Una alternativa acuática al sendero que recorre el estrecho del Entremont es hacerlo en piragua. Cuando el embalse de El Grado está lleno, el agua contenida se adentra en el estrecho y amortigua la corriente que viene de la presa de Mediano durante unos cuantos metros. Son los metros suficientes para recorrer la parte rocosa del estrecho, disfrutando de las oquedades formadas en los paredones. Este año he venido acompañado de mi hermano Ricardo.
Comenzamos a remar cerca del puente de Ligüerre. Atrás vemos este pueblo restaurado, la tarde está apacible y calurosa, pero como iremos siempre por el estrecho, prácticamente no nos dará el sol durante todo el paseo.
Atrae poderosamente el color del agua y los reflejos que se crean en estos remansos.
Nos acercamos a las orillas para ver de cerca las caprichosas formas de la roca. En este caso, la disolución de las rocas calizas de la parte superior forman bandas verticales grises que cubren la roca base.
La combinación de fracturas y erosión del agua han formado algunas grutas.
El extraordinario color del agua crea efectos mágicos al reflejar las formas de la roca.
Alguna cueva tiene las dimensiones suficientes como para navegar por su interior.
Líneas perpendiculares
Bóvedas.
Azules.
Reflejos
Desde un recodo vemos allá en lo alto la ermita románica de San Emeterio y San Celdonio y parte del torreón del castillo de Samitier, antiguo vigilante del paso.
Un margen pedregoso sirve de base para que crezca una valerianacea, Centranthus angustifolius, con sus características hojas estrechas y lanceoladas.
La emborrachacabras, Coriaria myrtifolia, muestra sus frutos.
Poco a poco la corriente se hace más intensa. El embalse ha dejado paso al río. Tenemos que remontarlo y para eso vamos aprovechando las protecciones que nos brindan las contracurvas y resaltes del río.Sus contracorrientes nos ayudan un poco, aunque alguna vez debemos cruzar al otro lado del río para continuar río arriba.
Hemos subido lo que las fuerzas nos han permitido, ahora ya nos dejamos arrastrar corriente abajo, plácidamente, hasta encontrar de nuevo las calmas aguas del embalse. Damos por terminado el paseo.
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