Ya van de vuelta hacia el norte las grullas. En el campo se reanudan sonidos que ya hace meses no oíamos. Tímidamente comienzan a aparecer nuevos brotes. El romero comienza a abrir sus pálidas flores.
Perteneciente a la familia de las labiadas, el romero es una de las plantas emblemáticas del monte mediterráneo. La etimología del término rosmarinus se interpreta como procedente de dos términos griegos: rhops (matorral) y myrinos (aromático).
Arbusto perenne , crece allí donde el sol está asegurado , favorecido incluso por el incendio o la quema de rastrojos. Las hojas alargadas y estrechas , recubiertas de fina borra cuanto más joven es la planta, nos indican su adaptación a ambientes cálidos, su protección contra la radiación ultravioleta y la aridez.
El característico aroma que desprende procede de los aceites que contiene tanto en las flores como en las hojas. Estos aceites son los que le han valido el favor de la medicina popular de manera que pocas plantas agrupan tantos usos como el romero. Tanto en infusión como en aplicaciones externas, el romero es acreditado remedio por su acción vulneraria, tonificante muscular, como antiséptico e hipotensor, entre otras lindezas. Toda la literatura farmacológica trata con extensión este arbusto y no creo necesario repetir aquí lo que ya está escrito en tantos sitios.
Además de estas virtudes curativas, no debemos olvidar el atractivo que ofrece a las abejas, las cuales hacen una deliciosa miel con el nectar de esta planta. Los romerales desempeñan una labor estratégica en la conservación de las colmenas.
Por último habrá que citar su papel en la cocina. Comparte junto al tomillo el acento campestre que otorga a los guisos y potajes, además de aligerar con su presencia la digestión copiosa. Pruebe quien lo desee las pastas al romero que venden las monjitas enclaustradas en un convento de Medinacelli. Saboree el afortunado una tierna focaccia al romero rellena de pimientos y cebollas asadas. Aliñe con romero, quien quiera, olivas negras curadas con frío y sal. Sabores antiguos, honestos.
El romero añade , allí donde se usa, un fondo de sabor cálido, atrapado cada jornada en las soleadas laderas de nuestros montes.
El característico aroma que desprende procede de los aceites que contiene tanto en las flores como en las hojas. Estos aceites son los que le han valido el favor de la medicina popular de manera que pocas plantas agrupan tantos usos como el romero. Tanto en infusión como en aplicaciones externas, el romero es acreditado remedio por su acción vulneraria, tonificante muscular, como antiséptico e hipotensor, entre otras lindezas. Toda la literatura farmacológica trata con extensión este arbusto y no creo necesario repetir aquí lo que ya está escrito en tantos sitios.
Además de estas virtudes curativas, no debemos olvidar el atractivo que ofrece a las abejas, las cuales hacen una deliciosa miel con el nectar de esta planta. Los romerales desempeñan una labor estratégica en la conservación de las colmenas.
Por último habrá que citar su papel en la cocina. Comparte junto al tomillo el acento campestre que otorga a los guisos y potajes, además de aligerar con su presencia la digestión copiosa. Pruebe quien lo desee las pastas al romero que venden las monjitas enclaustradas en un convento de Medinacelli. Saboree el afortunado una tierna focaccia al romero rellena de pimientos y cebollas asadas. Aliñe con romero, quien quiera, olivas negras curadas con frío y sal. Sabores antiguos, honestos.
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