Camino de El Pueyo. Epipactis helleborine.

El bosque acota formas de vida, provee condiciones vitales  aislando del exterior a los seres que se acogen a su influencia. Así sucede en El Pueyo donde  éste se viste de bosque. Estos días,  podrá encontrar el caminante  la orquídea Epipactis helleborine en la cara norte de El Pueyo.
De todas las orquídeas que habitan este bosque es la que más tarda en aparecer. Todas las demás hace meses que florecieron. También es la más discreta. A la sombra de las carrascas, el verde pardo se esconde en las sombras. Alcanza el palmo  de altura, a veces algo más. Las flores por pequeñas y también verdosas no llaman la atención. Sólo en la proximidad se aprecian sus caracteres.Algunas flores van teñidas de pálido rosa, otras aparecen blanco verdosas. 
Las orquídeas del género Epipactis son colocadas en los primeros puestos de la evolución genética de las orquídeas. En 2007 la revista Nature publicó un artículo en el que se refería el hallazgo de un fósil de abeja atrapado en ámbar. Esta abeja había recolectado granos de polen de una orquídea. Lo importante del hallazgo fue la datación del fósil:  entre 15 y 20 millones de años. Nunca se había encontrado restos de orquídea de esa antigüedad, por lo que se aventuraba el origen de esta familia en torno a los 2 millones de años.
Comparada con la espectacularidad de la evolución de los animales, magnificada por el cine, la evolución de las plantas pasa más discretamente entre el gran público. 
En el precámbrico, entre gran actividad volcánica, hace 570 millones de años, aparecen en los mares primigenios las primeras algas verdes y azules. Harán falta otros 150 millones de años más antes de  que descendientes de estas algas ocupen tierra firme. Serán las primeras plantas, las psilofitas, que no tenían raíces ni hojas verdaderas, pero ya dieron un paso importante: poseer  un tejido vascular que permite la circulación del agua  por la planta.  De aquellas psilofitas tan solo quedan tres especies en la actualidad.
En el Devónico se produce la expansión de los licopodios y los equisetos (-400millones). Los equisetos son las populares "colas de caballo" de la actualidad. 
El carbonífero(-350 millones) es la época de los grandes bosques de licopodios, equisetos y helechos. Sus dimensiones eran enormes comparados con los ejemplares actuales, y su expansión fue tan grande que permitió que sus depósitos formasen los yacimientos de carbón actuales.  Al mismo tiempo se da otro paso evolutivo: aparece la semilla.   De estas fechas también son los restos fósiles más antiguos encontrados de coníferas. 
El Pérmico lleva aparejada la formación de  un único continente. Para este tiempo ya se ha producido la cuarta extinción masiva sobre el planeta, desapareciendo  el 90% de las especies animales. Continúa el dominio de los helechos con semillas y coníferas.

Hace 65 millones de años, al tiempo que se está produciendo la  extinción de los dinosaurios, se da la  expansión de las plantas con flores (angiospermas), precisamente para estas fechas los científicos que analizaron los restos de la abeja fósil, datan el origen de las orquídeas.
Las siguientes evoluciones vienen marcadas por el  predominio de  las plantas con flores. Los cambios climáticos suponen unas fuertes adaptaciones  morfológicas, de los que resultan la variabilidad de especies actuales, así como la evolución de ciertos pastos que influirán en la eclosión de los mamíferos herbívoros. Hay que hacer mención que todavía no hay atisbo de los primeros  homínidos, tales como el australopiteco.Y que todavía transcurrirán una veintena de millones de años para que aparezca el homo sapiens. Esto último  ocurrió, como quien dice, ante ayer.

Ibón de las Paúles o de Tramacastilla, por la Laguna Turbia

Ya presenté en esta bitácora unas panorámicas del ibón de Tramacastilla, a cuento de la visita al ibón de la Sierra. Esta vez el destino es el propio ibón, o más bien el amplio humedal que se forma tras la represa. Además el itinerario no es la pista que recorre el valle y une Tramacastilla con Piedrafita. Salimos de Sandiniés en dirección hacia la Laguna Turbia, para después, por pastos de montaña, llegar a la paúl. El objeto es, además del paisajístico, ver la numerosa colonia de  trébol de agua (Menianthes trifoliata) que allí crece.


De Tramacastilla a Sandiniés el trayecto es tan corto  y agradable que no vale la pena ir más que andando. Además nos gusta recorrer las breves calles que atraviesan Sandiniés.Después, la pista se adentra en apacibles pastos de siega, frescos y cuidados en el pequeño valle de Los Corrales,  En cuanto podemos dejamos la pista para ir subiendo las espuendas que nos permitan dejar  atrás estos prados y coger el rumbo hacia la Laguna Turbia. Caminamos con cuidado, con reverencial respeto al trabajo que ha significado mantener estos prados vivos. Ya se oyen las esquilas del ganado. Las gentes de Sandiniés han creado este paisaje y debemos ayudar a que se conserve, y que  nuestros pasos no les supongan ningún esfuerzo extra.
Es un océano verde sólo roto por bojes y algunos  fresnos y álamos. La mañana está muy luminosa y brillan las nieves en Tendenera y Escuellas. El leve tozal plano de Picaldiecho nos tapa el pueblecito de Sandiniés, pero sabemos que está allí.



 En los márgenes de estos pastos, Saxifraga granulata,  ocupa su sitio a la sombra de un buxo.


Cerastium arvense  no teme formar macizos en las terrazas junto a la milenrama.






























