Un pequeño estímulo es suficiente para despertar recuerdos que parecían olvidados. Están allí, sin más, esperando la llave que abra la caja donde están guardados. Cuando esta semana vi las flores de Tussilago farfara en la orilla del Vero, a poco más de un kilómetro de mi casa en Barbastro, lo primero fue la sorpresa por ver una planta que yo siempre he asociado con la montaña. El siguiente pensamiento, pocos segundos después, fue recordar las laderas pizarrosas de El Verde. La llave encajó y al girar salieron imágenes de las suaves formas del valle de la Ripara de Panticosa,las flores del tusílago que hacen revivir las descarnadas gleras junto al río en los primeros días de primavera. El murmullo del río Vero se me confundía en la mente con el recuerdo del torrente que baja de Tendenera y se une aguas abajo a otros torrentes para formar el río Bolatica. El aire fresco y húmedo que desciende de los neveros se mezclaba con el aroma que las sargueras del Vero desprenden , inquietas por encontrar el momento de desperezar sus flores.
El tusílago siempre me ha provocado simpatía. Sus parientes de la familia de las compuestas se me antojan escurridizas, esquivas. Tengo que mirar sus hojas, detenerme en minúsculos detalles de su capítulo, comprobar la textura de sus vilanos antes de arrancarles su nombre, su identidad. Tusílago es una planta franca y directa. Ofrece sólo la flor. No distrae con las hojas. Sale sólo donde otras plantas no quieren estar, en la aridez de unas gravas o entre las piedras junto al río. Es tan sencilla que con una flor es suficiente para decir aquí estoy. Más tarde, cuando ya la flor haya cumplido su cometido se entretendrá en componer las hojas, extenderlas amplias sobre el suelo, y esperar. Esperar que pase el verano. Acurrucarse en invierno bajo las gleras, muy frecuentemente bajo la nieve. Y cuando el sol marque el tiempo de allegretto volverá a sacar su única flor.
¿Qué le habrá traído hasta este lugar tan alejado de las montañas? Habrá impulsado sus vilanos el bronco viento del norte? ¿Habrá descendido junto con los sedimentos que aquí se han depositado formando una pequeña playa? Sea como fuere, el lugar le ha gustado. Lo demuestra el grupo de cinco o seis pies diseminados que han florecido al unísono.
Las gentes del norte la conocen porque alguna vez su infusión habrá aliviado sus catarros. Ahora sé que en primavera también me podrá curar si padezco amnesia de la montaña.