Mayo es, por antonomasia, el mes de las flores. Esta aparición del arco iris sobre la tierra es tan efímera como repentina. En esta sobrecarga de estimulación visual, nuestra retina busca incansable tantos colores como quepan en la imaginación, a cual más intenso. Flor y color parecen tan inseparables que simplificamos el reino vegetal y llegamos a la idea equivocada de que son flores aquellas plantas que muestran brillantes y vivos colores en algún momento de su vida. Cualquiera que camine durante este mes por la zona más meridional del Somontano se apercibirá rápidamente de ese error. Me dispongo a caminar desde Berbegal en dirección a la ermita de santa Águeda. Una primera mirada desde el privilegiado mirador del cerro donde se sitúa la población muestra la realidad sin discusión: el verde domina con rotundidad. ¿Qué plantas predominan en esa interminable llanura que se extiende hacia el sur? Bajo por el serpenteante camino que recorre la falda del cerro y lo primero que me encuentro son hectáreas cubiertas de cereales de cultivo.
Cuando el árbol escasea y hasta el arbusto de bajo porte ha dejado sitio a las altas hierbas, la gramínea se enseñorea. Constituyen la estructura básica de nuestras llanuras donde escasea el agua e impera el sol. Más aún, la base alimenticia de los herbívoros se fundamenta tanto en las gramíneas que es un hecho que gramíneas y mamíferos herbívoros evolucionaron juntos. Los animales adaptaron su sistema digestivo para asimilar los poco nutritivos tallos y hojas de las gramíneas, y éstas desplazaron sus células de crecimiento hasta ras de suelo para que el diente del animal no llegase a ellas y así seguir creciendo aunque casi toda la planta fuera comida. Quien cuide de un denso césped sabrá que la continua siega hace el césped más tupido y con menos plantas intrusas que no soportan esta presión de siega continua.
Sigo el camino que antaño recorrieron peregrinos hacia Santiago, a los lados de la senda las espigas de los cereales, tanto los cultivados como los del barbecho, se mueven acompasados por el viento, y deseo que así siga porque en cuanto el viento se calme comenzaré a sentir el agobio del calor. Llego a la ermita de Santa Águeda. La explanada que rodea la ermita está cubierta por un denso herbazal de gramíneas. Me alegro de que no hayan acabado con ellas con algún herbicida. Ahora lucen el estimulante color verde de los herbazales frescos. Dentro de un mes cuando ya haya pasado esta efervescencia de color del mes de mayo, las gramíneas lucirán el color dorado que anuncia que su ciclo anual se ha terminado.
Las gramíneas citadas por su nombre común son las siguientes.
Raigrás. (Lolium sp.)
Triguerilla (Melica ciliata subsp. ciliata)
Lastón, nombre que incluye a un buen número de especies
Agropyron cristatum subsp. pectinatum
Brachypodium phoenicoidesBrachypodium retusumLastón de Toza, en Salas Altas, bromo (Bromus hordeaceus) .
Grama, gramen (Cynodon dactylon)
Caña (Arundo donax)
Carrizo, caña de pita (Phragmites australis)
Zedazilla (Briza media subsp. media)
Balloca, balluaca, ballueca, avena loca (Avena barbata, Avena sterilis, Avena fatua)
Trigo del diablo (Echinaria capitata)
Cebada borde, trigo borde, rompesacos ( hordeum murinum)
Albardín, esparto (Lygeum spartum)
Charrachón (Sorghum halepense)
Zisca (Saccharum ravennae, Phragmites australis )
Trabiguera ( Dichanthium ischaemum )
Biraga (Lolium sp)Luello (Elymus repens)
Pulgueta (Aegilops geniculata)
Zerbero ( Brachypodium retusum)
Margallo (Lolium rigidum)
Feno, formental (Arrhenatherium elatius)