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Cascadas de Ordesa

La nieve acumulada durante el pasado invierno, y una primavera especialmente lluviosa hacen presagiar una actividad extraordinaria en las cascadas de Ordesa. Era finales de junio y hacemos el recorrido clásico con el objetivo de hacer resonar en nuestro interior el bramido del agua, sentir su fuerza y detener con la cámara los instantes irrepetibles del agua saltando entre las peñas.










































Aunque alargamos la vuelta todo lo posible,  el tiempo pasa, y toca volver.



No sólo ha sido un paseo con los sentidos puestos en el agua. la vegetación, aunque un poco retrasada también nos ha ofrecido sus regalos:
El hayedo nos regala la pequeña Moneses uniflora.
Galium odoratum
Lonicera nigra
Las zonas abiertas y bien regadas nos presentan algunas de sus megaforbias: Actaea spicata
Pedicularis foliosa
Thalictrum aquilegifolium
El camino se ve bordeado por arbolillos de Prunus padus
En los herbazales rocosos aparecen las motas de color que crean pequeñas plantas como Erodium foetidum.
 Erysimum seipkae 
Geranium cinereum






























Globularia gracilis













Las gleras no son estériles, y sirven para pequeñas joyas como Ranunculus parnasiifolius














Y las fisuras de las rocas crean jardines en miniatura con Globularia cordifolia
















Valeriana apula















Pinguicula longifolia






Todo un universo de vida que se renueva y crece con cada primavera, como las ramas de este Abies alba.


Sierra Custodia

Un domingo con visos de que va a ser soleado ¿!!?, un lugar ya clásico en nuestros inviernos: Cuello Gordo, esta vez con ganas de subir un poco más, asomarnos a la Sierra Custodia por el placer, siempre el mismo placer, de ver qué se divisa desde allí arriba. Cuello arenas aparece desierto. Todavía no se ha despertado la máquina que pisa la huella del esquí de fondo. Agradable fresco matinal y nieve que recuerda que ya estamos en primavera.
Las Tres Sorores y el tajo inmenso del collado de Añisclo.


























La nieve lo oculta todo, y produce la extraña sensación de quietud. No hay briznas de hierba que se muevan con el viento. Las formas abruptas del valle de Ordesa comienzan a aparecer, rompiendo la monotonía blanca.

Desde Cuello Gordo, el valle de Ordesa,  ¿O mejor cañón de Ordesa?, muestra su fisonomía completa. El profundo abismo describe una cerrada curva. Este año la nieve es más abundante y no permite acercarse a la orilla del precipicio para ver correr el agua allá abajo.

Acudo al archivo de fotografías, tengo una de la Sierra Custodia cuando subimos con Diego a Mondicieto. Aquí está. Sierra que custodia los cañones de Ordesa y Añisclo, lugares de pastos milenarios.

Nos hemos encaramado a la primera punta de la Sierra Custodia. Los llanos de Góriz aparecen en toda su amplitud. Al fondo la legendaria Brecha de Rolando, custodiada por el Taillón y el Casco.

Hacia el Este, el tajo de Añisclo se observa como una herida negra.
Cotiella al fondo, en plano intermedio la proa vertical del Castillo Mayor. En primer término Cuello Vicenda, punto final del valle de Escuaín.
El tajo se profundiza en Sestrales. El espejo del embalse de Mediano avisa los límites del Pirineo hacia el Sur

Desde allá arriba, como un pequeño pájaro, en la quietud de la montaña, oteando el horizonte.




invernal con raquetas a Cuello Gordo

Visitar el parque de Ordesa, y verlo como lo podrían hacer los quebrantahuesos o los sarrios es un placer indescriptible. Si además se realiza respetando el silencio de las montañas, y con el calor de la buena compañía, la experiencia es de las que no se olvidan. Llegar aquí es poco esfuerzo para tan gran recompensa.

Una parada antes de llegar a Nerín. Mondoto y Sestrales cara a cara con el Cañón de Añisclo por medio.




Desde Cuello Arenas, el recorrido es cómodo para las raquetas, y de suave pendiente. Los últimos metros cortan la respiración y detienen el tiempo y el corazón. El abismo de Ordesa se desvela bruscamente.Divisamos la amplia curva del cañón, hasta la misma cascada de Cola de Caballo, al pie de Monte Perdido. El rumor de las gradas de Soaso se oye allá abajo.




  Apetece caminar más separarse de la cima de Mondicieto, contemplar el paraje helado


Las laderas de la sierra custodia  se interrumpen  abruptamente en el cañón.  Al otro lado del inmenso corte la cima blanca de Tobacor y las Tres Sorores.