Sedum acre "arrocetes"

Sedum acre es una pequeña planta de la familia de las crasuláceas que en el entorno de Barbastro encontramos en arenas  y guijarros de espacios secos y soleados junto al río Vero, pero que también veremos en rellanos de roquedo, y  muros construidos con  mampostería  de sillarejo en seco. 
Habitualmente forma conjuntos apretados de individuos, creando cojines vistosos en primavera por sus tonos brillantes. Cuando el verano avance, las hojas se tornarán más oscuras al tiempo que termina la floración.

Las flores son estrelladas, de pétalos agudos y sépalos libres.
Los tallos aparecen cubiertos de pequeñas y ovoides hojas carnosas imbricadas entre sí. 
La forma globosa de las  hojas se debe a que contienen unas células especializadas en la acumulación de agua. Este agua, además de servir de reserva propia para las épocas secas, parece ser que también permite un sistema de refrigeración al más puro estilo del botijo. Controlando la apertura de los poros que se distribuyen en la superficie de la hoja provocan una transpiración y evaporación regulada del agua contenida. La evaporación en superficie supone el enfriamiento en el interior de la hoja, y mediante este proceso se mantiene estable la temperatura interior de la planta, protegiendo así la estructura interna de las células de su destrucción por la exposición prolongada al sol estival.
Estas hojas contienen alcaloides que las hacen levemente tóxicas, pero que tradicionalmente han sido utilizadas, previamente machacadas y en cataplasma, como cicatrizante. El nombre común de la planta, "arrocetes" alude a la forma de las hojas y a los juegos de los niños en la edad predigital. Esa época en la que los infantes disponían de mucho tiempo sin programar y que en ocasiones dedicaban, sobre todo en verano, a corretear sin excesivas tutelas. Hoy en día, en la edad de la "realidad aumentada", se da la paradoja de que muchos niños no conocen la sensación que produce una hoja tridimensional entre los dedos, ni la textura sedosa de su cutícula, ni el olor agrio del líquido que rezuma, ni han sentido al caminar  el suave chirriar de las guijas crujiendo bajo los pies. Estas son realidades que no requieren la tecnología  del silicio para ser disfrutadas y que desarrollan sensibilidades fuera del alcance del mundo bidimensional que se maneja con dos de los veinte dedos que tenemos.


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