De Barbastro a Hoz por Costean

Ruta ideal para bicicleta de monte que permite visitar algunos pueblos del Somontano de Barbastro, y otear otros más lejanos, siempre con el telón de fondo del Pirineo. En el ameno recorrido se disfrutan  pistas sinuosas de variados desniveles. 

Costean entre el mar de olivos. El Turbón de fondo.

Mirando hacia atrás, Cregenzán y el cerro de El Pueyo.

Costean
 Antes de llegar nos espera una divertida bajada tras la que hay que reaccionar para afrontar la empinada subida al pueblo.

Pasado Costean, disfrutamos de una amplia panorámica de la sierra de la Carrodilla, con el tajo que hace el Esera a su paso por el congosto de Olvena.

El pueblo y presa de El Grado. Asoma la torre nueva del complejo de Torreciudad.

El Pirineo está siempre presente. Peña Montañesa, con toda la serpenteante figura de sierra Ferrera. Cotiella completamente vestida de blanco.

Coscojuela de Fantova

Las mayores alturas de Guara aparecen nevadas.

Una parada para fotografiar a Buglossoides arvensis y de paso beber agua.




























El destino de la ruta, Hoz de Barbastro, detrás Salinas de Hoz.
Hoz de Barbastro

























Salinas de Hoz























Ya en Hoz, un esfuerzo más para subir hasta el promontorio rocoso donde se erige la iglesia. A los pies el amplio horizonte del Somontano.

Unas escaleras metálicas permiten subir a un aéreo mirador.
En las zonas más umbrosas de este resalte calizo crece el felze (Polypodium cambricum  subsp. cambricum)



























Tiene los soros preparados para comenzar el ciclo reproductivo.















Desde esta atalaya contemplamos la disposición de las casas de un barrio de Hoz.


Emprendemos la vuelta a Barbastro, en dirección hacia Montesa. Antes miramos atrás para despedirnos de Hoz.
























Parte del trayecto de vuelta lo hacemos por la cabañera, amplia ruta bordeada por encinas ramoneadas en la base por la oveja.

Detalles de la ruta y track para GPS en Wikiloc
http://es.wikiloc.com/wikiloc/view.do?id=6249165






Camino de El Pueyo. Rosmarinus officinalis. "romero"

Ya van de vuelta hacia el norte las grullas. En el campo se reanudan sonidos que ya hace meses no oíamos. Tímidamente comienzan a aparecer nuevos brotes. El romero  comienza a abrir sus pálidas flores.
Perteneciente a la familia de las labiadas, el romero es una de las plantas emblemáticas del monte mediterráneo. La etimología del término rosmarinus  se interpreta como procedente de dos términos griegos: rhops (matorral) y myrinos (aromático).  
Arbusto perenne , crece allí donde el sol está asegurado , favorecido incluso por el incendio o la quema de rastrojos.  Las hojas alargadas y estrechas , recubiertas de fina borra cuanto más joven es la planta, nos indican su adaptación a ambientes cálidos, su protección contra la radiación ultravioleta y la aridez.
El característico aroma que desprende procede de los aceites que contiene tanto en las flores como en las hojas. Estos aceites son los que le han valido el favor de la medicina popular de manera que pocas plantas agrupan tantos usos como el romero. Tanto en infusión como en aplicaciones externas, el romero es acreditado remedio por su acción vulneraria, tonificante muscular, como antiséptico e hipotensor, entre otras lindezas.  Toda la literatura farmacológica trata con extensión este arbusto y no creo necesario repetir aquí lo que ya está escrito en tantos sitios.
Además de estas virtudes curativas, no debemos olvidar el atractivo que ofrece a las abejas, las cuales hacen una deliciosa miel con el nectar de esta planta. Los romerales desempeñan una labor estratégica en la conservación de las colmenas.
Por último habrá que citar su papel en la cocina. Comparte junto al tomillo el acento campestre que otorga a los guisos y potajes, además de aligerar con su presencia la digestión copiosa.  Pruebe quien lo desee las pastas al romero que venden las monjitas enclaustradas en un convento de Medinacelli. Saboree el afortunado una tierna focaccia al romero rellena de pimientos y cebollas asadas. Aliñe con romero,  quien quiera, olivas negras curadas con frío y  sal. Sabores antiguos, honestos.
El romero añade , allí donde se usa, un fondo de sabor cálido, atrapado cada jornada en las soleadas laderas de nuestros montes.

Camino de El Pueyo. El liquen Cladonia pyxidata

La natural carestía de flores en esta época invernal no es obstáculo para continuar con los paseos en los que descubrir sorprendentes mundos naturales. En la escala de lo diminuto tienen un lugar privilegiado los líquenes. Aunque no pertenezcan al reino de las plantas, haremos una excepción en estos paseos botánicos.  Para comenzar, conviene recordar que un liquen es un hongo que vive asociado con un alga o una cianobacteria. Viviendo en perfecta simbiosis, el alga aporta recursos nutritivos ( hidratos de carbono ) fotosintetizando el CO2 de la atmósfera. El hongo aporta los mecanismos de reproducción sexual y una altísima resistencia a ambientes secos. Tanto el hongo como el alga o  la bacteria renuncian a su vida por separado. Ambos forman una nueva unidad que es el liquen.
Del género Cladonia vemos ejemplares en los verticales taludes arcillosos que bordean algunos trechos del camino de El Pueyo.  Forman como pequeñas urbes futuristas. Posiblemente se trate de C. Chlorophaea, un liquen frecuente en ambientes secos que es pionero en la colonización de suelos erosionados.  
Todo es tan minúsculo en los líquenes que cuando los aumentamos con la lupa o con el macro de la cámara, se nos desvelan estructuras sorprendentes. Este liquen muestra una base escamosa de donde salen estructuras alargadas, acampanadas donde se distribuyen gránulos verdosos que, cuando se desprenden, permiten la reproducción asexual del liquen, ya que tienen tanto células del hongo como del alga con la que se asocia.
De los líquenes me admira su poder colonizador, su alta resistencia a las condiciones desfavorables. Pueblan lugares tan extremos como los fríos circumpolares o la extrema aridez de los desiertos. Extienden sus costras verrugosas por rocas, troncos,  suelo desnudo e incluso se incrustan en los  muros de nuestras viviendas.  En estos lugares absolutamente inhóspitos para otros seres vivos, los líquenes son la avanzadilla de la vida terrestre. Su lento crecimiento y la continua generación de materia orgánica van dejando un leve pero esencial sustrato que posteriormente aprovecharán las plantas. Animales herbívoros ramonearán los filamentos de algunos de estos líquenes hasta el punto de que se conviertan en su dieta básica. Los líquenes ocupan un espacio tan importante en el equilibrio de los ecosistemas que merecen ser contemplados con veneración. Aunque sean tan pequeños.