Un poco más arriba, ya casi donde no entra la siega aparecen grupos de Gentianella campestris, a la que algún herbívoro ya ha comido las hojas. Los 1.500 metros de altitud permiten todavía el verdor en estos pastos.


Asoman por encima de las verdes lomas los riscos de Telera.

Suspendido en la penumbra, la esfera en cuarto menguante de un diente de león.

La Laguna Turbia es una pequeña balsa que se forma entre dos verrugas pizarrosas. Son las vacas las que se encargan de pisotear la orilla y oscurecer el color del agua. Estamos ya en las lomas sucesivas que van subiendo cota hasta llegar a Punta Calcines y Pimindalluelo.























A pesar de la turbidez , la Laguna Turbia todavía se atreve a reflejar siluetas. El macizo de Argualas destaca en el fondo.

Un pequeño  guillomo (Amelancher ovalis)



Detalle de las flores y las hojas del guillomo.



También en estos resaltes pizarrosos crece Valeriana montana, mirando al norte.

Dejamos la Laguna Turbia y tomamos rumbo hacia la Paúl  por los domos  superponen franjas de  pizarras  calizas. Al fondo vemos el embalse de Búbal, y la Sierra de Tendenera.





















La siempre fotogénica Sierra de la Partacua.
Animando los pastos alpinos, Gymnadenia nigra, bella y pequeña orquídea de ecología boreo alpina.


 Los pastos que cubren estos domos , acidificados por el continuo lavado del agua de deshielo, son propicios para amplios tapices de Antennaria dioica, que presenta pies masculinos y femeninos separados.
Pie femenino de Antenaria dioica.































En estos pastos que se convierten  en
mallatas vemos crecer Cruciata laevipes.


No nos hemos ido a las Dolomitas, seguimos estando en el Pirineo aragonés.


El amplio collado de Bucuesa, final del valle colgado que cae sobre la Rinconada. Hace unos años subimos hasta allí desde Acumuer, pero el mal tiempo nos impidió asomarnos al valle desde lo alto de la cortada. Ahora andamos sobre lomas redondeadas, enfrente vemos esos inmensos escarpes. Con el mapa geológico en mano descubrimos que el suelo que pisamos es del Devónico , mientras que aquello que vemos son las calizas del Cretácico y del Terciario, entre ambos suelos median 350 millones de años. Aquello es "reciente", donde nosotros pisamos es terreno que ni siquiera ningún dinosaurio pudo pisar. Aquí ha actuado el glaciar removiendo las calizas y dejando al descubierto los más antiguos zócalos del Pirineo.

En tan antiguos suelos, las plantas más nuevas, evolutivamente hablando, las orquídeas. Además de Dactylorhiza sambucina, en amarillo, Orchis mascula en primer plano.


 Ya tenemos a la vista el embalse de Tramacastilla.


El ibón represado de Tramacastilla o de Las Paúles.



Atravesamos el curso de barranquizos, en ellos crece Carex flava.








Habitante frecuente en los regatos de montaña, la ranunculácea hierba centella (Caltha palustris)


El objeto de la excursión está delante de nosotros. Hemos llegado a la Paúl, y en flor aparece un vasto número de tréboles de agua.



Menyanthes trifoliata, vive con los pies sumergidos en las aguas someras de estos trampales. Sus únicas localizaciones en la provincia de Huesca son del Valle de Tena, y la colonia más numerosa quizá sea la que vive en esta paúl . Hemos venido atraídos por su belleza, así que la contemplamos con  tranquilidad.


El entorno de La Paúl, detrás calizas versicolores  del Devónico ,fuertemente plegadas

El sector oriental del valle está totalmente desmantelado por la erosión. Sólo algún resalte subsiste y muestra la potencia de los pliegues.


 Un aliviadero de la represa deja salir el agua que rebosa del embalse, fortuna de agua que alimentará una torrentera...






... que habrá que pasar por algún lado. Este es un buen sitio para ello.









Pedicularis sylvatica subs. sylvatica , en los prados que bordean el lago.


En estos llanos soleados se cría Jasione montana, algo escasa en el valle de Tena y más abundante en el Pirineo oriental.

El ibón represado de Tramacastilla. Ya sólo queda tomar el camino de vuelta. Lo haremos por la pista.








































Camino de El Pueyo. Salvia lavandulifolia. "salvia para una noche de San Juan"

Noche mágica de San Juan. Ancestrales ritos que unen al Sol en nuestro destino, y  reminiscencia de su adoración  que traspasa todas las creencias y se instala en las tradiciones. Rocío de la noche de San Juan. Rocío mágico que recoge como un elixir la esencia de la noche y sirve de alimento mágico a las plantas. Así, plantas sanadoras como la salvia multiplican su poder si son recogidas en esta noche mágica en la que desde el suelo se alimenta el fuego de las estrellas con las purnas de las hogueras. Recogida de plantas con veneración y mimo, momentos antes de que el Sol rompa el horizonte y rapte a las yerbas la esencia de la noche. Caminar en la oscuridad, deleitando el olfato con los mil aromas que las sombras contienen. Entreviendo el blanco de los chesos donde crece la mata de la salvia. Reconociéndola en la distancia por su aroma. 
En la noche,   las menudas ramas de este arbusto crujen con más fuerte chasquido. Los dedos sienten más rugosas sus hojas. Se esparcen  aromas intensos  que llegan hasta el paladar. Parecen de seda sus labiadas flores. 
La esfera sigue girando, falta poco para la madrugada, la ruda, el pericón y la salvia han sido visitados. El rito se ha renovado.