Camino de El Pueyo. Xanthium echinatum subsp. italicum. "Bardana, cachurrera"


 Es la bardana una planta conocida y popular  por la producción de unos frutos que se agarran con facilidad en el pelo de los animales y en la ropa. Hay que advertir, sin embargo, que no es una planta autóctona. Fue introducida desde América,  y hoy en día es casi cosmopolita.
Ahora en septiembre veremos lucir estos característicos frutos que mirados en detalle nos mostrarán unos aguijones resistentes y curvados en la punta que recubren todo el fruto. La disposición de estos aguijones permite que se adhieran al pelo de un animal que pase junto a la planta . No es una característica exclusiva de esta especie, ya la comentamos en su día en este blog respecto a los cachurros de la "salseta" (Orlaya grandiflora), y también se da, por ejemplo en otra "bardana" que puebla tierras aragonesas un poco más al norte: Arctium minus, o lampazo menor.
Precisamente, parece ser que fue otra especie del género Arctium ( Arctium lappa) la que inspiró al suizo George de Mestral para crear el popular sistema de cierre que conocemos como velcro, y es que todas estas bardanas presentan esos efectivos ganchos que copió el ingeniero en el diseño de su exitoso cierre.
No será difícil para el caminante que se dirige hacia El Pueyo encontrar  Xanthium echinatum pues crece en márgenes de campos que han sido laboreados y que acumulan nitrógeno y humedad, y si tanto se aproxima a la planta hasta puede que se lleve un recuerdo...pegado a los calcetines.

Camino de El Pueyo. Heliotropium europaeum."yerba cornuda, zeniziallo"


Perteneciente a la estirpe de las Boragináceas, esta planta rastrera que coloniza como "mala hierba" cualquier terreno por seco que sea, destaca por la disposición de las flores insertadas en largas inflorescencias que se enroscan sobre sí mismas.  Hacia la base estarán las flores ya marchitas y  en el extremo  opuesto, al final de la llamativa espiral, las flores sin abrir esperando su turno para  ocupar la posición encaradas hacia el sol.
Esta peculiar manera de ir madurando no es exclusiva de esta especie. Por ejemplo, en el género Cynoglossum, igualmente de la familia de las borrajas ,también se desarrollan las flores de esta manera, pero Linneo dedicó el nombre  genérico Heliotropium  al grupo de plantas que como el zeniziallo se vuelven hacia el sol. Me gustaría pensar que Linneo le puso este nombre al quedar cautivado por la suave curva de la espiral, pero en realidad mantuvo la tradición de un nombre que  Dioscórides ,en el siglo I de nuestra era, ya utilizaba para designar a esta planta, el heliotropo mayor, y describir sus propiedades vulnerarias y purgantes.
Acostumbrados como estamos a considerar a los vegetales como seres pasivos, vegetativos, me atraen las plantas que muestran movimiento ante un estímulo externo. No soy el único interesado por estas plantas. Los girasoles (Helianthus annuus) al ser traídos de América causaron sensación entre las gentes pudientes de Europa, y se prodigaron los jardines con esta planta. Recuerdo un lienzo que reproduce fielmente al exótico girasol. Está en el palacio barroco de Hellbrunn, en las proximidades de Salzburgo. Su propietario, el excéntrico Markus Sittikus, arzobisbo de Salzburgo coleccionaba rarezas naturales, y sus preferidas las tenía reproducidas en lienzo en una de las salas del palacio. 
En neuropsicología se insiste en que la base de las reacciones humanas están en la química. Estímulos externos provocan reacciones electroquímicas que resultan en respuestas. Me pregunto si habrá algo en común en estos mecanismos de respuesta al medio  con los de las plantas. 
Habrá quien le desagrade esta idea, por reduccionista y simplificadora de la mente humana. No discutiré que el ser humano es mucho más complejo que plantas u otros animales, y que en las respuestas que nosotros damos a los estímulos externos intervienen otros factores además de los electroquímicos. Pero no me disgustaría descubrir que en nuestra historia evolutiva algún nexo tengo con los vegetales, o al menos que compartimos algo más que espacio y tiempo. 
Está terminando el verano y recuerdo algún momento en el que he gozado con los rayos del sol templando mi piel, girando el rostro para prolongar más esa caricia tibia del atardecer. Quizá como hace también el heliotropo.  


Camino de El Pueyo: Scirpus holoschoenus. "Junco"

Apretados junto a una acequia, los juncos despiertan ecos del pasado lejano. Verano y juncos son para mí tardes de paseo y pesca en el Vero. Masa de harina,aceite y azafrán que mi padre amasaba para formar el cebo con el que entretener la tarde junto a mis hermanos. Recorrer los rincones del Vero: la milinguera, puntaflecha, el puente de hierro, las badinas de la Virgen del Plano y más allá, en busca de un lugar donde barbos y madrillas picasen engatusados por un cebo que lentamente amasábamos con los dedos mientras extendíamos el sedal con aquellas largas y pesadas cañas de bambú.
La tarde pasaba apacible acompasada con el rumor de un río Vero que todavía no había muerto (más tarde llegaron los vertidos incontrolados, la inmundicia y la ova).  Con el fin de la tarde llegaba la vuelta a casa y en el camino los juncos eran parada obligada. De un tirón sacábamos algunos tallos, enteros de raíz. El blanco lo masticábamos para saborear su dulce jugo. Conservábamos unos cuantos tallos verdes, los más regulares. Luego en casa , debidamente cortados en tamaño de una cuarta ,servían para jugar en la mesa a un juego que desconocíamos tenía nombre exótico (mikado) y al que nosotros decíamos "paletes". El aroma del río, peculiar olor de agua y fango, lo conservábamos en el alma mientras con paciencia y atención separábamos en el juego cada junco del resto, ejercitando la honradez cada vez que admitíamos haber movido el junco no deseado.
Scirpus holoschoenus es un junco fácil de identificar por las espiguillas globosas agrupadas en un lado del ápice del tallo, el cual termina en punta muy aguda. La raíz rizomatosa produce numerosos tallos con escamas en la base. Siempre habita lugares que conservan humedad todo el año, soportan perfectamente lugares anegados, y resisten admirablemente las crecidas del río debido a su flexibilidad. En el camino de El Pueyo, no abunda por ser espacio árido, pero gracias a alguna acequia podemos contemplarlo en estas calurosas tardes de verano.