Aunque en los mapas figuran varias fuentes en el camino, vamos bien provistos de agua. Acertada prevención, porque las vacas se han apoderado de las fuentes de los abrevaderos en este seco y caluroso verano.
La mole blanca del Pico Bisaurín se impone en el llano de Lizara. Aunque parezca como un bastión de altos muros, su ascenso es sencillo por la cara oeste. No presenta ninguna complicación y es muy gratificante. Es una estructura geológica que nos resulta familiar por su fisonomía y su orientación: barrera gemela de las paredes de Collarada, Bucuesa, Telera, Tendenera... un frente calizo formado de pliegues tumbados y cabalgamientos, cortados por la acción erosiva de glaciares y ríos. A los suaves prados, de uso ganadero secular, se oponen farallones blancos.
El Bisaurín (2.670mts.), a la izquierda. El barranco Audelca lo separa de la peña Ruabe de Bernera (2.450mts). Un rebaño de vacas sestean en el lugar habitual, dejando la huella de esta mallata en el prado.
En estos prados observamos a las vacas comerse pacientemente estos cardos azules (Eryngium bourgatii) o cardos de puerto. Son plantas de la familia de las Umbelliferas, hemiparásitas. Las vacas deben de influir en la expansión de este cardo, puesto que aunque las comen con delectación, los prados están bien provistos de estas pinchudas plantas.
Libando las flores del cardo está la Ortiguera (Aglais urticae)
Potentilla alchimilloides ocupa los suelos crioturbados calizos. Forma amplios cojinetes de donde salen grupos de flores blancas. Las hojas recuerdan al cercano género de las alchemillas.
Salimos un poco del camino para contemplar mejor el espectacular pliegue que forma la base de Peña Ruabe de Bernera. Con toda claridad se aprecia el pliegue tumbado, formado por el plegamiento de una masa rocosa que cabalga sobre otra a partir de una falla tectónica.
Libando las flores del cardo está la Ortiguera (Aglais urticae)
Potentilla alchimilloides ocupa los suelos crioturbados calizos. Forma amplios cojinetes de donde salen grupos de flores blancas. Las hojas recuerdan al cercano género de las alchemillas.
Salimos un poco del camino para contemplar mejor el espectacular pliegue que forma la base de Peña Ruabe de Bernera. Con toda claridad se aprecia el pliegue tumbado, formado por el plegamiento de una masa rocosa que cabalga sobre otra a partir de una falla tectónica.
Hemos subido por el barranco Espelungueta hasta el collado de lo Foratón, la ruta más habitual. Tras este collado se nos descubre Puntal de Agüerri, y a sus pies el barranco Secús. Los bosques que se ven al fondo a la derecha corresponden a la Sierra de Secús, y las siluetas oscuras de la izquierda al valle de Echo.
En esta cresta batida por los vientos, donde alternan retazos de prado con lugares de gravas calizas, encontramos esta cariofilácea, Saponaria caespitosa, que forma llamativos cojinetes de flores rosa intenso. Los tallos aparecen segados. La lengua de las vacas ha actuado como una guadaña.
Vamos muy bien de tiempo y con ganas de disfrutar del paisaje. Nos salimos unos pocos metros de la clara senda para asomarnos al vacío que producen los verticales estratos del Bisaurín en su cara noroeste. Al fondo ya comienzan a verse los cambios de color de las sierras circundantes.
Vamos muy bien de tiempo y con ganas de disfrutar del paisaje. Nos salimos unos pocos metros de la clara senda para asomarnos al vacío que producen los verticales estratos del Bisaurín en su cara noroeste. Al fondo ya comienzan a verse los cambios de color de las sierras circundantes.
Aunque es más propia de suelos ácidos, Armeria alpina aparece en la cresta del Bisaurín, en este caso aprovechando una fisura de la roca.
Es suficiente una pequeña muestra de suelo profundo, una Euphrasia (quizá alpina) prolonga la ilusión del prado donde ya comienza a dominar solamente la piedra.
Como la ladera del Bisaurín se va tornando a trechos en glera, es ocasión de encontrar Linaria alpina, de carnosas y apretadas hojas, y en este caso, de corola uniformemente coloreada.
El Bisaurín es un magnífico balcón que se abre hacia el Pirineo Occidental. En primer término aparece el impactante sinclinal del Rincón de Secús, cerrado a la izquierda por el Puntal de Agüerri y a la derecha por la Punta Costatiza cuya cima marca el final de la sierra de Secús. Las tierras rojas de la Peña Marcatón, sedimentos de épocas geológicas de clima tropical, dan amparo al llano de Aguas Tuertas que se comienza a ver a la derecha.
El Castillo de Acher, con su característico perfil de sinclinal solitario como una isla.
Ya estamos muy cerca de la cima, la suave y llana cresta todavía puede albergar plantas como esta nomeolvides (Myosotis alpestris) al amparo de los retazos de pasto que todavía se forman.
En lugar resguardado, entre placas de caliza, la Cariophillacea Arenaria purpurascens, se asoma desde su balcón de sombra.
Un merecido descanso al tiempo que con el plano en mano ponemos nombre a las montañas que nos rodean.
La cima del pico Bisaurín es alomada, creemos interesante acercarnos al extremo oriental.
Siguiendo el cordal del Bisaurín aparecen pequeños retazos de ilusión de prado, tapizados por unas margaritas que trepan hasta estas alturas, es el caso de Leucanthemum gaudinii.
Minuartia cerastiifolia, endemismo pirenáico, especializado en la alta montaña colonizando gleras calizas.
La panorámica hacia el oriente muestra una sucesión de crestas afiladas, siluetas que nos son familiares por marcar los límites del Valle de Tena, y más al fondo el macizo de Monte Perdido.
Es inevitable echar la mirada hacia atrás, tal es el contraste de formas y colores que nos rodea. Nuestros ojos no se cansan de ver las mismas formas, aunque van cambiando apreciablemente a medida que nos desplazamos por la cumbre del Bisaurín. Ahora, la cima de éste queda atrás.
Llegamos al final del pico Bisaurín, hemos recorrido toda la cresta y ante nosotros se abre una escarpada bajada que llevaría hasta la Collada Bastés. Nos planteamos la posibilidad de volver al llano de Lizara volviendo por Plana Mistresa. Además, vemos una sima en el mismo collado que nos intriga y quisiéramos verla de cerca. Pero no conocemos esa zona. No sabemos cómo es de escarpada, y pensar en dificultades bajando nos hace pensarlo mejor. Finalmente decidimos que será buena cosa volver al Bisaurín y subir por esta otra ruta. De subida todo se valora mejor. Así dedicamos unos minutos a contemplar el panorama. Algo se recorta el ibón de Estanés. Recordamos hace años cuando subimos desde el bosque de Sansenet y nos acercamos al recóndito valle de los Sarrios. Estupenda excursión. De fondo se ve el Midi Dd'Ossau, el Balaitus, Los picos del Infierno y el Vignemale, y entre la neblina el macizo de Monte Perdido. Realmente, el Bisaurín es un sitio para volver.
Hola, Juan, vaya excursiones más chulas, como siempre. Oye, la foto de Leucanthemum gaudinii no la veo clara, me refiero a si es esa especie o más bien Leucanthemopsis alpina, no sé si conoces esta planta, es muy normal en alta montaña, ¿le hiciste más fotos? Un abrazo
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