Camino de El Pueyo. Encalypta vulgaris.

Podría parecer que el reino vegetal ha suspendido su actividad, y que sólo bajo el suelo bulbos y raíces aguardan el cambio de luz y temperatura para comenzar a mover la savia y renovar los brotes. 
En este mes de enero, en la verticalidad de las rocas calizas de El Pueyo podemos comprobar que no todo es reposo. Algunos musgos están en plena actividad. Completado el primer ciclo del complejo proceso de reproducción, se encuentran en la segunda fase de multiplicación y  han desarrollado las  estructuras que portan las esporas. Este es el caso de Encalypta vulgaris, un musgo amante de calizas y que también ocupa suelos ricos en humus, en ambientes de quejigar y enebros.
Forma apretados cojinetes de intenso verde, conviviendo con otras especies de musgo y algunos líquenes. Como  un erizo vestido de verde asoman las cápsulas (esporogonios) que guardan las esporas.
Lo más llamativo son las capuchas que envuelven estas cápsulas. En botánica se les denomina caliptra, nombre tomado de la indumentaria griega de la antigüedad, consistente en una capucha que llegaba a cubrir también los hombros y parte del torso.
Esta capucha envuelve y protege la pieza fundamental, el esporogonio. Antes de que el esporogonio madure y comience a dispersar las esporas, la caliptra habrá cumplido su función y caerá. Previamente a que eso ocurra el caminante hará bien en proveerse de una pequeña lupa y acercarse al diminuto y sorprendente mundo de los musgos, donde estructuras milimétricas forman bosques donde sólo los duendes pueden habitar.

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