5 de julio de 2017.Mi hermano mayor, Josemari, me pidió le llevara a algún lugar del valle de Tena. Sin dudarlo pensé en los pequeños lagos de Ordicuso porque no es exigente llegar a ellos y porque estos laguitos, en su modestia, guardan el encanto de situar a quien los contempla en un gran escenario de alta montaña. Nos acompaña también su amigo Ángel y nuestra hija Aurora.
El balneario de Panticosa todavía guarda algún rincón amable después de las desastrosas intervenciones que sufrió con la remodelación del balneario. La cascada que baja de Argualas es una de ellas. Salta en varios escalones produciendo un fragor que al principio de verano refresca la soleada ladera.
Es inevitable resistirse al encanto de suspenderse sobre ella en la pequeña pasarela instalada a mitad de su recorrido.
Poco antes de llegar a la Mallata Baja, un falso puente nos recuerda que esta es zona de avalanchas en invierno y que ya en los tiempos primitivos del balneario tomaron precauciones frente a las avalanchas con este tipo de construcciones.
Un poco más arriba, el río se precipita en cascada. Es la entrada del agua en el barranco después de haber circulado apaciblemente por el valle que comienza a intuirse tras los árboles.
En la Mallata Baja, el barranco de fuerte pendiente por el que hemos subido se torna en amplio valle glaciar. Los bloques erráticos de granito diseminados por el centro del valle nos cuentan aquella acción de los hielos ya pasada. También nos indican la presencia de hielos antiguos el escalón izquierdo tallado también en granito y que en su parte superior esconde los ibones de Ordicuso. Al fondo, las crestas de Argualas y
Garmo Negro nos meten en un escenario de alta montaña con picos que sobrepasan los tres mil metros.
Dactylorhiza maculata, es una de las orquídeas que se prodigan en estos pastos humedecidos por el torrente.
A medida que avanzamos por este valle colgado se va abriendo a nuestra espalda el otro lado del circo del Ibón. Es el dominio de Brazato y Labaza, con sus granitos redondeados por los hielos y las crestas afiladas por las rimayas.
Josemari responde bien a las cuestas. No es una excursión larga ni de gran desnivel, pero todo hay que tomárselo a su tiempo. Aquí le comento cómo en invierno bajan los aludes por esas cuestas cubiertas de pedreras.
Hemos dado un pequeño rodeo para que el primer contacto con los lagos sea más atractivo. Para ello hemos recorrido la Mallata Baja hasta casi al final, donde hemos subido por media ladera para tomar los lagos desde lo alto.
Los dos lagos se suceden escalonadamente en un paisaje bucólico de pastos y final de bosque de pino negro.
Josemari, Ángel, yo, Marisol y Aurora.
Es principio de verano y Trollius europaeus está en su momento de pleno esplendor.
El ambiente húmedo de los pequeños lagos propicia la presencia de diversas libélulas
Y sumergidas en el lecho del lago , sus larvas.
El día es caluroso y el agua está con la temperatura adecuada para darse un agradable baño.
¿Cómo expresar la sensación que produce sumergirse en el agua y asomar rodeado de este paisaje?
Argualas, Garmo Negro y Podiellos. Graníticos gigantes que se miran al lago.
Antes de iniciar el retorno, ascendemos un poco más , hacia el sur para asomarnos al barranco por el que sube la carretera. El fondo está cerrado por la peña Sabocos.
A lo lejos vemos la barrera que represa el agua en el ibón de Bachimaña. Cerca está el nuevo refugio de montaña.
Allium schoenoprasum, crece en ambientes fontinales. El agua del ibón inferior se esconde bajo los bloques de granito, pero en superficie hay la suficiente humedad para que este bello ajo crezca.
Una última mirada a Ordicuso antes de comenzar la bajada y abandonar este singular paraje.