Polygonum persicaria |
Que sea otoño no impide seguir disfrutando de la riqueza de nuestras flores. El atento caminante observará que hay especies que prolongan más allá del verano su ciclo vital, o incluso lo acentúan cuando las demás plantas están ya en declive. Polygonum pesicaria y su pariente P. lapathifolium son plantas anuales, y aún así tienen un porte alto, grandes hojas que han estado desarrollándose durante todo el verano, y ahora las vemos floreciendo. Ambas viven cerca del agua. Los flexibles tallos les permitirán incluso resistir una posible avenida del río, y si éste las rompiera, de los gruesos nudos saldrían raíces adventicias que le permitirían sobrevivir en el limo donde fueran a parar los restos desprendidos.
P. persicaria, con la ócrea ciliada. |
Las dos son similares, más robusta la segunda, y con la mancha en el centro de la hoja menos visible. Un rasgo que las distingue con claridad es observar allí donde se inserta una nueva rama. Una funda foliosa abraza el tallo en el nudo, es como la polaina que cubre parte de la bota y el tobillo.
P. lapathifolium y su ócrea sin cilios |
Volviendo a nuestras dos plantas, la ócrea de P. persicaria observaremos que prolonga los nervios que la componen en filamentos que sobresalen por la parte superior. En P. lapathifolium la ócrea carece de esos cilios.
Hojas de P. lapathifolium |
Si pensamos que la ócrea tenía en la indumentaria militar de la antigüedad una función protectora, fácil será usar este dato como regla nemotécnica para recordar que P. persicaria tiene virtudes vulnerarias. El emplasto de sus hojas y el jugo que desprenden se utiliza para acelerar la cicatrización. A su vez, el cocimiento de la planta es astringente.
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