacia Alquezar por el barranco de las pasarelas. Es tan angosto el barranco que apenas entra el sol, y se mantiene la humedad. Si no fuera por las especies vegetales que aquí crecen parecería que estamos en una selva tropical.



 Lavatera maritima, de porte arbustivo, forma largas varas en las que se asientan llamativas flores rosadas.

La endémica exclusiva de la Sierra de Guara, Petrocoptis guarensis, siempre anclada en paredes básicas de donde cuelgan las frágiles ramas.



Una reliquia biológica, Ramonda myconi , recuerda su adaptación a nuestras sierras prepirenaicas después de vivir en climas subtropicales en una remota antigüedad.


En detalle, las flores de Saxifraga longifolia.

Terminado el ascenso, hemos llegado a los barrios bajos de Alquezar. Nos recibe la fuente de Monchirigüel. Fresca y rica agua.


Y terminamos la ruta en la villa de Alquezar a buena hora de acercarnos a una panadería próxima y comernos unos sabrosos dobladillos. ¿quién puede resistirse a esa delicia?

Datos de la ruta
Distancia: 7,5 Km
Desnivel acumulado: 480mts